1. Hay mucho debate sobre el tipo de sociedad que los Reconstruccionistas están buscando construir. Dada su posición dentro del movimiento de Reconstrucción Cristiana (RC), quizás usted nos pueda dar una declaración definitiva de lo que es eso. Permítame preguntarle de esta manera: si los de la RC lograran todo lo que se proponen, si pudieran diseñar el futuro para alcanzar sus metas, ¿cómo ve usted exactamente qué es lo que van a lograr y cómo lo van a lograr?
En la cima del sistema de valores de una cultura está el dios de esa cultura. En las sociedades humanistas el Estado asume ese papel fundamental, de acuerdo con la afirmación de Hegel de que el Estado es Dios caminando sobre la tierra. El dios de una sociedad es la fuente de la ley para esa socieda. Toda la sociedad es entonces ordenada alrededor de las prerrogativas de ese dios, y las instituciones se conforman para facilitar y agilizar la agenda del Estado. La tendencia científica moderna que se le ha dado a este proceso invariablemente propugna la expansión del poder del Estado, como se evidencia en el agudo interés en la ingeniería social en términos de los objetivos del Estado. Este resultado es el que prevalece, porque la idea abstracta de que “el hombre tiene que lograr el control del hombre” no puede evitar materializarse como “un hombre tiene que lograr el control de otro hombre”. Donde florece el estatismo, el énfasis está en el poder. La incapacidad del Estado de alcanzar sus objetivos se achaca a un poder insuficiente y se dice que una capacidad y un poder suficientes pueden asegurar las metas deseadas. Los Estados tienden a enseñar la zanahoria de una visión utópica para justificar esgrimir un garrote más grande, y un pueblo suficientemente acondicionado a pensar con categorías institucionales se acostumbrará a esta situación y la considerará normal.
Los que busca la Reconstrucción Cristiana es liberar a la gente de la idea del Estado moderno de poder. Eso no significa que queremos liberar a la gente del Estado en sí: la RC se opone a la anarquía y ha advertido repetidamente contra el llamado a bajar la guardia.
¿Cómo se libera a la gente de la idea del Estado moderno de poder? Uno no puede luchar contra algo con nada; se necesita algo (o Alguien) más grande que el Estado de poder, alrededor de lo cual toda la sociedad sería ordenada y regulada. Uno necesita una idea más grande que el Estado de poder; un contendiente menor posiblemente no prevalecería. Los Estados de poder parecen invencibles y monolíticos. El evangelicalismo moderno de peso mosca no es contrincante para el Estado de poder: por lo general se acobarda ante las continuas amenazas de quitarle las exenciones de impuestos, si se atreve a soñar siquiera con calentar los músculos desde el púlpito con respecto al coraje moral.
El Dios de los evangélicos actuales está comprimido en una cajita demasiado pequeña para hacerle ningún tipo de competencia a la idea de un Estado moderno de poder. Amarrado dentro de esa caja, el Dios de los evangélicos no es rival para el Estado de poder: la sujeción de ese Dios mantiene al Estado de poder en el centro de todo cuando la gente piensa en “el poder”. Por eso, cuando en nuestro país la gente piensa en “el poder”, piensan en Washington, D. C.
¿Qué tipo de poder puede inspirar un Dios ausente? No es de extrañar que los cristianos sean objeto de una explotación política permanente: han dominado la teología de la alfombra. Han sido víctimas de los cantos de sirena de los políticos, y por tanto aprueban implícitamente el punto de vista del Estado de que el poder estatal es el poder supremo en la sociedad. Dejemos que empiece la manipulación de los votantes cristianos.
Pero su engaño comienza mucho antes, en la secuencia de sus pensamientos: han cambiado de dios sin darse cuenta. Una evidencia de esto es la facilidad con que la mayoría de los cristianos ejercen su “fe” el domingo por la mañana y viven el resto de sus vidas como si Dios fuera el Gran Mudo Cósmico.
La Reconstrucción Cristiana busca despertar a los hombres, mujeres y niños de fe para que recuperen su supremo llamamiento bajo las alas de un Dios Todopoderoso cuyas palabras son más sólidas que el mismo universo. Se ha hablado mucho de “despertar al gigante dormido del cristianismo americano”, pero este volverá a apretar el botón de “siesta” si no reconoce a Dios como Dios y a la Palabra de Dios como definitoria. Los cristianos se acostumbran al status quo humanista a causa de conceptos deficientes de Dios y Su Palabra. Dios y Su Palabra están subordinados al Estado.
Un triste ejemplo de esto es el hábito cristiano de diezmar del ingreso neto, después de pagar los impuestos: el Estado se lleva las primicias, mientras que Dios es el segundo en la línea. Pocos cristianos diezman de su ingreso bruto, dándole a Dios las primicias (Proverbios 3:9). Su chequera y la del Estado a menudo van primero. La pobreza se erradicaría si los cristianos obedecieran lo relativo al diezmo del pobre que aparece en la Biblia (Deuteronomio 14:28-29) pero su falta de obediencia ha provocado la expansión del Estado para suplir esta necesidad social, que es muy real. En otras palabras, la desobediencia de los cristianos ha alimentado el crecimiento del Estado de poder a expensas del impacto de Dios en la sociedad. El letargo y la falta de fe de los cristianos bajo el manto de “jugar a la iglesia” ha enviado el siguiente mensaje a nuestra sociedad: este Dios no tiene importancia dentro del estado general de cosas. En el mejor de los casos, es un amigo cósmico, un APD (Asistente Personal Divino).
