miércoles, 9 de diciembre de 2009

Francisco de Miranda y la crisis actual

No pocas de las cabezas de los movimientos por las independencias decimonónicas latinoamericanas entendían que no se trataba simplemente de cortar amarras con la metrópoli sino que abogaban por la autonomía del individuo. Por eso es que Miranda repetía en su muy frondosa correspondencia que “no buscamos sustituir una tiranía antigua por otra tiranía nueva”. Sus sueños apuntaban a sociedades libres en el sentido más estricto de la expresión. Peleó en el terreno de las ideas y en el militar, en ambos casos con suerte varia y con las oposiciones, intrigas y difamaciones que habitualmente rodean a personas de su talla y estirpe.
Como he dicho antes, resulta muy paradójico que, en la región latinoamericana, los más fervientes partidarios del uso de la escarapela, el canto de himnos y el blandir de banderas a diestra y siniestra son en verdad españolistas en el sentido de adherir a las estructuras monopolistas de las épocas coloniales más truculentas (además de ser acérrimos partidarios de las dictaduras de Primo de Rivera y Franco y enemigos declarados de las Cortes de Cádiz y su Constitución liberal de 1812). En tierras sudamericanas son los partidarios de la intromisión de los aparatos estatales en los negocios privados. No se sabe que quieren significar con sus alardes de patrioterismos puesto que suscriben políticas que en la práctica, tal como explicaba el gran Juan Bautista Alberdi, convierten a los pueblos en colonos de sus propios gobiernos y se oponen al liberalismo, lo cual revela que no entendieron la columna vertebral de los movimientos que abogaban por la independencia.
Francisco de Miranda constituye uno de los ejemplos más claros del espíritu de emancipación latinoamericana y denuncia en su célebre proclama en Caracas, en 1806, que “la inconcebible ineptitud, inauditas crueldades y persecuciones atroces del gobierno español hacia los incautos e infelices habitantes del nuevo mundo desde el momento casi de su descubrimiento”.
Este personaje recorrió Estados Unidos, Europa y Rusia, y mantuvo asiduos contactos personales y epistolares con Thomas Paine, James Madison, Thomas Jefferson, Jeremmy Bentham, John Stuart Mill, Edward Gibbon y había leído a los autores de la Escuela Escocesa (especialmente Hume y Adam Smith), a Locke, Montesquieu y Voltaire. Además de su lengua nativa, hablaba y leía con fluidez italiano, francés, inglés y ruso (traducía del latín y del griego). Participó no solo en las luchas latinoamericanas sino -igual que Lafayette- en la Revolución Norteamericana y en la Revolución Francesa hasta la contrarrevolución y el reino del terror lo puso preso por un tiempo; su nombre está grabado en el Arco de Triunfo.
Sus biógrafos más conocidos -Karen Raice, William S. Robertson, Joseph F. Toring y Vicente Dárola- subrayan sus notables conocimientos en materia jurídica, filosófica, económica y militar. Las observaciones en su diario cuando recorrió distintos lugares en la naciente Estados Unidos (con particular atención en Filadelfia y Boston) atestiguan la profundidad de sus estudios.
Arturo Úslar Pietri dijo en el Senado venezolano el 4 de julio de 1966 que Miranda fue “La más extraordinaria personalidad que había florecido en el vasto, desconocido y rico lino del nuevo mundo. Era la flor y la asombrosa síntesis de tres siglos de historia y de magia creadora [...] Su apresurado peregrinaje por el mundo fue menos intenso, variado y sin tregua que su maravilloso viaje de deslumbramiento a través de los libros, las literaturas y las ciencias de los viejos y los nuevos tiempos. No hubo hombre de su siglo que hubiera reunido conocimientos más extensos y variados ni biblioteca comparable a la que llegó a reunir”.
Puede resumirse el aspecto medular de su visión en una carta dirigida a Thomas Paine en 1797: “La conservación de los derechos naturales, y, sobre todo, de la libertad de las personas, seguido de sus bienes, es incuestionablemente la piedra fundamental de toda sociedad humana, bajo cualquier forma política en que ésta sea organizada”.
En Venezuela, su tierra natal, fundó la Sociedad Patriótica con la idea de discutir y fortalecer los principios de libertad, al tiempo que pretendía establecer una única nación latinoamericana que apuntara a incluir con el tiempo la antigua colonia portuguesa en el sur de América.
Sus éxitos de orador y su desempeño brillante en la Logia Lautaro -tanto en Cádiz como en tierra americana- despertaron los celos de Bolívar quien lo entregó a las fuerzas españolas a raíz de un armisticio firmado por Miranda para evitar una derrota segura, un burdo pretexto para deshacerse del hombre más destacado del momento que había sido el precursor de algunas de las propuestas bolivarianas. Dichas fuerzas españolas lo condujeron a la península, paradójicamente a una cárcel cercana a su tan apreciada Cádiz, donde, a poco andar, desdichadamente murió este gran hombre de todos los tiempos y latitudes.
Como he escrito reiteradamente en muy diversos medios, lamentablemente América latina no cuenta ya con el buen ejemplo del gobierno estadounidense cuyos documentos liminares fueron una valiosa guía para las Constituciones de muchos de los países del sur del continente. Hoy el déficit fiscal, la monetización de la ya astronómica deuda, el crecimiento exponencial de la relación gasto público-producto bruto interno, la insistencia en el rescate de irresponsables o ineptos (o las dos cosas a la vez) con el fruto del trabajo ajeno (aconsejo la lectura del ensayo de Jefffrey Miron de Harvard titulado “Bailout or Bankruptcy?”) y la manipulación de la tasa de interés por la banca central conducirán tarde o temprano a otra crisis mayúscula.
Tal como apunta Michael Tanner en su libro Leviathan from theRight, desde hace seis años se imprimen 75.000 páginas anuales de asfixiantes regulaciones (y, durante el mismo período y hasta la fecha vienen trabajando 39.000 burócratas del gobierno federal tiempo completo solo en regulaciones financieras, como muestra Johan Norberg en su artículo “Regulations and its Unintended Consequences” reproducido por Cato Institute en Washington DC). El proceso inflacionario en marcha, por el momento genera un boom artificial que indefectiblemente conducirá (posiblemente en un par de años) a un crack que intensificará y extenderá lo que hoy ocurre con el desempleo masivo, a lo que debe agregarse el nuevo intento de acentuar el ya quebrado sistema estatista de medicina (que en momentos de escribir estas líneas fue aprobado en la Cámara de Representantes por solo dos votos más de los requeridos y cinco más respecto de la minoría ya que treinta y nueve miembros del partido oficial se pronunciaron en contra del proyecto de ley junto con toda la bancada del partido republicano excepto uno…y ahora pasa al Senado con suerte por demás incierta para la legislación de marras).
