Existen 1.200 millones de musulmanes en el mundo y el islam es la religión que se extiende a más velocidad. Si la cruel matanza que presenciamos el 11 de septiembre fuera un rasgo típico de esta fe y el Islam inspirase y justificase verdaderamente tal violencia, esa expansión y la presencia creciente de musulmanes en Europa y Estados Unidos sería una perspectiva aterradora. Por fortuna, no es así.La propia palabra Islam, que significa ´sumisión´, está relacionada con el árabe salam (paz). Cuando el profeta Mahoma entregó a los árabes los textos de inspiración divina conocidos como Corán, a principios del siglo VII después de Cristo, gran parte de su misión consistió precisamente en acabar con matanzas como las que hemos visto en Nueva York y Washington. La Arabia preislámica estaba inmersa en un círculo vicioso de guerras en las que las tribus luchaban sin cesar unas contra otras y vivían dedicadas a la venganza y la contravenganza. El propio Mahoma sobrevivió a varios intentos de asesinato; la primera comunidad musulmana escapó por poco al exterminio en la poderosa ciudad de La Meca. El profeta tuvo que librar una guerra sangrienta para sobrevivir, pero, en cuanto consideró a salvo a su gente, dedicó sus esfuerzos a construir una coalición pacífica de tribus y alcanzó la victoria mediante una ingeniosa y modélica campaña de no violencia. Como el Corán ´fue revelado´ en un contexto de guerra generalizada, hay varios fragmentos que abordan cómo llevar a cabo una lucha armada. En la península Arábiga, la guerra era una cosa desesperada. No se contaba con que un caudillo perdonara la vida a nadie después de una batalla; algunos mandamientos coránicos parecen compartir ese espíritu. Dios ordena a los musulmanes ´¡matar dondequiera que los halles!´ (4:89). A los extremistas como Osama Bin Laden les gusta citar versículos, pero lo hacen de forma selectiva. No incluyen las exhortaciones a la paz que suelen seguir, en casi todos los casos, a esos pasajes más virulentos: ´Por tanto, si te dejan vivir, y no te declaran la guerra, y te ofrecen la paz, Dios no te permite que les hagas daño´ (4:90).Es decir, en el Corán, la única guerra permitida es la que se libra en defensa propia. Los musulmanes no pueden iniciar las hostilidades (2:190). La guerra es siempre mala, pero a veces hay que luchar para evitar una persecución como la que los habitantes de La Meca efectuaron contra los musulmanes (2:191, 2:217) o proteger unos valores decentes (4:75, 22:40). El Corán cita la Torá, el conjunto de las escrituras judías, que permite la venganza ojo por ojo y diente por diente, pero, al igual que los Evangelios, el Corán sugiere que es una virtud renunciar a la venganza (5:45).El islam no es adicto a la guerra y la yihad no es uno de sus ´pilares´, una de sus prácticas esenciales. El significado fundamental de la palabra yihad no es ´guerra santa´, sino ´lucha´. Se refiere al duro esfuerzo necesario para llevar la voluntad de Dios a la práctica en todos los ámbitos: personal, social y político. Según una tradición muy importante y muy citada, Mahoma dijo a quienes le acompañaban al regresar a casa después de una batalla: ´Volvemos de la pequeña yihad a la más grande´, la tarea mucho más urgente y trascendental de extirpar el mal de la sociedad y nuestro propio corazón.El islam no se impuso por la espada. El Corán insiste: ´¡No debe existir coacción en cuestiones de fe!´ (2:256). A los musulmanes se les exhorta constantemente a que respeten a judíos y cristianos, los ´pueblos del Libro´, que adoran al mismo Dios (29:46). En unas palabras que citaba Mahoma en uno de sus últimos sermones, Dios les dice a todos los seres humanos: ´¡Oh, pueblo! Te hemos formado en naciones y tribus para que podáis conoceros´ (49:13).¿De dónde proceden las bombas suicidas, el secuestro y la matanza de civiles inocentes? El Corán no respalda esos asesinatos, ni mucho menos; violan varios de sus preceptos más sagrados. Ahora bien, a lo largo del siglo XX, en todas las grandes religiones brotó esa faceta militante de devoción que suele denominarse fundamentalismo como forma de rebelión contra la modernidad. Todos los movimientos fundamentalistas que he estudiado en el judaísmo, el cristianismo y el islam están convencidos de que la sociedad laica y liberal está empeñada en eliminar la religión. Como creen que están luchando por su supervivencia, los fundamentalistas se sienten justificados, muchas veces, para ignorar los principios más compasivos de su fe. Sin embargo, lo que hacen es distorsionar la tradición.Sería un error creer que Bin Laden es un auténtico representante del islam como considerar a James Kopp, presunto asesino de un médico que practicaba abortos en Buffalo (Nueva York), un cristiano típico, o a Baruch Goldstein, que disparó contra 29 fieles en la mezquita de Hebrón en 1994 y murió en el atentado, un mártir de Israel.
