jueves, 14 de enero de 2010

El problema no son los políticos

Por: Hugo Balderrama
Ahora que paso el proceso electoral, considero conveniente escribir estas líneas. Desde el 6 de Diciembre pasado tenemos un gobierno que tiene un 65% de los votantes a su favor, fenómeno que cayo como balde de agua fría a los opositores que aun sabiendo la derrota esperaban que esta no fuera de semejante magnitud, las razones sobran pretendiendo explicar la paliza electoral, pero la pregunta de fondo es ¿nos encontramos frente a un nuevo escenario político, es este un proceso de cambio legitimo capaz de superar la pobreza en la que viven muchos de nuestros compatriotas? A mi juicio no, lamentablemente el apoyo de nuestros compatriotas al proyecto de masista, solo nos muestra que en el corazón de miles de bolivianos todavía esta presente un sentimiento de afecto a las ideas de las denominadas izquierdas que en el fondo solo son estado manejando vidas y haciendas ajenas.
Todos los que somos amantes de estados reguladores y no patrones, nos preguntamos como es posible que miles de latinoamericanos todavía pongan sus esperanzas en políticos que pregonan un modelo de sociedad que ya fracaso y que principalmente oprimió a una cantidad incontable de seres humanos, ¿cuales son las causas que mantienen encendida la esperanza? Quisiera destacar dos.
En primer término, los privilegios ostentados por elites políticas que consiguieron su fortuna en base a su capacidad de lobby con el poder de turno, empresarios que se hicieron ricos en base a monopolios artificiales otorgados por gobiernos corruptos, que siempre acaban perjudicando a la gente de a pie, el ejemplo mas claro fue Lloyd Aéreo Boliviano que paso de ser una empresa estatal ineficiente a ser un monopolio mucho peor en manos del señor Asbun, con apoyo del gobierno de Sánchez de Lozada, que otorgo una protección legal impidiendo que otras empresas establezcan centro de operaciones en Bolivia.
El segundo y quizás el mas importante es la mentalidad promedio del latinoamericano en general y el boliviano en particular, una tolerancia extrema a la mediocridad, que se refleja en frases como “la hora boliviana”, “el estado no hace nada”, “la alcaldía no limpia la basura” dejando de la lado la responsabilidad individual, considerando que el gobierno es una madre y los individuos sus hijos mas mimados, seres que hacen culpables a otros (USA, neoliberalismo, la colonia) de su propia pobreza, que responsabilizan a los demás de sus propias equivocaciones.
Desde mi posición de educador me repugnan las ideas de algunos mis colegas, que ponen dentro las mentes más jóvenes ideas mendicantes de recibir educación, cultura y demás cosas del estado.
Si lo que queremos es abandonar el lodazal donde nos encontramos es precisamente en esas mentes jóvenes donde tenemos que trabajar. Hagámoslo mostrándoles el valor del trabajo propio, valorando aquellos que inician un emprendimiento que a mi parecer son los verdaderos héroes, enseñándoles que siempre se puede ser mejor, que la carencia de condiciones materiales, debe ser considerada como el principal aliciente del progreso personal. Ejemplo hay muchos: Mozart nunca tuvo las condiciones materiales para ser el maestro de la música, sin embargo, lo fue. Ronaldo no nació millonario, Tevez Jugaba futbol en las canchas del Fuerte Apache en Buenos Aires. ¿Qué esperamos nosotros?
Quiero terminar reproduciendo un cuento de Carlos Kasuga empresario japonés radicado en México:
Había un bosque en el que vivían muchos animalitos. De repente este bosque se empieza a incendiar y todos los animalitos empiezan a huir. Solo hay un gorrioncito que va al río, moja sus alitas, vuela sobre el bosque incendiado y deja caer una gotita de agua, tratando de apagar el incendio. Va al río moja sus alitas, vuela sobre el bosque incendiado y una o dos gotitas de agua deja caer, tratando de apagar el incendio. Pasa un elefante y le grita al gorrioncito: ¡No seas tonto! ¡Huye como todos! ¡No ves que te vas a achicharrar! El gorrioncito voltea y le dice ¡No!, este bosque me ha dado todo, familia, felicidad; me ha dado todo y le tengo tanta lealtad que no me importa que me muera, pero voy a tratar de salvar este bosque. Va al río, moja sus alitas y revolotea sobre el bosque incendiado y deja caer una o dos gotitas de agua. Ante esta actitud Dios se compadece de él y dejan caer una tormenta, y el incendio se apaga. Y este bosque vuelve a reverdecer y a florecer, y todos los animalitos vuelven a regresar y a ser felices, más felices de lo que eran.
Compatriotas de todas las edades, yo comparo este bosque con nuestro país, tal vez estemos en un gran incendio, en una gran crisis política, social, económica y moral; pero yo les pido a ustedes que todos los días dejemos caer una o dos gotitas de sudor y de trabajo. ¡Si así lo hacen!, Dios los bendecirá.