Sin embargo, restaurar a Dios como Dios en el pensamiento de los cristianos, y la idea del Estado de poder, que está tan activa en las mentes de los hombres, se enfrentarán a su primera competencia real. Dios no ha permanecido en silencio en cuanto a Sus ideas sobre el Estado de poder, que busca desplazarlo y demoverlo como fuerza definitiva de poder en una sociedad. Cuando los cristianos absorban todo el peso y la fuerza de lo que la Biblia, la Palabra de Dios, tiene que decir, se paralizará toda la dinámica que ha conducido a décadas de resignación a las normas humanistas (normas estadísticas, y no normas éticas, le recuerdo). Los medios que se empleen sí son importantes. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho el Señor todopoderoso” (Zacarías 4:6). Los cristianos no tienen que esgrimir armas carnales (mundanas) sino espirituales, que derribarán fortalezas mentales que se levantan contra el conocimiento de Dios (2 Cor. 10:4–5).
Mientras que los hombres por lo general pueden hacer vacías las palabras de otros hombres, Dios dice algo bastante profundo sobre Sus palabras: nunca retornarán vacías a Él (Isa. 55:11). Es Su Palabra lo principal, lo único que puede resistir las furias de los imperios, reyes, emperadores y dictadores, las componendas políticas y los motines de las naciones (Salmo 2). Las sociedades por lo general construyen sobre la arena y luego no sobreviven cuando los vientos soplan contra ellas (Mateo 7:24-27). La RC sostiene la gran promesa de construir una sociedad sobre la roca y no sobre la arena movediza del humanismo estatista. Pero todas esa construcción debe ser bajo Sus condiciones, porque Él ha dejado claro que unos medios malvados hacen que el fin sea malvado. Para Dios, el fin nunca justifica los medios. Es un Dios para el cual la justicia de procedimiento no es negociable, lo cual veremos en la segunda pregunta planteada.
Jesús dice: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” Mateo 10:28). Jesús nos está alertando contra las prioridades torcidas, contra un estimado erróneo de la autoridad relativa de los hombres frente a la autoridad de Dios.“Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová” advierte Jeremías (Jer. 17:5). El humanismo, que se considera ennoblecedor y libertador, se eriza ante cualquier menoscabo de la auntoridad y dignidad del hombre como se refleja aquí. Que el Dios de la Biblia acuse al Estado de poder como un falso dios es doblemente vejaminoso para los humanistas resentidos: nadie quiere que su dios sea cuestionado, mucho menos derrocado, en especial si uno tiene intereses en el poder que ese dios particular le pone en las manos. Los dos bandos tienen ideas opuestas de lo que es bueno y justo, a partir de lo cual cada uno acusa al otro.
¿Por qué hay tantos cristianos que son culturalmente impotentes, socialmente irrelevantes y marchan en una conformidad general con el Estado humanista de poder? El puritano John Howe es quien mejor lo expresa: ”Un brazo de carne significa mucho cuando el Espíritu todopoderoso es considerado como nada”.
Una visión anémica del poder del Espíritu de Dios invariablemente exagerará la dependencia de sus sustitutos. Entonces, esa es la clave: ¿qué sucederá cuando los cristianos rompan ese ciclo y dejen de considerar el poder del Espíritu todopoderoso como nada, sino más bien como algo? El brazo de carne —el Estado de poder y el mundo de la política— ya no va a significar gran cosa. Será visto como subordinado, no como determinante; como derivativo, no normativo. Isaías señala que las naciones son como menudo polvo en las balanzas y menos que nada (Isaías 40:15, 17). El gobierno civil obtiene su autoridad legítima por ordenación de Dios (Romanos 13:1-6), no por un esfuerzo propio humanista, y es para cosas específicas por las cuales tendrá que rendir cuentas, y más allá de las cuales no debe entrometerse ni usurpar. Las esferas del gobierno que hayan sido engarrotadas por el coágulo estatista serán restauradas a sus respectivas autoridades al producirse ese despertar, aunque sea muy lentamente. La institución de la familia se convertirá en la esfera gubernamental dominante en una cultura así.
Yo me he extendido en este asunto de la forma del cambio social, en primer lugar, por la propensión de los adversarios de la RC de citar en forma equívoca cualquier expresión idiomática que podamos usar que incorpore lenguaje marcial. La justicia por cuenta propia y el conflicto armado con el Estado no son partes integrantes del programa de la RC y de hecho son inconsistentes con el mismo. Más bien se aplica lo contrario: la RC trabaja específicamente para un cambio social desde dentro de la estructura de una cultura. “Regeneración, no revolución” ha sido la consigna de la RC durante décadas.
Cuando la RC sostiene que la ley bíblica debe ser adoptada y no puede ser impuesta a una cultura, reconoce la necesidad de interiorizar el principio de la ley. Cuando el Salmo 94:20 advierte que el trono de iniquidades “hace agravio en forma de ley“, está indicando que el medio principal para suprimir la moralidad bíblica es el contenido concreto de la ley, que es impuesto por el Estado. En una cultura subiordinda a Dios, ese agravio disfrazado sería revertido lo que enderezará los caminos torcidos (Lucas 3:5) para lograr el máximo de libertad de la cultura (comenzando por la libertad de las usurpaciones del Estado de poder). Los cristianos entonces resistirán al poder absorbente del Estado y trabajarán por la descentralización.