martes, 21 de diciembre de 2010
jueves, 19 de agosto de 2010
Libertad para todos
Hugo Balderrama
Es para mí un honor que Héctor Ñaupari me haya pedido comentar su libro que lleva el mismo título que el presente artículo, conozco el compromiso con la libertad que lleva el autor en el corazón, por eso acepte sin dudar.Quiero rescatar tres elementos centrales en el trabajo de Ñaupari, primero la autocrítica que debemos tener los liberales que dejamos pasar una y otra vez la oportunidad de consolidar una sociedad abierta en nuestros países, fuimos culpables de que nuestros rivales de siempre se apropiaran de los elementos humanistas de nuestras ideas, porque pretendimos (en algunos casos todavía pretenden) explicar los beneficios del liberalismo a partir de tendencias de crecimiento, márgenes de ganancia, niveles del déficit fiscal, en fin nos quedamos con la exquisitez masturbadora de la economía, sin darnos cuenta que la libertad no se la puede explicar ni mucho menos entenderla como una ecuación matemática.Segundo, el llamado que nos hace Ñaupari a convertir nuestras ideas en fuente de inspiración, dotándola de rostro latinoamericano, debemos empezar por resaltar a aquellos empresarios exitosos que con sudor y lágrimas, sin poder de lobby, con pesados sistemas tributarios, lograron triunfar, esos que comúnmente son excluidos de los círculos sociales del país por llevar apellidos como Mamani, Quispe, Chambi, Choque, etc. Estos son los ejemplos que debemos nombrar en nuestras cátedras, en nuestros libros, en nuestros artículos porque precisamente los socialistas se escudan en esos apellidos para tachar al liberalismo como clasista y elitista, nuestra tarea fundamental es mostrar que el ideal libertario es opuesto a las elites de poder que viven bien a costa de muchos. Aquellos liberales que como en mi caso cumplimos labores académicas, somos los llamados a dar el primer paso, las mentes mas jóvenes deben ser nuestro terreno de cultivo si queremos tener una ideología liberal que sea perdurable en el tiempo, los colectivistas lo demostraron, todavía hoy en las escuelas y universidades públicas Marx, Keynes y sus nietos siguen siendo los mas estudiados y lamentablemente los mas inspiradores.Por ultimo, nuestro peor error muy acertadamente sacado a luz por Héctor, fue precisamente no preconizar un modelo de comportamiento, volviéndonos en muchos casos cómplices de la mediocridad, del despilfarro, del dinero fácil, elementos usados muy a su favor por enemigos tan crueles de la libertad como Castro, que se escuda en los éxitos de deportistas y artistas cubanos, para justificar su régimen de terror, argumentando que son sus medidas totalitarias las que permitieron a los individuos cosechar los laureles, que fue su obra la que formo mejores personas, mas solidarias, mas trabajadoras, mas humanas. Acaso no son esos los valores que inspiraron a Alberdi, Martí o Juárez, acaso no es precisamente la libertad aquella que permite que el hombre explote sus mejores facetas, en post de la mejora espiritual, es necesario que nosotros rescatemos esos elementos, que las convirtamos en canciones, en poesía, insisto las ecuaciones de las tendencias de crecimiento, solo nos complicaran la tarea, es hora de llegar a los sentimientos de la gente, Liberales cantemos a nuestra Liberalia Oceanía, hagamos de la libertad una poesía que mueva los corazones de los latinoamericanos.
viernes, 23 de julio de 2010
Moral y Matrimonio
por Alejandro Bongiovanni
El proyecto de reforma de dos artículos del Código Civil para habilitar el matrimonio entre personas del mismo sexo ya tiene, con toda justicia, media sanción en el Congreso. Analicemos aquí algunas cuestiones de fondo.