Incluso la suba que experimenta la bolsa ocurre en términos del ya devaluado dólar pero si se lo mide en términos del euro es sustancialmente menor y si se lo hace en términos del oro el incremento es inexistente (y eso que este bien hoy está a su vez algo atrasado si se extrapola a valores reales en una serie estadística de los últimos veinte años). De cualquier manera, tal como se ha consignado, el precio del metal aurífero hace las del canario en las minas de carbón: cuando hay gases tóxicos se dispara en señal de alarma. El proceso de descomposición que lamentablemente viene ocurriendo en Estados Unidos está ahora refrendado por expresas declaraciones de Obama en el sentido de que debe revertirse la noción inserta en la Constitución de las tradicionales libertades negativas de protección a los derechos e introducir en la práctica la idea de la activa intervención gubernamental para redistribuir ingresos (dos declaraciones reproducidas en Fox News el 23 de octubre de 2009 y en “American Thinker” el 25 de octubre de este mismo año).
Como si esto fuera poco, hay nueve funcionarios de primer nivel designados por Obama sin la auditoria del Congreso que son extremistas radicalizados de izquierda, como el responsable máximo del FCC (Comisión Federal de Comunicaciones), Mark Lloyd, quien declaró en un tape de pública difusión que es un admirador de Hugo Chávez en su política expropiatoria en materia de telecomunicaciones. En esta situación, cabe preguntarse que queda para países como Argentina donde se ha destruido la división horizontal de poderes, donde las normas permanentemente cambiantes dependen del capricho del gobernante, donde ex terroristas están en funciones estatales y aplican una justicia tuerta solo para quienes los combatieron, donde los sindicatos de raíz totalitaria y activistas armados dominan el escenario político, donde las llamadas empresas privadas se ven privadas de toda independencia, donde la prensa independiente se desempeña bajo amenazas y donde las finanzas públicas están desquiciadas por megalómanos siempre sedientos por succionar el fruto del trabajo ajeno.
Robert J. Aumann -premio Nobel en Economía de 2005- acaba de pronunciar una conferencia en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Palermo en Buenos Aires en la que subrayó el peligro que significan los rescates financieros en Estados Unidos y en otras partes del mundo, y aseveró que “finalmente alguien va a tener que pagar por eso y una de las opciones será imprimiendo más moneda”. En solo nueve meses de gestión Obama pasó de tener un déficit de cinco puntos sobre el producto a trece. Sería cómico si no fuera trágico el que muchos livianamente sostengan que frente a una crisis la opción no puede ser que el gobierno se abstenga de “hacer algo” como si frente a un problema el aparato estatal debe meterle la mano en el bolsillo a quienes ganaron su peculio honestamente. En todo caso, si de hacer algo se trata, debería eliminarse el sistema bancario de reserva parcial manipulado por la banca central que pone en jaque a todo el sistema financiero, contar con marcos institucionales que respeten el derecho de todos y, por ende, abrogar todas las regulaciones absurdas y asfixiantes dirigidas a las actividades productivas, disposiciones gubernamentales que precisamente generaron esta crisis, del mismo modo que lo hicieron en la década del treinta tal como lo han señalado otros premios Nobel en Economía como Milton Friedman, Friedrich Hayek y James M. Buchanan.
Poco a poco se va estrechando el cerco del espíritu totalitario. Debemos despertar a los apáticos y redoblar nuestros esfuerzos para contribuir a los pilares de la sociedad abierta, de lo contrario inexorablemente ocurrirá lo que en otro contexto describe Julio Cortázar en “Casa tomada”. Cada vez está más extendida la enfermiza noción de que hay un “derecho” a los recursos producidos por el vecino, con lo que se desmorona la idea del respeto recíproco y se vulneran y desconocen los principios éticos, económicos y jurídicos más elementales de convivencia civilizada.
Confiemos en las enormes reservas morales existentes en Estados Unidos y en otros muchos lugares, pero tenemos que estar con los ojos bien abiertos pero con la debida atención en lo que ocurre porque como reza el título de la colección de trabajos de Macedonio Fernández “no todo es vigilia la de los ojos abiertos”. Todos tenemos que alimentar la filosofía liberal que pregonó Miranda con tanto empeño para América latina, estemos atentos y vigilantes para que el autoritarismo no la convierta en “América letrina” al decir de Guillermo Cabrera Infante.
Alberto Benegas Lynch (h)
En Latinoamérica han gobernado -y gobiernan- ciertos energúmenos de tremenda peligrosidad. Carlos Fuentes en el prólogo a Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos se refiere a varios del pasado. Elijo algunos de los tomados en ese introito: Antonio López de Santa Anna, once veces presidente de México, quien al perder una pierna en una de sus trifulcas la hizo enterrar con toda pompa en la Catedral. Enrique Peñaranda, gobernante de Bolivia de quien su madre dijo que de haber sabido que llegaría a presidente “le hubiera enseñado a leer y a escribir” y Manuel Estrada Cabrera, de Guatemala, se instaló en Paris y solo volvía a sus pagos para sofocar las revueltas contra su gobierno. Hoy los múltiples y variopintos autócratas de esta zona son mucho menos inocentes que los anteriores, quienes en una función macabra se burlan una y otra vez de la democracia al estrangular los derechos de las minorías, al tiempo que quedan atornillados al poder. Lo he citado antes a Robin Williams quien ha sentenciado en una producción cinematográfica que “los políticos en funciones son como los pañales: hay que cambiarlos permanentemente y por los mismo motivos”.