La discusión anterior no es simplemente un preámbulo extenso de mi respuesta real a su pregunta, sino que provee un contexto básico en el que la respuesta debe estar insertada. Pues un partidario de la RC seguro que no insistirá en lo que él “quiere” individualmente desde el punto de vista político, y mucho menos se atreverá a “diseñar el futuro”. Un reconstruccionista coherente dirá que esas actividades son propias de la agenda humanista (dada su proclividad a dedicarse a visions utópicas), pero que deben ser anatema al cristiano.. El cristiano debe tener su vista en el futuro, pero eso no quiere decir apoderarse del control del futuro. Eso se desprende de mi anterior declaración de que “Los medios que se empleen sí son importantes... No con ejército, ni con fuerza...”. El humanismo busca controlar el futuro usando medios que no están permitidos ni aprobados por Dios. Cuando los cristianos se dedican a esas tácticas humanistas, se ponen en el lado equivocado de la cerca.
No obstante, de ninguna manera la RC duda de que el futuro, tal y como está determinado por Dios, ocurrirá exactamente como Él lo quiere. Hasta donde nos lo indica nuestra comprensión de Su Palabra, el final de la Historia corresponderá a lo que la RC enseña que es una sociedad piadosa y un mundo cristianizado. Poero la RC socavaría su propia posición si adoptara estrategias humanistas, si luchara con la armadura de Saúl, por así decirlo (1 Samuel 17:38–39). San Pablo dice que los cristianos NO deben usar armas carnales (2 Cor. 10:3–4; Eph. 6:12–13), que son las únicas armas y tácticas disponibles fuera de la fe bíblica. Entonces, cuando los hombres traten de determinar el futuro, bajo la égida del humanismo O del cristianismo, aprenderán que Dios está en el negocio de confundir cualquier intento explícito o implícito de destronarlo. La Reconstrucción Cristiana enseña todo el tiempo que usted puede alcanzar el futuro que Dios quiere solamente si transita por los caminos de Dios. No hay atajos, y las armas carnales (entre las cuales hallamos esas acciones bien intencionadas, pero mal dirigidas, por lo antibíblico, como los boicots económicos) no tienen un lugar legítimo en las manos de los cristianos.
Dios reformará el futuro al reformar los corazones de la gente. Regeneración, no revolución. Armas espirituales, no armas carnales. Trabajar dentro del sistema, como levadura trabajando dentro de la harina hasta que toda está leudada, reconociendo que Dios, al actuar directamente en las almas humanas, produce el cambio más fundamental para reformar el futuro. Lo que lamenta la RC (y trabaja para revertirlo) es que tantos cristianos se hayan “vendido por un plato de lentejas” y olvidado sus derechos de primogenitura, hayan absorbido los métodos y objetivos humanistas y diluido el cristianismo bíblico con una mezcla de elementos humanistas. Esa mezcla de hierro y barro no se sostendrá junta, porque “si el Señor no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican” (Salmo 127).
Lo que la Biblia enseña es que la ley de Dios un día llegará a ser la ley de todas las naciones y todavía vemos que “las costas esperarán su ley” (Isaías 42). La más grande de las leyes es amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, tu mente, tus fuerzas y tu espíritu (Deuteronomio 6:5). Un amor así no puede ser fingido: Dios lo inspira directamente por regeneración, capacitándonos no solo para este amor a Dios, sino también para amar al prójimo como a uno mismo (Mateo 22:39). La obediencia universal a la ley de Dios presupone una extensión universal del evangelio de Cristo y la conversión de todos los pueblos a la fe en Él. Esto también está en el contexto del futuro final hacia el cual trabajan los reconstruccionistas, reconociendo que la meta está lejana y que estamos destinados, muy probablemente, a ser escalones en ese proceso. La RC inculca una disposición a ser un escalón de ese tipo hacia una meta final que puede estar a generaciones de distancia. La promesa hecha a Abraham en Génesis 12:3 de que en su simiente serían bendecidas todas las familias de la tierra es el marco general en el cual se coloca una sociedad reconstruida. Una sociedad así es el cumplimiento de Dios de Su propia promesa de tomar un mundo perdido y reformarlo, solo con Sus manos, para hacerlo un mundo donde “todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos” (Hebreos 8:1), donde todas las naciones, como naciones, serán discípulas de Cristo (Mateo 28:18-20).
La otra razón por la que los cristianos NO deben ser los que persigan esas metas es que se les ha prohibido expresamente jactarse de nada, sino reconocer a Dios como el Dador de toda buena dádiva (Santiago 1:17), como el Autor del futuro del mundo, y como Aquel en quien se cumple la promesa de que ante él se doblará toda rodilla y toda lengua confesará (Filipenses 2:9-11). Puede estar convencido de que la Reconstrucción Cristiana NO sostiene que esto es una especie de sumisión forzada, obligatoria ni involuntaria, impuesta por la fuerza a súbditos reacios, ansiosos por rebelarse contra un Dios tiránico imaginario. Antes bien, esta idea que San Pablo (Fil. 2:9-11) toma de Isaías 45:22-23 implica un reconocimiento voluntario y agradecido de la soberanía de Dios La sociedad por la que trabaja la RC solo se realizará plenamente cuando entre el pueblo surja la convicción y el deseo ferviente de una sociedad constituida bíblicamente. Como están las cosas hoy, demasiados cristianos están imbuidos de una visión humanista de su propio futuro y, como el joven rico que fue confrontado por Cristo sobre su avaricia, ellos tamabién se apartarán de la visión de ubna sociedad bíblica, llenos de tristeza porque su precio (renunciar a las comodidades huecas que proveeen las tácticas humanistas) es demsiado alto.
Aunque es un lugar común caricaturizar la ley bíblica como un esbozo de una tiranía teocrática para las sociedades lo suficientemente atrasadas como para adoptarla, esa caricatura asume (1) que el Dios que escribió la ley no existe realmente, e incluso si existe, tiene que estar bromeando y (2) que la sociedad debe ser indiferente a la cuestión de si es mejor o no tener las bendiciones de Dios sobre ella, porque los hombres, bajo el humanismo, son los autores de sus propias bendiciones.