No quiero empezar con el latiguillo clásico “tengo amigos homosexuales y son personas excelentes”, porque no los tengo. Tampoco creo que haya que conocer a un homosexual para analizar la justicia de la propuesta del matrimonio entre personas del mismo sexo. Veamos algunos argumentos a favor de la misma.
La moral es un asunto subjetivo e individual.
El Estado no existe para imponernos una moral determinada sino para evitar que atropellemos derechos ajenos. Mientras esto no ocurra, nuestra conducta podrá ser reprobada o aplaudida por nuestros semejantes, pero no castigada por la justicia. Ni la bondad, la solidaridad o el decoro deben ser exigidos a la fuerza por el Estado, ni puede éste punir la mezquindad, la avaricia o el odio. Sólo las conductas que perjudiquen verdaderos derechos de algún ser humano son relevantes para el aparato estatal.
Esto tiene sentido fundamentalmente por dos razones: en primer lugar, la moral dictada por decreto no es realmente moral, dado que sólo el individuo puede decidir que considera correcto o incorrecto en su fuero íntimo. En segundo lugar, sin acción libre los comportamientos están vacíos de moralidad: quien regala o lastima obligado por una fuerza irresistible no está actuando según normas morales.
Por ende, mal puede el gobierno imponernos como inmoral una unión determinada.
Ser respetuosos es una obligación.
Como señala Alberto Benegas Lynch (h) en lugar de tolerancia, palabra que tiene cierto aroma a superioridad, es mejor hablar de respeto. En este caso, cabe argüir que tenemos la obligación de ser respetuosos por las decisiones que tome el prójimo (de nuevo, siempre que no vulnere derechos ajenos) en materia sexual, religiosa, política, económica, social etc.
El precio de vivir en libertad es justamente respetar muchos estilos de vida que no compartimos. Aquí es donde siempre se complica el juego social. Demasiadas personas –aún las que en determinado asunto se declaran discriminadas– están dispuestas a subyugar con la fuerza estatal a otras personas por el simple hecho de no aceptar sus decisiones. Es lamentable ver como los supuestos discriminados cuando cambia la materia pretenden someter al resto a su voluntad.
El matrimonio es un simple acuerdo de voluntades.
Habemos quienes creemos que el Estado debería desentenderse completamente del matrimonio. El Estado no debería casar ni divorciar personas. Esto sería potestad de congregaciones religiosas determinadas (para quienes decidan casarse según su credo) o por simples notarios o instituciones privadas (para los efectos legales).
El matrimonio es un acuerdo legal, con efectos patrimoniales. El leviatán estatal debería quitar sus manos de esta institución y permitir que las personas (homosexuales y heterosexuales) realicen sus acuerdos como deseen. Hay que quitar el falso moralismo de los artículos del código civil y dejar que personas adultas unan voluntades a su antojo. Coherentemente, quienes abogamos por la libertad individual en esta materia, también debemos estar de acuerdo con uniones poligámicas o entre parientes sanguíneos por citar otros ejemplos.
Pero aún suponiendo que el Estado debe continuar casando a las personas, lo cierto es que no se encuentran muchos argumentos salvo los religiosos (sólo válidos para la grey del credo particular) para rechazar el matrimonio entre personas del mismo sexo.
No obstante, una advertencia.
Más allá del derecho a casarse que tienen los homosexuales - que lograrán efectivizar si el dictamen del Senado es favorable- considero un error el hablar de la “comunidad homosexual”.
Los derechos de las personas son individuales. El hablar de comunidades con derechos propios en realidad es una suerte de sindicalismo social. Todos pertenecemos a múltiples conjuntos y subconjuntos, pero los derechos de nuestro haber los poseemos por ser personas, no por pertenecer a un grupo. El pensamiento contrario lleva a un corporativismo en el que todas las comunidades se convierten en grupos de presión que reclaman para sí derechos inventados, o de otro modo se victimizan y se auto proclaman discriminados. No me agradaría nada ver en el futuro, por ejemplo, un proyecto de ley para que haya un cupo mínimo de empleados homosexuales en cada empresa.
El proyecto de reforma de dos artículos del Código Civil para habilitar el matrimonio entre personas del mismo sexo ya tiene, con toda justicia, media sanción en el Congreso. Analicemos aquí algunas cuestiones de fondo.