El significado del contrabando

Por Alberto Benegas Lynch (h)
Diario de América
En esa columna no me refiero a los impuestos (la política fiscal es materia de otro debate) sino a las tarifas o aranceles aduaneros que bloquean y dificultan la entrada al país de productos más baratos y de mejor calidad del extranjero lo cual a todas luces beneficia a los locales ya que libera recursos humanos y materiales para aprovecharlos en la producción de otros bienes y servicios. Es en este sentido que el contrabando (originalmente contra un bando militar) resulta en definitiva beneficioso. Mariano Moreno, el pensador decimonónico argentino, decía que “el contrabando subroga al comercio libre”. Sin duda que no existiría contrabando si no se interpusieran trabas a la entrada de productos reclamados por quienes viven en el país receptor. Solo tiene lugar cuando los comisarios imponen restricciones.
En realidad resulta un espectáculo bochornoso el de los “vistas de aduana” quienes apuntan a una de dos cosas: trasmiten la ridícula filosofía de que el ingreso de bienes más baratos y de mejor calidad perjudicaría a los locales o, de lo contrario, piden cohecho para dejar entrar la mercancía en cuestión. En el primer caso es como si estuvieran diciendo en nombre de los mandones de turno que no se vaya a traer una máquina fotográfica con buena resolución de imagen y barata puesto que eso haría daño ya que lo conveniente es verse obligado a adquirir máquinas que produzcan fotografías turbias y caras. Es tragicómico cuando esta nueva Gestapo inquiere si lo que se trae “son productos personales” como si pudieran ser extra-personales o robados.
Personalmente la desgracia más grande de viajar son las aduanas. Me afectan psicológica y moralmente. Aunque le revisen la valija a una persona delante mío me afecta porque se trata de una vejación y una insolente intromisión en la intimidad de las personas (y si, después del vejamen de marras la persona le dice al vista de aduana “gracias”, el impacto me desmorona). Y no se diga que es para evitar el ingreso de armas pues esa constatación se lleva a cabo con rayos láser al abordar el medio de trasporte por razones de seguridad y tampoco para detectar drogas que entran a granel por otros conductos generalmente con apoyo gubernamental (independientemente de que la prohibición de drogas produce los mismo efectos que la Ley Seca: estímulo a la producción y al consumo, invasión a las libertades individuales y corrupción en todos los niveles posibles).
Claro que para entender los efectos del contrabando es menester que se entiendan las ventajas del librecambio. La eliminación de aranceles o tarifas aduaneras genera el mismo efecto que un aumento en la productividad: la inversión por unidad de producto disminuye con lo que los productos disponibles se ofrecen en mayor cantidad. Dado que los recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas, los factores productivos empleados en fabricar bienes más caros y de peor calidad se liberan para poder encarar otros bienes y servicios con lo que la lista disponible se amplia, lo cual quiere decir que se eleva el nivel de vida.
Es lo mismo que ocurre con una familia. Si en nombre de la protección a sus miembros se declara la autarquía, todos sus integrantes verán reducido su nivel de vida obligados a fabricarse sus propios lápices, zapatos etc. La cooperación social es inseparable del librecambio. Si se sostiene que la reducción aduanera debe ser gradual para permitir el ajuste de los productores locales, es porque no se entendió que los productores son para servir a la gente y no al revés. Si un productor pide protección (desprotección para la gente) durante un período para después liberar el comercio, no se ha percibido que es ese productor que tiene que absorber los costos y no trasladarlos compulsivamente sobre las espaldas de sus congéneres: es el quien al evaluar su proyecto obtendrá las ganancias que anuncia después de un tiempo (prácticamente ningún proyecto de inversión se cubre en el primer período). Si no procede en consecuencia es porque el proyecto es una patraña diseñado para vivir a expensas de los demás. No hay derecho contra el derecho: no pude argumentarse con solvencia que se ven afectados los intereses de quienes se ajustaron a las disposiciones anteriores, salvando las distancias del horror, los productores de cámaras de gas en la época de los criminales nazis no pudieron alegar pérdidas por cambios drásticos en el régimen.
Y no se diga que habrá desempleo de trabajo puesto que no existe ese fenómeno si los acuerdos salariales son libres y voluntarios. Solo hay desempleo cuando los salarios son fijados compulsivamente más allá de lo que las tasas de capitalización permiten y, dichas tasas se maximizarán en la medida en que se aproveche capital y, precisamente, una manera de consumirlo es a través de la tarifa y el arancel aduanero.
Por otra parte, las llamadas integraciones regionales constituyen burdos pretextos para ocultar la incomprensión del librecambio, es decir, las ventajas de integrarse al mundo unilateralmente vía la eliminación de trabas aduaneras. Se suele mantener que la integración es un primer paso en la buena dirección, lo cual confirma que no puede darse el paso definitivo porque no se ha comprendido el tema y, por otra parte, no siempre es siquiera un primer paso en la buena dirección ya que a veces significa un retroceso para ciertos productos alegando razones de simetría en las transacciones (cuando precisamente la asimetría es el motivo por el cual se comercia).
En definitiva son los nacionalismos xenófobos y las culturas alambradas las responsables de las barreras aduaneras directas e indirectas. La tesis de “la industria incipiente” mencionada más arriba y los fenomenales aparatos de lobby de empresarios prebendarios hacen de operación tenaza para tejer un cerco en torno al país donde operan que, como queda dicho, empobrece a la gente, muy especialmente a los más débiles. Habitualmente el latiguillo del “dumping” convence al incauto de la implantación de restricciones al comercio libre, sin percatarse que esa figura significa venta bajo el costo, lo cual incentiva a que terceros compren el producto a bajo precio y hagan un arbitraje vendiendo al precio de mercado (y si esto no fuera posible el que vende a precio de liquidación coloca primeramente su stock y los competidores continúan vendiendo al precio de mercado). Lo cierto es que quienes alegan esta política de precios ni siquiera se toman el trabajo de consultar lo libros de contabilidad de quienes se acusa de dumping por miedo a que sencillamente se trate de mayor eficiencia.
Por último, se alega que los gobiernos, como medida precautoria, deben adoptar medidas llamadas “proteccionistas” en respuesta a las barreras impuestas por otros países. Es decir, si los locales ven restringida su facturación porque cierto país no permite la entrada de sus productos “en reciprocidad” se perjudica a los locales al restringir la entrada de bienes que provienen del mencionado país. Esto es, se habrá perjudicado dos veces: una por no poder vender y otra por no poder comprar, en lugar de concretar las ventas donde haya compradores y adquirir bienes a quienes estén dispuestos a vender. Sin duda que si nadie le compra a cierto país este se verá obligado a la completa autarquía sin necesidad de controles aduaneros ya que el que no vende no puede comprar.
De todos modos, exportaciones e importaciones son dos brazos de la misma operación: si se bloquean las importaciones habrá menor demanda de divisas y, por ende, ésta bajará su cotización con lo que las exportaciones se también mermarán debido a que sus precios en términos de la divisa en cuestión se redujeron.
En todo caso, por las razones antedichas y en defensa propia contra los ataques de las burocracias, los contrabandistas resultan ser benefactores de los consumidores y contribuyen al bienestar del país en el que operan, aunque la medida de fondo sin duda consiste en permitir el comercio entre personas y empresas radicadas en diversos lugares del planeta. Sin embargo los gobiernos, teóricamente establecidos para proteger derechos los cercenan...al interceptar y perturbar el comercio son bomberos que incendian igual que en Fahrenheit 451, la ficción de Ray Bradbury.