Por supuesto, esos son precisamente los aspectos en disputa, por tanto el debate no progresa solo con repetir sus premisas iniciales. Los humanistas podrán llegar a la conclusión de que, en la práctica, ellos tienen las riendas del poder y prevalecerán, mientras que los cristianos consideran que Dios determina completamente el futuro. Debido a que el trono de la soberanía está siendo disputado entre Dios y el hombre, ya no queda más remedio que una prueba de fuerza. Dios, operando en una escala de siglos y milenios con impunidad, porque Él es “el Alto y Sublime, el que habita la eternidad” (Isaías 57:15), cuya mano no se ha acortado (Números 11:23) no pude evitar considerar a las naciones como “menudo polvo en las balanzas” (Isaías 40:15) y menos que nada (v.17). La RC enseña que la certeza de la reestructuración final de todas las sociedades humanas según los patrones bíblicos es inexorable, a causa de la intervención continua y directa de Dios en la historia humana.
Si Dios no existe, la percepción humanista de que la RC reintroduciría “la mano muerta del pasado” en una sociedad ilustrada es vana. Pero si el Dios de la Biblia es real, eso significa que la “ilustración” autoimaginada de la sociedad es un engaño y el intento actual de la sociedad de determinar su futuro es inútil. No es inútil debido a que los cristianos vayan a triunfar en una lucha hipotética por el poder político (que la RC repudia), sino porque el futuro que Dios está formando con o sin la aprobación de los cristianos y humanistas, es sencillamente inexorable. La Antigua Roma aprendió que librar al Imperio de los cristianos no lo libró del cristianismo. Tampoco el hecho de esterilizar culturalmente a los cristianos en el mundo de hoy inmunizará a una nación contra los actos omnipotentes de Dios. La RC sencillamente observa que entrar en esa batalla es tonto por parte de las naciones que “piensan cosas vanas” (Salmo 2).
2. Los opositores de la RC, incluyéndome a mí, creen que la RC conducirá a la imposición de la ley bíblica, incluyendo leyes tales como la de lapidar a los homosexuales y a las mujeres que no lleguen vírgenes al matrimonio, a las “brujas”, etc. Según ordena el Antiguo Testamento. Algunos reconstruccionistas han dicho que eso pasa por alto algunas distinciones teológicas entre las clases de leyes del Antiguo Testamento que deben ser implementadas y las que no. ¿Podría decirnos, de una vez por todas, cuáles son esas distinciones teológicas y lo más específicamente que pueda, cuáles partes de la ley del AT serían impuestas a la sociedad que usted visualiza?
Yo quisiera corregir la forma en que usted ha expresado esos pensamientos. En primer lugar, el término “imposición” es inconsistente con la posición de la RC de que la ley bíblica solo puede ser abrazada, nunca impuesta (es decir, tiene que ser adoptada voluntariamente por una sociedad, como un asunto de convicción interna de lo que constituye el bien y el mal y lo que maximiza la libertad humana, en vez de ser impuesta externamente, como una especie de ley marcial para restringir la libertad). Note que la sociedad debe estar de acuerdo en lo que es la libertad para que un Estado así, constituido bíblicamente, inspire un genuino respeto entre la gente que escoja vivir en él. Si la masa de la sociedad está de acuerdo de todo corazón con David en el Salmo 119:45, de que “Andaré en libertad, porque busqué tus mandamientos”, sería impensable que sus miembros eligieran voluntariamente reducir su libertad al rechazar los preceptos de Dios. Abrazarían naturalmente la ley de Dios, rechazando la pretensión del humanismo, de que es el autor de la libertad, como un canto de sirena perturbador que fue entonado por primera vez por la serpiente en Edén (Génesis 3.5).
Aun más: no es la RC lo que conducirá a abrazar la ley bíblia, sino que la acción directa de Dios en los corazones humanos es la que conducirá a eso. Cuando más, la RC lo que puede hacer es llevar el caballo al río, pero Dios debe hacer que el caballo beba. Hebreos 8:10 cita el Nuevo Pacto de Jeremías 31:33 acerca del pueblo del que Dios (y no los partidarios de la RC) dice que “pondré mis leyes en la mente de ellos y sobre su corazón las escribiré”. El humanismo se propone DETENER este proceso, y quizás se imagine que al ridiculizar a la RC puede lograr ese objetivo, dada la repulsión natural del humanismo por lo sobrenatural. No obstante, si Dios pone Su ley en las mentes humanas y la escribe en los corazones humanos, los humanistas, para citar a Gamaliel, serán hallados luchando contra el propio Dios. Por tanto, la RC no merece por esto ningún crédito, aparte de ser Su instrumento indigno para despertar a los cristianos al Dios “a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13).