No quiero empezar con el latiguillo clásico “tengo amigos homosexuales y son personas excelentes”, porque no los tengo. Tampoco creo que haya que conocer a un homosexual para analizar la justicia de la propuesta del matrimonio entre personas del mismo sexo. Veamos algunos argumentos a favor de la misma.
La moral es un asunto subjetivo e individual.
El Estado no existe para imponernos una moral determinada sino para evitar que atropellemos derechos ajenos. Mientras esto no ocurra, nuestra conducta podrá ser reprobada o aplaudida por nuestros semejantes, pero no castigada por la justicia. Ni la bondad, la solidaridad o el decoro deben ser exigidos a la fuerza por el Estado, ni puede éste punir la mezquindad, la avaricia o el odio. Sólo las conductas que perjudiquen verdaderos derechos de algún ser humano son relevantes para el aparato estatal.
Esto tiene sentido fundamentalmente por dos razones: en primer lugar, la moral dictada por decreto no es realmente moral, dado que sólo el individuo puede decidir que considera correcto o incorrecto en su fuero íntimo. En segundo lugar, sin acción libre los comportamientos están vacíos de moralidad: quien regala o lastima obligado por una fuerza irresistible no está actuando según normas morales.
Por ende, mal puede el gobierno imponernos como inmoral una unión determinada.
Ser respetuosos es una obligación.
Como señala Alberto Benegas Lynch (h) en lugar de tolerancia, palabra que tiene cierto aroma a superioridad, es mejor hablar de respeto. En este caso, cabe argüir que tenemos la obligación de ser respetuosos por las decisiones que tome el prójimo (de nuevo, siempre que no vulnere derechos ajenos) en materia sexual, religiosa, política, económica, social etc.
El precio de vivir en libertad es justamente respetar muchos estilos de vida que no compartimos. Aquí es donde siempre se complica el juego social. Demasiadas personas –aún las que en determinado asunto se declaran discriminadas– están dispuestas a subyugar con la fuerza estatal a otras personas por el simple hecho de no aceptar sus decisiones. Es lamentable ver como los supuestos discriminados cuando cambia la materia pretenden someter al resto a su voluntad.
El matrimonio es un simple acuerdo de voluntades.
Habemos quienes creemos que el Estado debería desentenderse completamente del matrimonio. El Estado no debería casar ni divorciar personas. Esto sería potestad de congregaciones religiosas determinadas (para quienes decidan casarse según su credo) o por simples notarios o instituciones privadas (para los efectos legales).
El matrimonio es un acuerdo legal, con efectos patrimoniales. El leviatán estatal debería quitar sus manos de esta institución y permitir que las personas (homosexuales y heterosexuales) realicen sus acuerdos como deseen. Hay que quitar el falso moralismo de los artículos del código civil y dejar que personas adultas unan voluntades a su antojo. Coherentemente, quienes abogamos por la libertad individual en esta materia, también debemos estar de acuerdo con uniones poligámicas o entre parientes sanguíneos por citar otros ejemplos.
Pero aún suponiendo que el Estado debe continuar casando a las personas, lo cierto es que no se encuentran muchos argumentos salvo los religiosos (sólo válidos para la grey del credo particular) para rechazar el matrimonio entre personas del mismo sexo.
No obstante, una advertencia.
Más allá del derecho a casarse que tienen los homosexuales - que lograrán efectivizar si el dictamen del Senado es favorable- considero un error el hablar de la “comunidad homosexual”.
Los derechos de las personas son individuales. El hablar de comunidades con derechos propios en realidad es una suerte de sindicalismo social. Todos pertenecemos a múltiples conjuntos y subconjuntos, pero los derechos de nuestro haber los poseemos por ser personas, no por pertenecer a un grupo. El pensamiento contrario lleva a un corporativismo en el que todas las comunidades se convierten en grupos de presión que reclaman para sí derechos inventados, o de otro modo se victimizan y se auto proclaman discriminados. No me agradaría nada ver en el futuro, por ejemplo, un proyecto de ley para que haya un cupo mínimo de empleados homosexuales en cada empresa.
miércoles, 21 de julio de 2010
¿Es el contrabando un delito?