martes, 18 de agosto de 2009

La provocación de conflictos

Por Alberto Benegas Lynch (h)
Diario de América
Ahora que en América latina está tan de moda el llamado “Socialismo de siglo XXI” es oportuno reflexionar sobre su aspecto medular cual es la tendencia creciente a colectivizar la propiedad. Marx y Engels han escrito en su célebre manifiesto de 1848 que “pueden sin duda los comunistas resumir toda su teoría en esta sola expresión: abolición de la propiedad privada” y, por el contrario, Ludwig von Mises, uno de los más preclaros exponentes del liberalismo clásico ha puntualizado en 1927 que “el programa del liberalismo, por tanto, está condensado en una sola palabra: propiedad, esto es, la propiedad privada de los medios de producción [...] Todas las otras demandas del liberalismo resultan de esta demanda fundamental”.
George Langdon relata como los primeros colonos en tierras que luego se denominarían Estados Unidos de América establecieron un sistema comunista en 1620 ni bien los 120 pasajeros se bajaron del Mayflower para constituir la Colonia Plymouth en Massachussets. En base a las documentaciones proporcionadas por William Bradford se consigna que tres años más tarde los colonos modificaron radicalmente el sistema y abandonaron la propiedad en común debido a las reiteradas hambrunas y las interminables disputas respecto de quien se aprovechaba de quien y a cuales personas les tocaría que proporción de lo producido. Por ellos es que en el popularizado día de acción de gracias, la línea más común en las plegarias es la referencia a la libertad que permite disfrutar de lo que se tiene.
Lo mismo ocurrió en cuanto a la transición de un sistema a otro en algunas de las tribus primitivas, tal como lo describe Harold Demsetz en su ya clásico ensayo “Toward a Theory of Property Rights” de 1967 en el que muestra como una comunidad de indígenas canadiense resolvió adoptar el sistema de propiedad privada al efecto de evitar los antedichos aprovechamientos, derroches y asignación deficiente de los recursos disponibles. Al año siguiente un profesor de ecología, Garret Hardin, bautizó el fenómeno de la propiedad comunal y todos sus descalabros como “la tragedia de los comunes”.
Cuatrocientos años antes de Cristo, Aristóteles se había referido al tema pero, contemporáneamente y en términos técnicos modernos, Tom Bethel descubrió que esto se había llevado a cabo en una conferencia en la Universidad de Oxford, en 1832, pronunciada por William Forster Lloyd. Pero más interesante aún es que en el trabajo de Bethel se pone de manifiesto como, por ejemplo, en la Unión Soviética, cuando se decidió obligar a distintas personas y familias a compartir viviendas, la expresión “vecino” se convirtió en una pesadilla insoportable puesto que las trifulcas eran permanentes por el uso común de los adminículos más insignificantes y la consiguiente ruina de las instalaciones. Esto debe contrarrestarse con la amabilidad de vecinos que poseen sus viviendas, las que mantienen en el mejor estado posible incluyendo jardines con cuidadas flores y árboles bien mantenidos.
La propiedad privada hace posible la aparición de precios de mercado, los cuales, a su vez, permiten la contabilidad y la evaluación de proyectos sin lo cual no resulta concebible conocer si se está consumiendo capital o incrementándolo. Los cuadros de resultado van indicando cuando se acierta en las preferencias de los demás y cuando se yerra en el camino. De este modo los siempre escasos factores de producción se van asignando a las manos más eficientes.
Los precios trasmiten información dispersa y fraccionada al efecto de coordinar la producción. Tal como ha explicado Leonard Read, la producción de un simple lápiz requiere de millones de arreglos contractuales y conocimientos que solo se encuentran en las personas en el sitio y que incluso, a veces, no es posible articular. Imaginemos, nos dice Read, en la producción del lápiz, las innumerables tareas de forestación y reforestación con programas productivos que demandan veinte o treinta años, las múltiples operaciones bancarias, las sierras y demás maquinaria, la construcción de galpones, hornos y piletas, la producción e importación de caucho para la goma del lápiz, las minas de carbón etc etc. El operario del aserradero, el gerente del banco o el trabajador en la producción de caucho no piensan en el producto final. Cada uno está concentrado en su labor específica y sin embargo el producto final está en las góndolas a disposición del consumidor.
Por el contrario, cuando la arrogancia del planificador entera en escena, los precios se alteran y la descoordinación es el resultado inevitable. Dejando de lado los aspectos fundamentales del tratamiento infrahumano, de las torturas y matanzas, la caída del Muro de Berlín se debió a que el ataque a la propiedad privada no permitía la subsistencia: donde no hay propiedad no hay precios y, por ende, es imposible el cálculo económico. Y no es necesaria la completa abolición de la propiedad privada para que aparezca el problema, en la medida en que se afecte esa institución, en esa medida surgen los desajustes. Es entonces bueno que los patrocinadores del socialismo cavernario se anoticien de la historia y de la economía para proceder en consecuencia, puesto que al emprenderla contra la propiedad sientan las bases para un estado de conflicto permanente.
Cierro esta nota con una manifestación que ilustra magníficamente el espíritu del argumento que hemos presentado en estas líneas, formulada en su oportunidad por Joseph Sommers, Presidente de la Universidad de Harvard, en el sentido de que “nadie ha lavado un automóvil alquilado”.

martes, 11 de agosto de 2009

El hombre despojado

Por Alberto Benegas Lynch (h)
No son pocas las personas que se quejan “del mundo moderno”. Sostienen que se sienten vacías y despojadas interiormente sin percibir que no se trata de endosar responsabilidades al mundo de hoy ni el de ayer sino de conductas que inexorablemente se encaminan a ese resultado debido a que, en lugar de actualizar sus potencialidades en busca del bien (lo cual naturalmente hace bien), se entregan a repetir lo que hacen y dicen otros con lo que pierden su sentido de identidad. En este contexto Tocqueville afirma que la gente “le tema más al aislamiento que al error”.


Erich Fromm escribe que no son pocos los que atribuyen los males del mundo a que la gente se dedica demasiado a si misma, sin percatarse de que el problema es exactamente al revés: no cultivan ni cuidan sus propias almas. El ser humano se diferencia del resto de las especies conocidas en que tiene la capacidad del libre albedrío y que, dadas las circunstancias que le toca vivir, construye su vida. En la medida en que incorpora conocimientos, agranda y enriquece su persona y le permite disminuir su colosal ignorancia.

La libertad es una condición necesaria aunque no suficiente para la realización individual. Se requiere el respeto irrestricto a su autonomía para que pueda elegir su ruta en la vida y asumir la consecuente responsabilidad por su elección, pero también requiere autorrespeto puesto que si la persona se degrada no saca partida de la libertad. Como bien apunta Viktor Frankl, necesita de actividades centrípetas, de proyectos constructivos que alimenten su desierto privado, alejándose de los residuos atávicos y de lo puramente centrífugo y frívolo que lo conduce a lo que Unamuno describe como el “mamífero vertical”.

Gertrude Himmelfarb mantiene que en lugar de aludir a la incorporación de valores debería más bien hacerse referencia a la incorporación de virtudes ya que lo primero puede dirigirse en muy diversas direcciones mientras que lo segundo solo se encamina al bien.

Con frecuencia se pone énfasis en la importancia de divertirse lo cual no se toma como un recreo de las tareas diarias sino como la faena medular, sin percatarse que la misma expresión indica separación o apartamiento de lo central. Y este divertimento constante (que finalmente produce hastío) es también consecuencia de no meditar sobre las conveniencias propiamente humanas. Como ha consignado Antonio Machado “de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa”.

No es infrecuente que se consideren “grandes hombres” a quienes detentan poder político pero, en verdad, como también puntualiza Fromm, se trata de seres pequeños que necesitan del acatamiento de otros para poder subsistir. Se estima que antes de la Primera Guerra Mundial la participación del gasto estatal en el producto bruto interno era entre el tres y el ocho por ciento en países civilizados, hoy varía entre el treinta y cinco y el sesenta por ciento, lo cual no toma en cuenta el costo que debe absorber el ciudadano para hacer trámites y llenar formularios para el príncipe. Practicamente todos los recovecos de la vida privada están invadidos por el gobierno y, por ende, el individuo se encuentra despojado de su independencia, desprotegido en su autonomía y maltratado por quienes estás supuestos de velar por sus derechos.