La mención que hace usted de las “distinciones teológicas” puede interpretarse de dos formas: (1) quizás no todas las leyes del Antiguo Testamento son aplicables hoy, por lo que la legislación bíblica debe ser filtrada por alguna norma o canon, y (2) la cuestión de la jurisdicción e implementación está sobre el tapete. Examinaremos eso en el orden inverso, señalando (una vez más) que “imponer” es un término rechazado explícitamente por Calcedonia: la ley bíblica no puede ser impuesta a la sociedad, sólo puede ser abrazada por esta. (El fracaso de la imposición externa fue inmortalizado por el romance mal orientado de los Estados Unidos con la Prohibición.) Hay muchas leyes en el Antiguo Testamento para las cuales no se prescribe una pena civil. Entre ellas están las leyes del diezmo, o la de los años sabáticos para la tierra. Dios se reservó para Si la jurisdicción sobre esas leyes y su implementación. Cuando Israel no diezmó (en particular el diezmo de los pobres, lo que Dios consideraba “golpear el rostro de los pobres”), Dios escogió cuándo y dónde iba a imponer un juicio temporal por tales violaciones. Él se reserva la prerrogativa de imponer un castigo eterno sin una componente temporal (visible) en el mundo físico. En el caso de los reposos de la tierra, Israel los violó durante 490 años, asumiendo que Dios, que no había actuado en medio milenio, no estaba implementando eso. Nada de eso. El cautiverio en Babilonia estuvo expresamente designado para darles setenta años de barbecho a las tierras cultivables de Israel, pues Dios le explicó a Jeremías que el exilio estaba destinado a asegurar que “la tierra gozará sus días de reposo” (Levítico 26:34). Podemos llegar a la conclusión de que cualquier ley para la cual no haya prescrita una pena civil (no haya penología externa) es una ley para la que Dios se reserva el derecho de implementar y castigar las infracciones.
En una sociedad que abrace la ley bíblica, con un Estado grandemente reducido, educación cristiana universal y estructuras familiares mucho más fortalecidas, un sistema monetario y financiero bíblico, los pobres atendidos por las agencias del diezmo y todo enmarcado en una comunidad cristiana libertaria, veremos cada jota y cada tilde de la ley aplicada. La sociedad. La sociedad alcanzará la meta por la cual los cristianos oran sin darse cuenta: “Hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.” Mateo 5.18 en realidad afirma que ni una jota ni una tilde de la ley de Dios pasarán hasta que todo se haya cumplido. Esto es una profecía de que la ley de Dios, lejos de ser violada perpetuamente, un día será honrada y obedecida por todo ser humano.
Como dije antes, esto presupone una obediencia universal al Mayor Mandamiento (de amar a Dios) genuinamente, sin disimulo. “¿Qué pasó con toda la gente mala? ¿Hubo alguna especie de pogrom de la Reconstrucción Cristiana?” Por supuesto que no; murieron de muerte natural, dejando más hijos que fueron cristianos que los que no lo fueron. Dios, que controla el futuro, siempre tiene la mano puesta sobre las riendas de la procreación. En el Salmo 109:13 leemos de los malvados: “Su posteridad sea destruida; en la segunda generación sea borrado su nombre”. Esto recuerda la idea del Salmo 37:10–11: “Pues de aquí a poco no existirá el malo; observarás su lugar y no estará allí. Pero los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de paz.” Las personas malvadas envejecen y mueren de muerte natural (como se dice comúnmente) pero por regla no dejan hijos humanistas habitando la tierra, que es heredada por los mansos, los redimidos de Dios, que nacen continuamente, a menudo de padres incrédulos (como Abraham).
El lento crecimiento de la iglesia en el transcurso de los siglos deberá continuar hasta que ya no pueda crecer más. La importancia de que las leyes de Dios sean obedecidas finalmente es que esa es la precondición (en Mateo 5:18) para que los cielos y la tierra pasen por fin. Eso último espera por lo primero. Entonces, y solo entonces, se realizará el sueño humanista de que la ley de Dios desaparezca finalmente del universo: en el último día de la Historia, después que el mundo entero haya doblado la rodilla, voluntariamente y en la más profunda gratitud, ante Cristo. Eso es lo que la Biblia enseña, según ha argumentado de forma convincente la RC sobre bases exegéticas.
La importancia de guardar “cada jota y tilde” de la ley (que nos regresa a uno de los temores implícitos en su pregunta) es que la justicia de procedimiento, las reglas de evidencia y las leyes concernientes a las declaraciones de los testigos son una parte crítica, no opcional, de la ley. Lo que los humanistas debían (quizás) temer con justeza es que los cristianos adopten un enfoque fragmentado de la ley de Dios, observando retazos de la Escritura aquí y allá y armando una vestidura completamente antibíblica con una distorsión tan selectiva.
Esto puede suceder con CUALQUIER sistema legal, humanista o bíblico, en el que la justicia de procedimiento (proceso justo) es desdeñado o abandonado. Esto lo hemos visto recientemente en el fiasco del equipo Iacrosse de la Universidad Duke: la justicia es abortada cuando el proceso justo es ignorado. Semejante ignorancia nunca es benigna.
Lo mismo ocurre con la ley bíblica. Las leyes bíblicas de la evidencia PROTEGEN a las personas de una aplicación ilícita de la ley bíblica, especialmente en el caso de los distintos delitos capitales en la Escritura (para los cuales algunos teólogos, quizás con razón, dicen que la pena capital puede ser la pena máxima en vez de obligatoria, con la excepción del asesinato). Hacen falta dos testigos oculares de un HECHO real (no de una tendencia, ni predilección, ni orientación) para establecer una culpa capital.
Fue este hecho el que salvo la vida de la mujer sorprendida en adulterio que los fariseos llevaron a Jesús (capítulo 8 del Evangelio de San Juan). Cristo aplicó la doctrina de las manos limpias, que requería que los testigos que fueran a lanzar las primeras piedras estuvieran libres de culpa con relación al caso que se juzgara. Como todos los testigos tenían las manos sucias (habían ayudado a descubrir la relación adúltera) estaban descalificados según la ley del Antiguo Testamento para lanzar las piedras. La mujer resultó exonerada sobre la base del procedimiento, aunque había sido sorprendida en el acto (lo cual nunca fue cuestionado). A menos que la crítica humanista de la RC abarque esas distinciones importantes (lo cual parece que usted está interesado en averiguar y que es encomiable), no describirá acertadamente la situación de que se aplique la ley del Antiguo Testamento a una cultura.