Por: Luis Cristian Rivas Salazar
Comete contrabando quien introduce mercancías a territorio nacional en forma clandestina, eludiendo el control aduanero, sin documentación legal o incumpliendo formalidades establecidas por la ley. Nos preguntamos: ¿Las personas dedicadas a esta actividad, las podemos llamar criminales? Creemos que no.
Para cometer un crimen tiene que existir una víctima, y el contrabando es un delito sin víctimas. Por lo tanto, quienes se dedican al contrabando no están cometiendo un crimen, lo que hacen es simplemente no cumplir con la ley. Aquí debemos añadir que no toda ley es justa.
El contrabando es un delito sin víctima porque no existe persona concreta identificable que sufre de violencia injusta en su persona o reciba un ataque a sus derechos, no existe sujeto pasivo concreto. El Estado, la sociedad, el pueblo son abstracciones que difícilmente podemos considerarlas seriamente como víctimas.
Según la doctrina del Derecho, el contrabando no es un delito malo en sí, como el asesinato, sino que es delito porque está prohibido por ley. Este delito aparece con la aparición de fronteras.
El “contrabando” es comercio libre, pacífico y voluntario, pero si se torna violento, es porque existe prohibición. El libre comercio ha existido antes de la aparición del Estado, como modernamente lo conocemos. Con la aparición histórica del Estado nacen los aranceles, y con los aranceles nace el contrabando.
Lo que se castiga con el contrabando es el hecho de no pagar impuestos: el Estado deja de recaudar ingresos por la importación de mercaderías extranjeras.
Decía Murray Rothbard: “El Estado es la única organización que obtiene sus ingresos, no a través de contribuciones voluntarias o el pago por servicios prestados, sino a través de la coerción. (…) el Estado obtiene su renta mediante el uso de la compulsión, es decir, la amenaza de la cárcel y la bayoneta”.
Debemos ser conscientes de que las promesas del Gobierno son los impuestos del mañana, por eso es necesario recaudar ingresos, pero en este afán: ¿Se debe criminalizar a los comerciantes?
Los defensores de los aranceles replicarán que el Estado trata de “proteger” a la industria nacional de la extranjera, tal como se defiende desde el mercantilismo las industrias deficientes, productos caros de mala calidad, empresarios poco innovadores y clientes políticos. Pero los aranceles violan derechos individuales de propiedad privada, libre comercio y contratación con el registro, regulación, decomiso de equipajes e intervención de la correspondencia. Éticamente no se solventa el proteccionismo, como tampoco económicamente, producir más caro en el propio país lo que en el extranjero se produce más barato supone simplemente un despilfarro.
Incluso si admitiéramos que con los aranceles se defiende el empleo nacional, esto no se justifica con la cantidad de personas que sobreviven gracias al comercio internacional. Los que más se benefician con el libre comercio son los pobres, ya que son ellos los que compran y venden más barato y son soberanos en elegir lo que desean consumir, acceden paulatina y democráticamente a productos que en el pasado pensaban que era un “lujo”.
Además, en los países subdesarrollados se importa lo que no se produce en el interior. Gracias al comercio libre muchas personas puede acceder a comprarse vehículos, artículos para el hogar, como acceder a tecnología que de pronto encarecería de aplicarse radicalmente los aranceles o fuertes tributos por parte del Estado. Personalmente, gracias al libre comercio pude acceder al aparato que me permite escribir estas líneas. Si alguien me pregunta: ¿Pero tú compras cosas de contrabando? Estoy en la capacidad de responder: ¿Por qué no?
El gran pensador Frèderic Bastiat ridiculizaba el proteccionismo con su famoso ejemplo de la petición de los fabricantes de velas, bombillas y lámparas que pedían al gobierno protección para sus industrias solicitando la prohibición general de recibir luz solar; tapiando ventanas y tragaluces para así aumentar la producción y empleo nacional ante la competencia solar que regala su producto en detrimento de los fabricantes y empleados, argumentaban que con la medida se beneficiaría hasta el gobierno mediante el pago de aranceles para levantar la prohibición.
Los aranceles altos como medidas de protección suelen traer una serie de males inesperados peores que el tratamiento mismo del problema. Por ejemplo, decía Adam Smith que los impuestos elevados, al disminuir el consumo de los bienes y servicios y algunas veces al fomentar el contrabando o los mercados informales, frecuentemente tienen un adverso en la recaudación del Gobierno que podría obtenerse con impuestos reducidos.