Sus hijos están obligados a “educarse” en sistemas controlados por el aparato estatal, la inseguridad en las calles y en sus domicilios hacen necesario contratar servicios paralelos duplicando costos, la injusticia de la justicia oficial requiere que además busque sistemas de arbitrajes alternativos, las demoras y enjambres en las avenidas estatales consumen buena parte de su tiempo, los desastrosos sistemas de salud estatal deterioran su calidad de vida y las jubilaciones expropiadas por el monopolio de la fuerza lo dejan sin aliento, cuando no lo espían y lo acechan en sus cuentas bancarios y conversaciones telefónicas.

El Leviatán ha llegado a límites inconcebibles de insolencia y atropello a los derechos de las personas. Es de esperar que el hombre despojado retome su dignidad y se rebele contra tanta iniquidad y sea capaz de desarrollar sus potencialidades únicas e irrepetibles.

La vida se vive una vez y el segundero pasa rápido. No es posible que el hombre despojado se resigne a ser abusado, engullido y descuartizado por las fauces del poder ni se adapte al clima hediondo de la colectivización y se anestesie interiormente en lugar de dar rienda suelta a su energía creadora. Es importante que cada medida invasora se discuta y se detenga el comienzo de cualquier signo de avalancha y proceder en consecuencia en cada frontera como si fuera la decisiva, de lo contrario, si se deja pasar la irreverencia del aparato estatal y se restringen las potencialidades de cada uno, será tarde para reaccionar porque los tentáculos del anti-individulismo son inmisericordes y deletéreos.

sábado, 30 de mayo de 2009

Alvaro Vargas Llosa

Por Alberto Benegas Lynch (h)
AIPE
Me acaban de informar desde Caracas que lo han retenido en el aeropuerto de Maiquetía a Álvaro Vargas Llosa y le habían arrancado el pasaporte con lo que no le resultaba posible ingresar a Venezuela ni salir de ese país. Lo retuvieron durante dos horas y al liberarlo “le ordenaron” que no podía hacer declaraciones políticas de ninguna naturaleza. Es irrelevante cuanto tiempo haya durado esta patraña elucubrada por el bufón del Orinoco, el tema central es que se tolere que un mequetrefe al frente del gobierno pueda tratar al país como si fuera su estancia personal y oponerse a que ingrese alguien que no solo no ha cometido crimen alguno sino que se trata de un preclaro defensor de la libertad.

La soldadesca no conoce a la persona que iba invitada por el muy meritorio CEDICE para pronunciar conferencias. No cambiará su rumbo ni se dejará amedrentar por los lacayos del mandamás de marras. Pero en todo caso, lo ocurrido hasta ahora pone de manifiesto una felonía más del coronel Chávez incapaz de comprender que sus atropellos deben tener un límite. Las votaciones africanas que le dan aire a sus bravuconadas no le otorgan legitimidad igual que no se la otorgó en su momento a Hitler y a su banda de sicarios. No resulta posible tolerar que en nombre de una mayoría se aniquilen los derechos más elementales de las personas. Solamente un cretino acepta que si se gana una votación en la que se decide pasar a degüello a los pelirrojos estos pongan mansamente sus pescuezos para que se los despedace. Si se procediera de ese modo no sería en nombre de la democracia sino en nombre de una irresponsabilidad mayúscula.

Por esto es que desde Sidney y Locke en toda la tradición civilizada se ha establecido el derecho a la resistencia. Eso fue lo que precisamente hizo Bolívar con el autoritarismo español. Eso es lo que se hizo en Estados Unidos para liberarse de los atropellos de Jorge III y su séquito. Si se considera la prepotencia española en sus colonias de América de Sur y la inglesa en el Norte, se verá que resulta muy menor si se la compara con lo que viene haciendo con las vidas y las haciendas ajenas el antisemita del Orinoco con el respaldo de Cuba, Irán, Corea del Norte y toda la bazofia disponible en el orbe.

Lo que se ha hecho con Álvaro Vargas Llosa es gravísimo, como que son de gravedad creciente todos los manotazos de este coronel farandulesco desde que asumió el poder absoluto en Venezuela. Es imperioso que se vuelva a establecer la República y la democracia en ese país para bien de los venezolanos y para bien del mundo libre. La farsa macabra que se vive en esa nación conduce a que se exterminen los vestigios de derecho que aún quedan en pie. Es de esperar que se reaccione a tiempo antes de que los energúmenos en el poder barran con el valiente periodismo y demás reservas morales que aún queda en Venezuela y se transforme en otro Gulag más.

Keynes y su herencia

Por: Alberto Benegas Lynch
Hay quienes para eludir el mote de socialista piensan que es una buena escapatoria el autodenominarse keynesiano al efecto de poder así patrocinar con más comodidad el déficit fiscal, la manipulación estatal del dinero, el crédito y la tasa de interés, el incremento del gasto y el endeudamiento públicos, la intromisión gubernamental en los salarios y la sobreregulación de los negocios privados. Otros, en cambio, presa de una candidez a prueba de balas, son usados y entran por la variante del keynesianismo pensando que reencauzan el sistema en lugar de destruirlo como lo hacen.

