Por Alberto Mansueti
Miércoles, 27 de Agosto, 2014
Qué
es un “analfabeto funcional”? Es alguien que puede leer pero no captar
el sentido de lo que lee; que puede escribir pero sin ortografía y con
redacción inentendible; cuyo registro de vocablos y conceptos es muy
reducido, y nula su competencia para el razonamiento abstracto; tampoco
sabe expresarse muy bien, e ignora muchas cosas acerca de sociedad,
economía, historia y política, pero sin embargo opina. Y como si fuera
poco, a veces, entre sus 30 y 40 años de edad, parece negarse a madurar:
es “adultescente”, entre adulto y adolescente crónico.
Es el resultado de la educación
controlada por el Estado; gente que todo lo espera del “Gran Gobierno”, y
vota por candidatos que se lo prometen.
Solución: en EEUU, hay 1 millón 770 mil
niños en edad escolar que no van a la escuela este año, porque sus
padres no quieren eso para ellos. Estos niños reciben en casa una
educación mucho mejor, esmerada y de calidad, a cargo de maestros
“charter” elegidos por sus padres, en grupos dentro del mismo
vecindario. Cada año crece la cifra de “homeschoolers”: 850 mil en 1999;
1.1 millones en 2003; 1.5 en 2007; 1.7 en 2011, según la HSLDA Home
School Legal Defense Association, y cifras del Departamento de
Estadística Escolar de la Secretaría de Educación. (Puedes buscar en
Google infinidad de materiales, grupos de apoyo e información sobre
“educación escolar en casa”).
Al Gobierno no le gusta mucho esta
tendencia, pero si cada vez más padres no quieren enviar sus niños a la
escuela, o los retiran para aprender en casa, porque la “educación”
controlada por el Estado es cada vez peor, ¿qué puede hacer el Gobierno?
Los 1.770.000 niños son el 3.4% de población en edad escolar, y la
cifra se ha duplicado desde 1999, cuando la HSLDA comenzó el registro.
En cinco años, de 2007 a 2013, el movimiento homeschooling creció un 17%
en EEUU.
¿Y en todo el mundo? Las cifras
actualizadas son difíciles de conseguir en algunos países, sobre todo
donde educar en casa aún es ilegal, o al menos no totalmente legal; pero
la tendencia (¿o el movimiento?) crece en Australia, Canadá, Francia,
Alemania, México, Sudáfrica, el Reino Unido, España y Japón. El Dr.
Brian Ray, Presidente del NHERI (National Home Education Research
Institute) en su libro Worldwide Guide to Homeschooling de 2005, estimó
de 50.000 a 95.000 niños en Canadá para el año escolar 2000-2001; en
Australia estaban entre 35.000 y 55.000; y en Alemania entre 500 y
600.000. Las cifras para Inglaterra y Gales variaban de 13.000 a 50.000.
En España se calcula entre 2.000 y 4.000 familias.
¿Qué rechazan esos padres?
Principalmente las teorías pedagógicas “modernas” y “progresistas”, en
curso desde mediados del s. XX, cuyo pésimo resultado hoy sufrimos. La
Dra. Inger Enkvist, educadora sueca, investiga y cuestiona el error de
la “Educación centrada en el alumno”. Dice que la educación debe
centrarse no en el alumno sino en los conocimientos, los cuales deben
ser trasmitidos al alumno, de modo organizado y estructurado, por un
docente capacitado para hacerlo. Eso es enseñar.
Pero hace tiempo eso no se hace en las
escuelas bajo control de los Gobiernos, que emplean unos métodos muy
defectuosos, que pretenden incentivar y desarrollar la “independencia” o
autonomía del pequeño para aprender. Los burócratas del Ministerio de
Educación nos dicen que “más que transmitir conocimientos, educar es
enseñar a pensar por sí mismo y a investigar”. Y hacen a un lado al
profesor, cada vez menos capacitado, y quitan relieve a la relación
entre alumno y docente.
“Que el estudiante experimente por sí
mismo” es una mala idea, dice la Dra. Enkvist: el alumno tendría que
pasar por sí solo por todo el desarrollo intelectual y científico de la
humanidad entera, para repetirlo por su cuenta. Un disparate. Se quiere
que el alumno pueda encontrar el saber de modo “espontáneo”, movido por
su “curiosidad natural”. Pero así en realidad se dedica a tareas muy
mecánicas, únicas que puede hacer sin la asistencia del profesor. Y esto
va en detrimento de su desarrollo.
En todos los países los políticos
estatistas regalan una computadora a cada estudiante “a fin de preparar
al alumno para el mercado laboral”, dicen, brindando así una “ventaja
competitiva al país en la economía”. Al alumno se le pone solo frente al
computador, a buscar en Internet, en vez de ayudarse con un buen
manual, escrito por un especialista, y con clases estructuradas, y
apuntes de las clases dictadas por el docente. La clase magistral está
satanizada. Se supone que el aprendiente va a encontrar material sobre
algo que no conoce ni sabe todavía, asumiendo que todo alumno sin
preparación alguna, sin madurez ni disciplina, es como un autor de
manual en potencia.
Otra mala idea: se le dice al niño, y a
los padres y maestros, que aprender debe ser divertido, no debe costar
esfuerzo. Si hay que poner esfuerzo, entonces no sirve, algo está mal.
Esto lleva a un “infantilismo permanente”: al chico se le invita a estar
siempre jugando, “conectado con sus sentimientos”, para “elevar su
autoestima” y por tanto “satisfecho consigo mismo”. La insistencia en lo
fácil, lo lúdico, lo placentero, lo hedonista, son otras manías
negativas para el desarrollo intelectual del joven. Hay también la idea
de una falsa “libertad de elegir”. De la premisa “el estudiante es el
centro de la educación”, se deduce que siempre debe poder elegir si
quiere o no hacer tarea escolar, cuál tarea, cómo, dónde, y escoger de
qué manera. Pero el alumno no está capacitado para tomar todas esas
decisiones, al menos por sí solo, sin ayuda de un ductor.
Otra moda horrorosa es el rechazo al uso
de la memoria, y a la chance de que el maestro presente un sector del
conocimiento de manera estructurada y sistemática, para que el alumno lo
anote, lo asimile y entienda, se lo grabe y lo repita. Se considera
esto un atentado a la creatividad y a la imaginación. Esto es aceptar e
incentivar la fragmentación. Todo se queda en unas piezas de
conocimiento dispersas. Al alumno no se le pide que estructure, que
desarrolle una idea en forma coherente, que repase. Mucho menos que use
su memoria, facultad satanizada en la “Nueva Pedagogía”. De esta manera
no hay retentiva, tampoco hay estructura: todo queda disperso, y se
agota en el mismo instante.
Tras este enfoque está la idea romántica
del ser humano y su “naturaleza buena”, procedente de J.J. Rousseau. La
idea es que las personas son buenas en sí mismas, y se estropean por
culpa de la formación impartida por los maestros que son “represivos”; o
sea, por culpa de la cultura. Se piensa que solo dejando en paz al niño
o al joven, podrá desarrollarse por sí mismo, de manera “natural”,
llevado por su “curiosidad innata”, y ser una persona más creativa. Sin
sujetarse a una formación controlada o supervisada por un enseñante
competente.
¿Y cuál es el remedio? Pues el retorno a
la educación clásica, el camino emprendido por la mayoría de los padres
homeschoolers en EEUU. y en todo el mundo. ¡Te espero la semana que
viene si Dios quiere!
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