Dios le dijo a Samuel que “el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16.7). Esta es una restricción por la que la ley humanista siente impaciencia, ya que siempre busca discernir el motivo en la criminología (una presunción conformada en la creación legal moderna de los llamados “crímenes de odio”). El humanismo cree que es correcto castigar a una persona por lo que cree o por lo que es. La ley bíblica mira el hecho concreto, observado por testigos presenciales adecuados e imparciales, inocentes de confabulación. Es tan serio el asunto del testimonio (formulado en el noveno mandamiento de no dar falso testimonio contra el prójimo, mandamiento que es en primer lugar aplicable al testimonio en el tribunal) que los testigos deshonestos reciben en sí mismos la pena que su falso testimonio hubiera acarreado injustamente para el acusado.(Un ejemplo de esto, que se explica por sí mismo, se halla en el libro apócrifo de Susana: Daniel descartó el testimonio de los dos mentirosos, liberó a la inocente Susana y después fueron condenados los testigos falsos.) Estos requisitos de procedimiento, que son parte y esencia de las leyes concretas del Antiguo Testamento, tienen una aplicación obvia en algunos casos sobre los que usted expresa preocupación. Década tras década, a medida que una nación se va volviendo más consistente con la Biblia y un porciento cada vez mayor de su población va considerando la ley de Dios como la norma adecuda de moralidad, es probable que las presiones sociales resultantes (que ahora son aplicadas tan exitosamente por nuestra cultura actual de lo que es políticamente correcto) gradualmente se reviertan en favor de las expectativas morales bíblicas, provocando que la mayor parte de las conductas ilícitas desde el punto de vista bíblico busquen ambientes más privados, (más allá del alcance de los testigos) mucho antes de que tales leyes bíblicas se transcriba a la ley civil. La idea de una masacre de homosexuales es un invento total que descansa en un enfoque nada sistemático, fragmentario, picoteado, de la ley bíblica. La ley bíblica trata con actos concretos observados por testigos presenciales calificados. Mientras que el humanismo podría, acorde con su propia naturaleza, dictar una ley que diga que uno puede ser ejecutado solo por ser un homosexual, la Biblia condena expresamente ese tipo de farsa monstruosa.
La ley bíblica nunca será introducida a tal escala, ni siquiera voluntariamente, a menos que sea comprendida por completo y sus ramificaciones analizadas hasta la última jota y tilde. Cualquier intento de imponer simplemente el programa bíblico completo a un populacho renuente encontrará el mismo final que la Prohibición. La ley bíblica debe ser abrazada, y por una gran mayoría de la población, y ese proceso tomará seguramente décadas, o quizás siglos, para completarse. La fuerza que lo mueve no es la voluntad de los hombres, sino el Espíritu de Dios. La RC no está al timón, sino que más bien está señalando hacia el que está realmente al timón. Resistiré el impulso de hablar de la caverna de Platón, pero la tentación de hacerlo aquí es en realidad bien fuerte.
Yo pienso que hay un gran valor social inherente en las leyes bíblicas sobre la restitución. La sociedad contemporánea ha perdido de vista a la víctima y al requisito moral de la restitución. La restitución es fundamental en el plan de Dios para el futuro del mundo. (Cristo permanecerá en el cielo “hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas” según Hechos 3:21). Las prisiones no son bíblicas; no tendrán lugar en una sociedad que haya abrazado la ley bíblica. La banca de reserva fraccionaria desaparecería, al igual que la inflación monetaria, lo que también reduciría al Estado de poder en el proceso. ¿A quién no le gustaría reemplazar al IRS con un código bíblico de impuestos? Solo los que aplauden al Estado de poder como nuevo dios que rehará a la Humanidad a su imagen. La RC considera este paraíso humanista como una servidumbre lastimosa.
Por tanto, ¿qué partes de la ley del AT son impuestas a la sociedad, según la visión de la RC? Ninguna es impuesta, sino que TODA ella es finalmente abrazada de forma voluntaria , tanto en su contenido de procedimiento como sustantivo (excepto el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento, que fue sobreseído por el sacrificio de Cristo en la cruz, y cualesquiera leyes específicas para el status arquetípico de Israel como nación con un pacto directo con Dios). Esto lleva al máximo la libertad dentro de una sociedad.
3. Una version más específica de la última pregunta: dígame qué libertad religiosa quedaría en una sociedad de RC. ¿Podrían las demás religiones, o el ateísmo, promover sus ideas públicamente? ¿O serían castigadas, como en los tiempos del AT, por adorar falsos dioses o por tratar de que otros crean lo mismo que ellos?
Esa es una pregunta muy buena. ¿Por qué, en concreto, apartarse de Yahweh era tratado tan severamente en el antiguo Israel? Por la misma razón que los Estado modernos tratan la traición como un delito capital, y habitualmente ejecutan a los que son culpables de traición. La naturaleza de Israel (como nación en pacto específico y directo con Dios) la ponía en una relación peculiar con Él, una relación que le asignaba a la apostasía el status de traición. Que esos individuos invitaran a otros a participar en su traición hacía que su apostasía fuera doble y triplemente odiosa. La presencia real de Dios estaba en medio del campamento (en el tabernáculo) o la ciudad (en el Templo) y esto hacía una diferencia enorme en cómo tales acciones eran tratadas. NO HAY una relación informal con un Dios encarnado que es fuego consumidor (Heb. 12:29) Y QUE ES amor (1 Juan 4:16) y verdad (Juan 14:6), y en especial cuando Él manifiesta Su presencia físicamente en medio del campamento (Números 12:5).