He consignado antes que el propio John Maynard Keynes es quien se encarga de despejar con claridad meridiana su filiación al escribir el prólogo a la edición alemana de su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, en 1936, en plena época nazi : “La teoría de la producción global que es la meta del presente libro, puede aplicarse muco más fácilmente a las condiciones de un Estado totalitario que a la producción y distribución de un determinado volumen de bienes obtenido en condiciones de libre concurrencia y de un grado apreciable de laissez-faire”. Sin duda que es así. En todos lados donde se aplicaron sus recetas el resultado operó en dirección al espíritu de la planificación totalitaria. A confesión de parte, relevo de prueba.
Dadas los renovados entusiasmos por este autor, conviene volver sobre algunos pensamientos que aparecen en esa obra de Keynes, quien, entre otras cosas, propugna “la eutanasia del rentista y, por consiguiente, la eutanasia del poder de opresión acumulativo de los capitalistas para explotar el valor de la escasez del capital.” Asimismo, respecto de las barreras aduaneras, proclama “el elemento de verdad científica de la doctrina mercantilista” y, en momentos de consumo de capital, aconseja el deterioro de los salarios a través de la inflación para que los destinatarios crean que mantienen sus ingresos: “la solución se encontrará normalmente alterando el patrón monetario o el sistema monetario de forma que se eleve la cantidad de dinero, más bien que forzando a la baja de la unidad de salario”, lo cual, en la práctica es lo que se ha adoptado en grado creciente en muy diversos lares. Es decir, como consecuencia de las medidas keynesianas de aumento del gasto público y la expansión monetaria para financiar el déficit, la consecuencia necesaria es el consumo de capital y, al ocurrir ello, los salarios e ingresos en términos reales se contraen aunque nominalmente se eleven.
Hay recetas de Keynes, también tomadas de la obra mencionada, que son realmente pueriles, por ejemplo, lo que denomina “el multiplicador” elucubrado para mostrar las ventajas que tendría el gasto estatal, esquema que funcionaría de la siguiente manera: sostiene que si el ingreso fuera 100, el consumo 80 y el ahorro 20, el efecto multiplicador resulta de dividir 100 por 20, lo cual da 5 y (aquí viene la magia) si el Estado gasta 4 se convertirá en 20 puesto que 5 por 4 arroja aquella cifra (?). Ni Keynes ni el keynesiano más entusiasta jamás han explicado como multiplica el multiplicador. Y todo ello en el contexto de lo que también escribe este autor: “La prudencia financiera está expuesta a disminuir la demanda global y, por tanto, a perjudicar el bienestar”(!).
Es verdaderamente curioso pero uno de los mitos más llamativos de nuestra época consiste en que el keynesianismo salvó al capitalismo del derrumbe en los años treinta, cuando fue exactamente lo contrario: debido a esas políticas surgió la crisis y debido a la insistencia en continuar con esas recetas, la crisis se prolongó. La crisis se gestó como consecuencia del desorden monetario al abandonar de facto el patrón oro que imponía disciplina (de jure lo abandonó Estados Unidos en 1971; Keynes se refería peyorativamente al metal aurífero como “esa vetusta reliquia”). Eso ocurrió, primero con la irrupción de los tristemente célebres bancos centrales una vez dejado de lado el oro y, luego. en los Acuerdos de Génova y Bruselas de los años veinte que establecieron un sistema en el que permitieron dar rienda suelta a la emisión de dólares, moneda reserva que ya no debía responder ante ningún reclamo, salvo el pedido de la banca central extranjera para canjear sus billetes con el acuerdo tácito de no proceder en consecuencia.
De este modo, Estados Unidos incursionó en una política de expansión (y contracción) errática lo que provocó el boom de los veinte con el consiguiente crack del veintinueve, a lo cual siguió el resto del mundo que en ese entonces tenía como moneda reserva el dólar y, por ende, expandía sus monedas locales contra el aumento de la divisa estadounidense.
Tal como lo explican Milton Friedman y Anna Schwartz, Benajamin Anderson, Lionel Robbins, Murray Rothbard, Jim Powell y tantos otros pensadores, Roosevelt, al contrario de lo prometido en su campaña para desalojar a Hoover, y al mejor estilo keynesiano, optó por acentuar la política monetaria irresponsable y el gasto estatal desmedido, a lo que agregó su intento de domesticar a la Corte Suprema con legislación que finalmente creó entidades absurdamente regulatorias de la industria, el comercio y la banca que intensificaron los quebrantos y la fijación de salarios que, en plena debacle, condujo a catorce millones de desempleados que luego fueron en algo disimulados por la guerra.
No hay alquimias en economía. De lo que se trata en una sociedad abierta es de contar con marcos institucionales civilizados que respeten los derechos de propiedad al efecto de permitir las mayores tasas de capitalización para que los salarios e ingresos resulten lo más altos que las circunstancias permitan. Si los aparatos estatales se entrometen en las vidas y las haciendas ajenas, el resultado necesariamente será el desviar los siempre escasos factores productivos hacia áreas y sectores distintos de los prioritariamente preferidos por la gente, al tiempo que se cercenan las consiguientes libertades individuales siempre en pos de una camarilla de burócratas.

martes, 17 de marzo de 2009

La raíz interior de la Libertad

Por: Alberto Benegas
Los liberales con razón hemos puesto énfasis e insistido hasta el hartazgo en el respeto a los derechos de todos como un medio esencial para el progreso. Esta es sin duda la condición necesaria para que cada uno pueda lograr sus personales propósitos sin interferir en las avenidas que decidan explorar terceros. Pero con esto no basta.

