jueves, 10 de octubre de 2013

Pobreza, Riqueza y lo que dice la Biblia.


 
Por: Hugo Balderrama

De verdad resulta triste ver que en pleno siglo XXI, cuando salieron a la luz los crímenes de los grandes tiranos socialistas (Mao, Stalin, Tito), cuando las violaciones a los derechos llevadas a cabo por el gobierno de Castro son imposibles de ocultar, después de comprobar que Guevara es un simple delincuente que fusilo a centenares de cubanos, todavía existan personas que ven en ese modelo de sociedad la solución a los problemas que golpean a millones de latinoamericanos (no es raro ver fotos del “Che” en casi todas las universidades fiscales de América Latina). La pregunta obvia es ¿Por qué?

Es evidente que existe más de una respuesta la interrogante anterior; desgraciadamente una de las soluciones equivocadas viene de una mala interpretación de la Biblia, muchos predicadores intencionalmente o no, pretenden tergiversar las enseñanzas de las escrituras, no es raro escuchar en los sermones la crítica a la riqueza, haciéndola aparecer como uno de los mayores pecados y la causa central de los males del mundo. Dichos sermones desconocen que los evangelios dan grandes alegatos a favor de la propiedad privada como: no robar y no codiciar haciendas ajenas. Así como también desconocen las grandes enseñanzas que dejo Juan Pablo II en la encíclica CentesimusAnnus. Donde resalta el papel del mercado y la empresa en el alivio de la miseria en el mundo.

En el siglo XIX el profesor Eugen von Bohm-Bawerk, en una obra muy larga, que la denomina “Capital e Interés” explica que la causa de la pobreza es la escasez; lo significa sencillamente que la naturaleza no nos ha provisto a los seres humanos lo necesario para la satisfacción de nuestras necesidades (Génesis 3-17). Los bienes y servicios que demandamos no están colgados de los árboles, no surgen como maná del cielo. El alimento, el vestido, las necesidades más elementales, por no decir las otras necesidades, todas deben ser producidas a través del trabajo humano (Génesis 3-19).  Debido a que los bienes no aparecen del cielo y, por ende, no hay de todo para todos todo el tiempo, la propiedad privada permite asignar los escasos recursos para que sean administrados por las manos más eficientes para producir lo que demanda la gente, los que dan en el blanco son aquellos que en un momento determinado verán crecer sus patrimonios, en cambio los que no puedan ofrecer productos con valor incurrirán en quiebras,  esto suele pasar en un mercado libre donde el empresario debe complacer al consumidor si quiere permanecer en el juego. Todo esto se desmorona cuando aparecen los empresarios mercantilistas que viven en las oficinas estatales buscando el favor del gobernante de turno, esto siempre se traduce en mercados cautivos (aranceles a la importación, o monopolios artificiales), que son un robo disimulado al bolsillo del prójimo, en especial de los más pobres, debido a que compran menos y de peor calidad; la biblia condena expresamente este procedimiento estatista (acepción de personas) en Deuteronomio 16-18,19 e Isaías 10-1

En Deuteronomio (8-18) “acuérdate que Javeh tu Dios, es quien te da fuerza para que te proveas de riqueza” claramente habla del trabajo laborioso y condena el parasitismo promovido por el estado benefactor; “Pesos y medidas justas tendrás” Levítico 19-35 el mejor freno contra el dinero fiduciario causante de la inflación y la devaluación monetaria.  En 1 Timoteo (5-8) “si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe” mandato de ser proveedores de la familia por deducción un cristiano no puede esperar ayuda de los planes sociales estatistas. En la parábola del joven rico se muestra como ese rico opto por lo material en lugar de Dios, como explica el maestro Mansueti es una enseñanza sobre salvación y la obra redentora de Jesucristo y no una justificación para el socialismo. Como se puede observar en estos textos extraídos de los evangelios, el progreso material no es incompatible con la práctica religiosa, porque de ser así, Jesús fueran el primer promotor del hambre y la miseria general, lo cual degradaría de sobre manera al más grande maestro del bien.

Los textos sagrados nos hacen un llamado a la humildad que es una de las mayores bendiciones que Dios puede otorgar a un ser humano. La misma viene de conocer acerca de Dios y reconocer su grandeza, venerarlo, amarlo y temerle, y viene también de conocerse a sí mismo y sus propias faltas y debilidades. Dios da esta característica a quienes que luchan por acercarse a Él a través de obras de piedad y rectitud. Aquel que es humilde en verdad es quien es realmente bendecido. Cada vez que se siente superior a los demás, recuerda a Dios, el Más Grande y Omnipotente, y se humilla en verdadera sumisión. “Bien Aventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5-3)