Aquella situación única, que concluyó hace mucho, no se va a repetir, por tanto la circunstancia que determinaba la clasificación de esa apostasía y proselitismo religiosos como delitos de traición ya no existe. Como se ha dicho bien, la Iglesia estaría destruyendo su propio campo misionero si aplicara ese estatuto que era solo para el antiguo Israel, pero San Pablo no propugna semejante enfoque una vez que Cristo ha aparecido. Las naciones tienen que ser hechas discípulas de Cristo (Mateo 28:19) y el derramamiento del Espíritu Santo sobre toda carne (Hechos 2:17) potencia este proceso sobrenatural.
Además, la Biblia distingue el ministerio de misericordia y gracia (la Iglesia) del ministerio de justicia (el Estado). El Estado esgrime la espada, pero la Iglesia no. De hecho, Zacarías 6:12-13 deja claro que los ámbitos civil y religioso están unidos única y exclusivamente en Cristo y en nadie más (ni en nada más). Él es un sacerdote en Su trono, “y consejo de paz habrá entre ambos“ (Zacarías 6:13), es decir, entre el oficio del rey y el oficio del sacerdote; en otras palabras: entre los oficios civil y religioso. Los dos están reunidos solamente en la persona de Cristo, pero se mantienen separados en todas las demás instancias.
El llamado a la pureza doctrinal, entonces, se aplica al dominio de la gracia y la misericordia (la Iglesia) pero no se repite para el Estado, que está limitado en su función. La Iglesia debe permanecer fiel a su Señor porque está organizada específicamente para ser “columna y baluarte de la verdad” (1 Timoteo 3:15). La sanción más fuerte que la Iglesia puede imponer es la excomunión y ese es el límite de su respuesta a la actividad que usted describe. La espada le es negada a la Iglesia, como lo es a la familia, mientras que al Estado le está vedado determinar en materias de pureza doctrinal (lo cual usurpa la responsabilidad de la iglesia) y ejercer castigos en esta área. Si el Estado escoge legislar en términos del cristianismo y la Biblia, la RC sostiene que las bendiciones de Deuteronomio 28 serán derramadas al final sobre él. Si el Estado elige redactar e implementar legislación contraria a la Palabra de Dios, entonces Dios se reservará el derecho de ejecutar Su juicio sobre el Estado y hacerlo directamente. Pero la Iglesia fue informada a las claras por su Señor que los que vivieran por la espada, por la espada morirían. Como dice San Pablo, a los cristianos se les ha dado “el ministerio de la reconciliación... que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (2 Corintios 5:18-20).
San Pablo se sentía cómodo hablando en público, intercambiando ideas con promotores religiosos tanto judíos como gentiles, incluso confrontando un monumento a un Dios desconocido. Los cristianos deberían seguir su ejemplo y no atormentarse por los resultados finales de esas confrontaciones con otras religiones. El tema de todo el segundo capítulo de Daniel es que Dios envía a la tierra una piedra “cortada, no con mano” (Daniel 2:34) que desmenuza y luego asimila todos los otros reinos a sí misma, por lo que crece hasta llenar toda la tierra.
Como bien se ha dicho, la Palabra de Dios es el disolvente de todas las instituciones que no están basadas en ella. El evangelio está adornado con el lenguaje de la victoria. Es triste que cuando la RC apela a esos pasajes, la acusen de triunfalismo vanidoso. No vemos por qué caracterizar la confianza en el Dios viviente en esos términos despectivos. Si los cristianos promedio tienen dificultades con la RC es porque la RC, como Abraham, no ha dudado de la promesa de Dios (Romanos 4:20). Jesús, al mirar al mundo, no abogó por el exterminio de las masas paganas, sino que proclamó que los campos estaban blancos para la siega (Juan 4:35) y envió obreros con las buenas nuevas. San Juan, contemplando las densas tinieblas paganas de Asia Menor hacia el fin del primer siglo después de Cristo, no aconsejaba afilar las espadas para eliminar los nidos de infieles, sino que, confiando en las promesas de Dios, nos aseguraba que “las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra” (1 Juan 2:8).
Esto es importante: las tinieblas pasan porque la luz verdadera alumbra (la Gran Comisión es obedecida). El paso de las tinieblas es una consecuencia pasiva de la predicación del Evangelio. En ninguna parte Juan les aconseja a los cristianos hacer retroceder las tinieblas con espadas empapadas de la sangre de los infieles.
El Nuevo Pacto de Dios, predicho en el Antiguo Testamento, en el libro de Jeremías, es un “mejor pacto, establecido sobre mejores promesas” (Hebreos 8). Entre esas diferencias está el hecho de que las leyes del Antiguo Testamento relativas a la traición estaban vinculadas con la presencia de Dios en el Tabernáculo, en el Arca de la Alianza en medio de Israel. Las leyes ya no se aplican. Eso es declarado en el Antiguo Testamento en Isaías 65:2-6, entre otros pasajes, en que la apostasía religiosa se considera punible, pero no por el Estado, sino por el propio Dios, que dice “recompensaré, y daré el pago en su seno”, como un eco de la advertencia de San Pablo en el Nuevo Testamento: “dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:19). De acuerdo con esto, los que practican actividades tales en una sociedad basada en la ley bíblica, tienen menos que temer de los cristianos y de un gobierno civil que observe las jotas y las tildes de la ley bíblica, que del propio Dios.