Podríamos mencionar que paralelamente a la aparición de la institución estatal llamada Aduana aparece la institución negativa llamada corrupción. Mientras más controles aduaneros existan, aumentarán más los casos de corrupción y delincuencia organizada para eludirlos: “hecha la ley, hecha la trampa”. Es importante observar que mientras más duras sean las normas de tránsito, por ejemplo, los policías aumentan el monto de la “mordida” ante las infracciones. Efectivamente, los montos de dinero destinados a la corrupción también aumentan, enriqueciendo a quien circunstancialmente tiene que aplicar la ley. Este tema pasa también por el afianzamiento de un marco cultural adecuado de lucha contra la corrupción. Es conocido el caso de prohibición de alcohol en Estado Unidos, en los años 20 del siglo pasado, prohibición que permitió la aparición de la mafia, tráfico clandestino, venta de alcohol adulterado y la corrupción de autoridades policiales con el aumento de la violencia y criminalidad. Este hecho nos enseño que el remedio fue peor que la enfermedad.
Muchas personas, ingenuas pero bien intencionadas, me dirán que la no recaudación de los aranceles significaría menos hospitales y escuelas. Sinceramente quisiera que tengan razón, pero la realidad muestra despilfarro.
Para cometer un crimen tiene que existir una víctima, y el contrabando es un delito sin víctimas. Por lo tanto, quienes se dedican al contrabando no están cometiendo un crimen, lo que hacen es simplemente no cumplir con la ley. Aquí debemos añadir que no toda ley es justa.
El contrabando es un delito sin víctima porque no existe persona concreta identificable que sufre de violencia injusta en su persona o reciba un ataque a sus derechos, no existe sujeto pasivo concreto. El Estado, la sociedad, el pueblo son abstracciones que difícilmente podemos considerarlas seriamente como víctimas.
Según la doctrina del Derecho, el contrabando no es un delito malo en sí, como el asesinato, sino que es delito porque está prohibido por ley. Este delito aparece con la aparición de fronteras.
El “contrabando” es comercio libre, pacífico y voluntario, pero si se torna violento, es porque existe prohibición. El libre comercio ha existido antes de la aparición del Estado, como modernamente lo conocemos. Con la aparición histórica del Estado nacen los aranceles, y con los aranceles nace el contrabando.
Lo que se castiga con el contrabando es el hecho de no pagar impuestos: el Estado deja de recaudar ingresos por la importación de mercaderías extranjeras.
Decía Murray Rothbard: “El Estado es la única organización que obtiene sus ingresos, no a través de contribuciones voluntarias o el pago por servicios prestados, sino a través de la coerción. (…) el Estado obtiene su renta mediante el uso de la compulsión, es decir, la amenaza de la cárcel y la bayoneta”.
Debemos ser conscientes de que las promesas del Gobierno son los impuestos del mañana, por eso es necesario recaudar ingresos, pero en este afán: ¿Se debe criminalizar a los comerciantes?
Los defensores de los aranceles replicarán que el Estado trata de “proteger” a la industria nacional de la extranjera, tal como se defiende desde el mercantilismo las industrias deficientes, productos caros de mala calidad, empresarios poco innovadores y clientes políticos. Pero los aranceles violan derechos individuales de propiedad privada, libre comercio y contratación con el registro, regulación, decomiso de equipajes e intervención de la correspondencia. Éticamente no se solventa el proteccionismo, como tampoco económicamente, producir más caro en el propio país lo que en el extranjero se produce más barato supone simplemente un despilfarro.
Incluso si admitiéramos que con los aranceles se defiende el empleo nacional, esto no se justifica con la cantidad de personas que sobreviven gracias al comercio internacional. Los que más se benefician con el libre comercio son los pobres, ya que son ellos los que compran y venden más barato y son soberanos en elegir lo que desean consumir, acceden paulatina y democráticamente a productos que en el pasado pensaban que era un “lujo”.
Además, en los países subdesarrollados se importa lo que no se produce en el interior. Gracias al comercio libre muchas personas puede acceder a comprarse vehículos, artículos para el hogar, como acceder a tecnología que de pronto encarecería de aplicarse radicalmente los aranceles o fuertes tributos por parte del Estado. Personalmente, gracias al libre comercio pude acceder al aparato que me permite escribir estas líneas. Si alguien me pregunta: ¿Pero tú compras cosas de contrabando? Estoy en la capacidad de responder: ¿Por qué no?