Es como decimos una condición necesaria, pero no es suficiente. Para completar el círculo y asegurar la libertad de modo efectivo es imperioso el tener una noción clara de la propia dignidad y el consiguiente autorespeto. Es indispensable, además de pronunciarse a favor de que a cada uno debe dejárselo en paz para seguir su camino, que se entiendan y practiquen cabalmente las antedichas virtudes. Se requiere ese mínimo de virtudes para evitar que sucumba la libertad.
De lo contrario hay el inmenso riesgo de que, haciendo uso de la libertad, se termine en el cretinismo moral de la antiutopía de Huxley reclamando un amo (teniendo en cuenta su prólogo a la edición de 1946 del que subraya David Bradshaw de Oxford que el autor dice que si hubiera escrito nuevamente la novela daría la opción de “una economía descentralizada, política anarquista y tecnología y ciencia embretada para servir y no para aplastar”, y especialmente complementada con sus consideraciones en The Brave New World Revisited de 1959 al efecto de evitar la truculenta “marcha obediente a la fosa común” tal como reza la última línea de su introducción). Para cultivar ese mínimo de virtudes debe haberse estudiado, comprendido y aceptado la trascendencia y las implicaciones de las autonomías individuales y no simplemente declamar a los cuatro vientos que en libertad cada uno puede hacer lo que le plazca con su vida.
Que el ser humano no se debe a otros, que tiene un valor en sí mismo y que, por tanto, no puede evaluarse con criterios utilitarios circunstanciales de ningún tipo. Que el hombre tiene ciertas propiedades y características que son atribuibles a su naturaleza. Que está dotado de la facultad mental diferente de su cerebro que le permite separarse de los nexos causales inherentes a la materia y, consecuentemente, disponer de libre albedrío. Que el relativismo epistemológico se contradice a si mismo. Que todos los fundamentalismos religiosos y laicos constituyen una severa amenaza contra la paz. Que la defensa propia no justifica la detestable figura de los “daños colaterales” para esconder la matanza de personas ajenas al ataque y que la “obediencia debida” en la guerra no puede apañar actos criminales. Que la virtud de honrar la palabra empeñada es condición fundamental para la convivencia civilizada y que es desatinado manifestarse a favor del derecho cuando se aprueba el exterminio de seres humanos inocentes a través de lo que ha dado en llamarse “aborto”.
Las incomprensiones de estas virtudes se traducen en la reiterada sugerencia de políticas que poco a poco van minando los cimientos de la sociedad abierta para preparar el clima del zarpazo final ya sea a través de la enseñanza estatal, la ecología socialista o una mal entendida solidaridad con recursos coactivamente detraídos del fruto del trabajo ajeno. Y no se trata de ignorancia en el sentido de desconocimiento absoluto por parte de estos politicastros y sus secuaces sino de saber demasiado de lo erróneo. La explicación del antedicho clima para el zarpazo final la ofrece admirablemente bien Tocqueville en La democracia en América: “Se olvida que en los detalles es donde es más peligroso esclavizar a los hombres. Por mi parte, me inclinaría a creer que la libertad es menos necesaria en las grandes cosas que en las pequeñas, sin pensar que se puede asegurar la una sin la otra”.
Las votaciones masivas a favor de los dictadores modernos que se suceden una y otra vez con machacona perseverancia, constituyen los motivos de la preocupación que dejamos consignada en éstas líneas, situación que termina por liquidar las posibilidades de dignidad y autorespeto de las minorías que aún se mantiene en pie y con la antorcha encendida.
Sería un destino en verdad triste el suicidio colectivo de la especie humana. Utilizar la bendición de la libertad para someterse a los dictados de los megalómanos del momento no puede sino recibirse con indescriptible amargura, pero, en todo caso, si ese fuera el caso, será debido a que en las familias, en las universidades y demás centros de educación no se cultivaron con suficiente ahínco aquellas virtudes mínimas necesarias para que cada uno redoble su contribución diaria y así convivir en una sociedad civilizada.
Hoy se discute acaloradamente acerca de lo que podríamos bautizar como “la disputa del alfabeto”: si los indicadores de la crisis en la que está hoy inmerso el mundo tendrán forma de V de U o de L, es decir, si la recuperación será rápida desde el fondo, si se mantendrá en el piso poco tiempo o si se arrastrará en el zócalo por un período prolongado. Pero estas son disquisiciones ex post facto, el nudo del asunto es entender el origen del problema para no repetirlo y éste básicamente consiste en la crisis del Leviatán que con sus tentáculos venenosos abarcó todos los rincones y vericuetos de la economía, a raíz, precisamente, de no contar con los necesarios anticuerpos internos en cuanto al valor sagrado de la libertad y la dignidad del ser humano. A raíz de que frente al primer inconveniente aparece una y otra vez disparado desde los rincones menos sospechados el reiterado pedido de que el Gran Hermano entre en escena.
Durante el siglo xvii los holandeses construyeron una pared de cuatro metros (wal en holandés, fortificación) para protegerse de los ingleses y de las tribus locales, pared que fue demolida por los británicos a principios del siglo siguiente pero quedó lo de Wall Street que era la zona donde se reunían los comerciantes y mucho después donde ese estableció el New York Stock Exchange que oficialmente constituyó el distrito financiero.
Ahora un artículo publicado en el Wall Street Journal sostiene que la crisis actual en verdad hizo que Wall Street perdiera una parte sustancial de su alma puesto que su eje central y su espíritu moderno estaba principalmente y en definitiva constituido por el quinteto de bancos de inversión (es decir, los que se ocupaban de reunir capital, negociar con valores como acciones, bonos, debentures y de administrar fusiones y adquisiciones). Lehman Brothers, después de agitadas reuniones con la intención de vender sus activos en bloque (623 mil millones de dólares), se declaró en quiebra, Merrill Lynch dejó de ser un banco de inversión y se vendió al Bank of America, Bern Sterns se vendió al J.P. Morgan-Chase, Morgan Stanley y antes Goldman Sachs dejaron también de ser bancos de inversión para convertirse en banca comercial al efecto de recibir “salvatajes” irresponsables con dineros detraídos de los contribuyentes.
Como hemos señalado antes, estos barquinazos y muchos más se deben a las múltiples intervenciones estatales que forzaron la debacle en el mercado inmobiliario primero (principal aunque no exclusivamente a través de Freddie Mac y Fannie Mae) y luego en el sistema general que venia sometido a una creciente y asfixiante regulación gubernamental (que en el último año ocupó 75.000 páginas de absurdas disposiciones) a lo que se agrega la manipulación monetaria, la imposición de reservas fraccionarias, en el manejo de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal (en esto termina el tan proclamado fine tuning por parte de los entusiastas de la banca central y el curso forzoso), el colosal aumento del gasto estatal, el déficit fiscal, el pavoroso endeudamiento federal que, después de que el Ejecutivo pidiera al Legislativo cinco veces autorizaciones sucesivas para elevar el tope de la deuda, significa hoy entre el 70 y el 75% del PBI según como se computen o no los guarismos “off the budget” (y pensar que Jefferson quería introducir una enmienda constitucional para prohibir de deuda pública puesto que compromete el patrimonio de futuras generaciones que no han participado en el proceso electoral para ungir al gobierno que contrajo la deuda).
Pero, insistimos, todos estos desbarajustes tiene su punto de partida no en las políticas gubernamentales que es indudablemente la forma en que se exterioriza el origen visible del problema, sino en el interior de las personas que poco a poco van cediendo sus responsabilidades y autonomias individuales en manos de los agentes del monopolio de la fuerza. Tal como sentencia la magnífica y memorable canción escrita por Paul Anka “A mi manera”, tan bien cantada por Frank Sinatra: “¿qué es un hombre si no es fiel a si mismo y dice lo que verdaderamente siente y no las palabras de uno que se arrodilla?”.