San Pablo trató realmente con una situación igual a la que usted describe en su pregunta: una crítica abierta a la fe, con vistas a hacer prosélitos que se apartaran de ella. Él compara a tales hombres con los sacerdotes del Faraón a los que se enfrentó Moisés: “Y de la manera que Janes y Jambres resistieron a Moisés, así también éstos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe. Mas no irán más adelante; porque su insensatez será manifiesta a todos, como también lo fue la de aquéllos” (2 Timoteo 3:8-9).
Este hombre Pablo, un erudito de la ley bíblica, tuvo toda oportunidad de decir que el gobierno civil debería ejecutar a esos hombres por derrocar la adoración al Señor Dios, pero San Pablo reconoce que “la palabra de Dios es… más cortante que TODA espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos, y las intenciones del corazón“ (Hebreos 4:12, énfasis añadido). Pablo está puesto para la defensa del Evangelio, sabe que la espada que hay que esgrimir en esta arena viene en la forma de palabras que salen de su boca. Según sus palabras: “Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres” (2 Corintios 5:11).
Los cristianos no tienen que desesperarse por la potencia de su mensaje frente a los argumentos y pretensiones contrarias de otros. La libertad religiosa obra en favor del cristianismo (puede extender el Evangelio en paz), mientras que la persecución religiosa tiende a a hacer que se propague más lejos y más profundo. Como dijera el historiador cristiano Augusto Neandro, todo lo que es arrojado al sendero de la Iglesia para detenerla, al final lo único que hace es propiciar su crecimiento.
Con relación a la libertad religiosa, es significativo que el fundador de Calcedonia, el Dr. R. J. Rushdoony, no vacilara en defender (cuando fue necesario, en los tribunales) a grupos que estaban fuera del palio del cristianismo ortodoxo (a los que la mayoría de los cristianos considerarían sectas) contra la intromision del Estado en sus distinciones religiosas. La mayoría de los cristianos evangélicos no hubieran movido un dedo para ayudar a “las sectas” frente a esa intervención estatal, pensando que se merecían ser perseguidas y molestadas. La Reconstrucción Cristiana mira las cosas desde una perspectiva más aguda y a largo plazo, enfocada en categorías bíblicas y no con un pensamiento estrecho y provinciano. Los Reconstruccionistas Cristianos estuvieron por tanto en primera línea de la defensa de otras fes cuando sus libertades religiosas se veían amenazadas por el gobierno de los Estados Unidos. Por tanto, a un nivel práctico, la acusación de que la Reconstrucción Cristiana aboga contra la libertad religiosa de cualquier fe que no sea su propia variante de ortodoxia, se puede demostrar que es históricamente falsa.
Las actividades de Rushdoony tenían un límite obvio (claramente que no iba a defender una religión que llamara a hacer sacrificios humanos, porque estaría en juego un principio de mayor peso que la libertad religiosa). No obstante, a usted le sería difícil encontrar otra personalidad religiosa importante que haya sido tan magnánima dedicando esfuerzos en las salas de los tribunales para defender la libertad religiosa (nada menos que a costa de su propio bolsillo). Dentro de las limitaciones mencionadas, Rushdoony entendía que, escrituralmente, a menos que todas las religiones tuvieran libertad, ninguna la tendría al final. Pero el marco moral definitivo que determinaba la credibilidad de una práctica religiosa supuesta (por ejemplo, los sacrificios humanos) tenía que estar dentro del marco heredado por los redactores de la Constitución: lo que ahora llamamos, en general, la ética judeo-cristiana. Concederle libertad religiosa a una religión basada en sacrificios humanos sería privar a otros ciudadanos del derecho a la vida.
Como enseñaba Rushdoony, toda ley es moralidad promulgada: especifica cuáles acciones son legítimas y cuáles serán castigadas (es decir, las leyes discriminan entre el bien y el mal). En un final debe haber un fondo de referencia que provea un marco moral dentro del cual el mundo sea organizado conceptualmente y las ideas evaluadas. El fondo actual es una referencia automática cristiana diluida, cubierta con una frazada postmoderna humanista. Está lejos de ser lo ideal, pero Dios (no los cristianos) asegurará en Su tiempo el predominio de Su Palabra sobre la palabra del hombre humanista. “Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada” (Mateo 15:13).
Dios es el agente directo de cualquier “desarraigo” o desalojo de este tipo. Como aprendemos en Hebreos 12:26-27, Dios (no los Reconstruccionistas Cristianos) estremece de continuo los cielos y la tierra para “la remoción de las cosas movibles... para que queden las inconmovibles”
Los cristianos no tienen motivo para interferir en las disposiciones soberanas de Dios para ese proceso, que preside y gobierna solo Él. Nuestra tarea es predicar el Evangelio y Dios dará el crecimiento.
La RC protege la libertad religiosa al menos en el alcance en que los humanistas quieran concederla. Si alguien representa una amenaza para la libertad religiosa es el humanismo, porque hay movimientos telúricos bien definidos para castigar a las iglesias por lo que se enseña desde el púlpito, por medio de la revocación de las exenciones de impuestos de las iglesias “ofensoras”. Los Reconstruccionistas Cristianos hallan difícil tomar en serio las reclamaciones de libertad religiosa, cuando los principales reclamantes de la otra parte dan evidencias de una hostilidad abierta hacia los cristianos que ejercen sus libertades religiosas. Por todo lo que podemos ver, el zapato está en el pie equivocado y las acusaciones de que la RC es una amenaza a la libertad religiosa constituyen una campaña de desinformacion que apesta a burda hipocresía, al menos entre ciertos humanistas.
Afectuosamente suyo,
Martin G. Selbrede
Vice Presidente, Calcedonia
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