El gran pensador Frèderic Bastiat ridiculizaba el proteccionismo con su famoso ejemplo de la petición de los fabricantes de velas, bombillas y lámparas que pedían al gobierno protección para sus industrias solicitando la prohibición general de recibir luz solar; tapiando ventanas y tragaluces para así aumentar la producción y empleo nacional ante la competencia solar que regala su producto en detrimento de los fabricantes y empleados, argumentaban que con la medida se beneficiaría hasta el gobierno mediante el pago de aranceles para levantar la prohibición.
Los aranceles altos como medidas de protección suelen traer una serie de males inesperados peores que el tratamiento mismo del problema. Por ejemplo, decía Adam Smith que los impuestos elevados, al disminuir el consumo de los bienes y servicios y algunas veces al fomentar el contrabando o los mercados informales, frecuentemente tienen un adverso en la recaudación del Gobierno que podría obtenerse con impuestos reducidos.
Podríamos mencionar que paralelamente a la aparición de la institución estatal llamada Aduana aparece la institución negativa llamada corrupción. Mientras más controles aduaneros existan, aumentarán más los casos de corrupción y delincuencia organizada para eludirlos: “hecha la ley, hecha la trampa”. Es importante observar que mientras más duras sean las normas de tránsito, por ejemplo, los policías aumentan el monto de la “mordida” ante las infracciones. Efectivamente, los montos de dinero destinados a la corrupción también aumentan, enriqueciendo a quien circunstancialmente tiene que aplicar la ley. Este tema pasa también por el afianzamiento de un marco cultural adecuado de lucha contra la corrupción. Es conocido el caso de prohibición de alcohol en Estado Unidos, en los años 20 del siglo pasado, prohibición que permitió la aparición de la mafia, tráfico clandestino, venta de alcohol adulterado y la corrupción de autoridades policiales con el aumento de la violencia y criminalidad. Este hecho nos enseño que el remedio fue peor que la enfermedad.
Muchas personas, ingenuas pero bien intencionadas, me dirán que la no recaudación de los aranceles significaría menos hospitales y escuelas. Sinceramente quisiera que tengan razón, pero la realidad muestra despilfarro.
martes, 25 de mayo de 2010
Juan Bautista Alberdi
Juan B. Alberdi (1810-1884), una de las figuras intelectuales de mayor peso de la América profunda. Creía en un proyecto liberal que liberaría a nuestros pueblos de las corrientes estatistas que dejaron en la miseria a miles de hombres y mujeres, desparramados por la geografía americana. Su mérito fue el haber impulsado el sendero liberal para sacar a esas regiones de los abusos y atropellos del intervencionismo y del mercantilismo que heredaron de la España imperial. Hoy, América Latina se embarcó en un proyecto de democracia y de mercado como opción para promover la riqueza material y participar en el comercio internacional de acuerdo a las ventajas comparativas y competitivas. Juan Bautista Alberdi, apostó al futuro económico y político de Argentina con un modelo político de origen liberal. El fruto de esa reflexión política e intelectual fue su obra magna Bases y puntos de partida par ala organización política de la República de Argentina (1854). Fustigó ese Estado devorador y depredador. El gobierno no ha sido creado para hacer ganancias, sino para hacer justicia; no ha sido creado para hacerse rico, sino para ser el guardián y centinela de los derechos del hombre, el primero de los cuales es el derecho al trabajo, o bien sea la libertad de industria. Un comerciante que tiene un fusil y todo el poder del Estado en una mano y la mercadería en otra es un monstruo devorador de todas las libertades industriales. El gobierno que se hace banquero, asegurador, martillero, empresario de industrias en vías e comunicación y construcciones de otro género, sale de su rol constitucional; y se excluye de esos ramos a los particulares, entonces de alza con el derecho privado y con la constitución echando a la vez al país en la pobreza y en la arbitrariedad. No hay peor agricultor, pero comerciante, pero fabricante que el gobierno (Jorge Mayer. El pensamiento vivo del Alberdi. Editorial Losada, Buenos Aires, 1983, pp. 61-63) Alberdi estaba convencido de que la empresa privada es la clave para el desarrollo económico de los pueblos y una alternativa frente al Estado omnipotente. La empresa privada es el fruto del