martes, 27 de enero de 2009

La película que Hollywood debería hacer sobre Cuba

Por Mary Anastasia O'Grady
The Wall Street Journal
La estrella de Hollywood Benicio del Toro no es un humorista, pero este mes pareció estar interpretando a uno cuando dijo que consideraba que el papel del héroe de la revolución cubana Ernesto Guevara en la nueva película Che era como el de Jesucristo.
"Sólo Jesús pondría la otra mejilla. El Che, no", explicó Del Toro. Claro. Y Bernie Madoff es la Madre Teresa, sólo que a ella no le interesaba el fraude.
Ya que el mes que viene marca el 50 aniversario de la dictadura de Castro, no sorprende que la industria del cine intente sacarle provecho financiero al celebrar a Guevara, un ícono de la cultura popular. Como uno de los lugartenientes de Fidel Castro en la Sierra Maestra y uno de los encargados de hacer cumplir sus órdenes en los años posteriores a la victoria rebelde, su nombre es sinónimo de la Revolución Cubana.
Es difícil encontrar películas interesantes actualmente y Che es un buen ejemplo del problema. Puesto que el glamour rebelde vende camisetas y tazas de café, ¿por qué no lanzar otra repetición maquillada de la vida de Guevara? O, más precisamente, alguna versión mítica de su vida, esterilizada para el mercado masivo. En tanto, la verdadera maravilla de los últimos 50 años en Cuba —la corriente constante de heroicos inconformistas que lo han arriesgado todo por su aspiración a pensar, hablar y actuar libremente— sigue siendo la historia épica sin contar de nuestra época.
Si el comentario sobre "Cristo" de Del Toro es tonto, no es nada comparado a la explicación del director de la película, Steven Soderbergh, de por qué nos debería importar el Che. Cosas malas ocurren en una sociedad cuando "las ganancias se vuelven lo único importante", le dijo el director a Politico.com. "El sueño (del Che) de una sociedad sin clases, una sociedad que no se construye sobre el fin de las ganancias, sigue estando vigente. Las discusiones que aún perduran son acerca de su metodología".
Dejando de lado por un momento la graciosa repulsión personal de Soderbergh hacia las ganancias, la "metodología" que él insinúa que es debatible también se conoce como asesinato. El Che tenía una "idea homicida de justicia", explicó Álvaro Vargas Llosa en The New Republic en 2005, luego de investigar su vida. En su "Mensaje a la Tricontinental", el Che dijo: "Odio como un elemento de pelea; odio inquebrantable por el enemigo, el cual empuja al ser humano más allá de sus limitaciones naturales, convirtiéndolo en una efectiva, violenta, selectiva y despiadada máquina asesina".
Los resultados de la agenda utópica del Che tampoco ofrecen mucho que admirar. Como explicó el autor Paul Berman en 2004 en la revista online Slate, "el culto de Ernesto Che Guevara es un episodio en la crueldad moral de nuestra época. El Che era un totalitario. Lo único que logró fue el desastre".
El argentino fue asesinado en 1967 en los Andes Bolivianos mientras intentaba propagar la revolución en América del Sur. Pero su visión de cómo gobernar sigue viva en la Cuba actual. Es una plantación de esclavos, donde un puñado de acaudalados hombres blancos imponen su "moralidad" sobre las masas, en su mayoría compuestas por negros, quienes sufren privaciones innombrables y las libertades civiles son nulas.
Hay algo rico en el hecho de que la élite de Hollywood, supuestamente de vanguardia y contracultural, haga causa común con el establishment privilegiado de Cuba en 2008. Sus víctimas —artistas, músicos, activistas de derechos humanos, periodistas, bloggers, escritores y poetas y otros a quienes les quitaron la libertad de conciencia— merecerían solidaridad por parte de sus colegas que viven en libertad. En cambio, un vanguardista consumado como Soderbergh se pone del lado del politburó.
El régimen cubano ama a sus apologistas. Los protegen y desvían las críticas internacionales mientras en casa el régimen brutaliza a su gente. Informes desde la isla indican que desde que Raúl sucedió a Fidel en 2006, la represión ha empeorado.
Oswaldo Payá, líder del Proyecto Varela, que recolectó más de 11.000 firmas para pedir elecciones libres y libertades civiles en 2002, afirma que en los últimos meses han recrudecido las medidas represivas, "con una feroz persecución contra los activistas del Proyecto Varela y otros miembros de la oposición, y el prolongado escándalo de no liberar a los prisioneros de conciencia".
Uno de los cautivos de Castro es Oscar Elías Biscet, un médico afrocubano que es reconocido por su compromiso con la resistencia pacífica y que cumple una sentencia de 25 años. Cincuenta y ocho periodistas, escritores y defensores de la democracia encarcelados en 2003 también languidecen en las deplorables cárceles de Fidel. El número total de prisioneros políticos no se conoce, pero sin duda es mucho mayor.
Las fuerzas de seguridad estatal y las brigadas de respuesta rápida —también conocidos como matones a los que se les paga para maltratar a los disidentes— han trabajado a tiempo completo este año. Pero a pesar del terror y la amenaza del encarcelamiento, el espíritu cubano aún lucha por la liberad.
Por lo menos cinco publicaciones de la resistencia ahora circulan en el este de Cuba. A la blogger de 32 años Yoani Sánchez le han advertido que no escriba, pero de todos modos ella relata la ridiculez de la economía del Che, dándoles una voz a los cubanos promedio que viven vidas desesperadas. Las Damas de Blanco, esposas, hermanas y madres de prisioneros de conciencia, aún caminan sin hacer ruido en La Habana los domingos. Bandas de rock se burlan del viejo dictador.
Esta es la maravilla de la revolución: cincuenta años de terror estatal no han silenciado a la resistencia. Tal vez algún día Hollywood haga una película sobre esto.

El gato y tío John

Por Alberto Benegas Lynch (h)
Diario de América
El maestro de una escuela trataba infructuosamente de explicarle a tres niños las motivaciones de los actos humanos. Una noche tuvo un sueño que aparentemente daba en la tecla y resolvió trasládaselo a su pequeña e incrédula audiencia. El diálogo se suscitó del siguiente modo en el que, en primer lugar, tomó la palabra el docente y luego, por turno, respondieron cada uno de los tres participantes frente a lo cual el profesor emitía su dictamen:

Henos aquí que un día compré un gato para satisfacer al tío John ¿Qué se les ocurre decir en torno a esta adquisición referida a los móviles de la acción?
Que está bien, siempre que el tío John sea el gato.
Respuesta incorrecta.
Que está bien, siempre que le agraden los gatos a su tío John.
Respuesta incorrecta.
Que está bien, siempre que el tío John sea usted.
Respuesta correcta.
A partir de ese momento el titular del sueño les dijo a los tres niños que el caso ilustra que toda acción se realiza en interés personal de quien la lleva a cabo. Esto, enfatizó, en el fondo es una tautología puesto que si no está en interés del sujeto actuante ¿en interés de quien diablos es?.
Hay acciones sublimes, las hay ruines y existen las corrientes aseveró el catedrático pero todas, en toda circunstancia, son en interés de quien la ejecuta. En este sentido, no hay acciones desinteresadas. En el lenguaje coloquial se suele hacer referencia a una acción desinteresada cuando no se espera dinero a cambio pero, en toda circunstancia, el acto se realiza para satisfacer a quien lo emprende.
Estaba en el interés personal de la Madre Teresa de Calcuta el cuidar a los leprosos. Esa era su preferencia y su escala de valores. En eso se define su calidad personal. Por su parte, estaba en interés de Al Capone el tener éxito en sus crímenes. Eso lo catalogaba como persona.
Adam Smith -continuó su perorata el educador de marras- explicó que lo atractivo del orden social libre es que cada uno siguiendo su interés personal, sin proponérselo, beneficia a los demás. En eso consiste la celebre metáfora de “la mano invisible” y la imperiosa necesidad de defenderse de lo que el susodicho maestro recordó es “el pie visible del aparato estatal” que, al intervenir fuera de lo que teóricamente es su misión específica de brindar seguridad y justicia, desarticula arreglos contractuales libres y voluntarios, genera descoordinaciones, faltantes y sobrantes que no permiten que las partes logren sus respectivos cometidos.
De allí es la tan conocida y citada frase del autor escocés en La riqueza de las naciones: “No debemos esperar nuestra comida de la benevolencia el carnicero, del cervecero o del panadero, sino que se debe a sus propios intereses. No nos dirigimos a su humanidad sino a su interés personal, y nunca conversamos con ellos de nuestras necesidades sino de su ventajas”.
En estos días que corren pareciera que en lugar de atender las necesidades del prójimo a través de transacciones comerciales son muchos los que pretenden el “apoyo” estatal, claro está, con los recursos forzosamente detraídos de los vecinos. El profesor terminó su clase del día repitiendo un cuento que por entonces circulaba: en un comarca había un rey a quien acudieron a pedir “salvatajes” tres comerciantes de la zona argumentando que necesitaban “protección de la competencia”. El rey pidió tres filosas espadas y se las entregó a los visitantes y les dijo que el obsequio era para que se defiendan contra quienes ellos reclamaban la susodicha protección. Los así llamados comerciantes protestaron airadamente y manifestaron que sería horrible e injusto usar las armas contra supuestos atacantes, a lo que el rey, haciendo gala de una sorpresiva y poco usual sabiduría, les replicó: “Es también horrible que yo recurra a la fuerza gubernamental contra gente inocente”.
Los niños que escuchaban atentamente comprendieron no solo la motivación de las acciones humanas sino que entendieron que el uso de la fuerza debe ser únicamente de carácter defensivo.