trabajo, de la iniciativa, de la creatividad y de la innovación. Mientras tanto, el Estado omnipotente utiliza el poder policial para castigar el éxito como premio del trabajo innovador y creador y se enriquece mediante la expropiación arbitraria de los bienes ajenos y los reparte mediante el esquema clientelar entre sus amigos y familiares. En ese sentido, examinó con detenimiento la civilización que protege los derechos fundamentales del hombre, de la libertad de pensamiento y de la libertad de empresa. Sobre ese aspecto, dijo: He vivido veinte años en el corazón del mundo más civilizado y no he visto que la civilización signifique otra cosa que la seguridad de la vida, de la persona, del honor, de los bienes. La civilización no es el gas, no es el vapor, no es la electricidad, como piensan los que no ven sino su epidermis. La civilización no es tampoco el gran rendimiento de la aduanas, que se mide por las tarifas, como creen los que hacen del gobierno su industria de ganar fortuna (idem, 82). Dejó este mensaje para aquellos pueblos que creen ver en el subsuelo el destino de su prosperidad material y cultural:Dichosos los pueblos que tiene por morada un suelo pobre; Ellos serán como la Prusia, como la Holanda, como la vieja Inglaterra en Europa y la nueva Inglaterra en América. Todo está compensado bajo el sol: el suelo pobre produce al hombre rico. Desgraciados pueblos los que habitan un suelo que produce sin cultivo. Ellos serán como Egipto, el Asia Menor, La India, la América tropical. El ocioso, es decir el pobre, nace entre el plátano y la caña de azúcar (p. 82). En esa perspectiva, este autor resaltó la importancia política y pedagógica de la libertad individual como camino para combatir a esos gobiernos autoritarios y personalistas que pretenden asumir el control absoluto sobre la vida y los bienes de las personas: La libertad individual, que es la capital libertad del hombre, es la obrera principal e inmediata de todos sus progresos, de todas sus mejoras, de todas las conquista de las civilización en todas y cada una de las naciones. Pero la rival terrible de esa hada de los pueblos civilizados es la patria omnipotente y omnímoda, que vive personificada fatalmente en gobiernos omnímodos y omnipotentes, que no la quieren porque es límite la libertad e la patria es una faz de la libertad del hombre civilizado, fundamento y término de todo el edificio social de la raza humana (Juan Bautista Alberdi. La omnipotencia del Estado La omnipotencia del estado es la negación de la libertad individual. Colección Campeones de la libertad, Buenos Aires, 1986, p. 29). Por tanto, América Latina tiene en Juan Bautista Alberdi un horizonte luminoso para impulsar su riqueza económica e intelectual en el ámbito liberal y llegará el fin el de las creencias estatistas y mesiánicas que tanto daño económico y moral ha ocasionado a nuestros pueblos.
La nueva inquisición del siglo XXI (Parte I)
Hace unos días, en el debate de la noche de CNN+, una de las invitadas comentó que estaba a favor de que dejasen a las jóvenes musulmanas ponerse el hiyab después de los 18 años. Pero después añadió, que estaba de acuerdo con que se lo prohibieran si llegaban a ser funcionarias del Estado, especialmente en los sectores de sanidad y enseñanza. De modo que una vez que entran a la universidad, las dejamos vivir unos cuatro años de ensueño y libertad, dejándolas creer que son ciudadanas como los demás y que están en pie de igualdad que el resto de sus compatriotas en lo que respecta a deberes y derechos y unos años después, cuando se incorporen al mundo laboral, les diremos: “hagan el favor de quitárselo, ya han podido ponérselo durante unos años y con eso es suficiente”.
Otra de las invitadas, utilizó el ya muy conocido argumento de “nuestra cultura y nuestros valores”, de hecho cuando el presentador-moderador le preguntó “¿qué valores son esos?”, la invitada tuvo que pensárselo para decir después: “la libertad y la igualdad”. ¿Desde cuándo ambos valores han dejado de ser universales para convertirse exclusivamente en “nuestros valores”? ¿Se han transformado en propiedad privada y exclusiva de España o de cualquier otro país europeo o de EEUU? Y prefiero, si me permiten, no utilizar la etiqueta “país occidental”, porque aún no tengo muy claro qué significa.
Soy la primera persona que se une al aplauso, apoyo y elogio de la lucha por la democracia, la libertad y los derechos que tuvo lugar en Europa en el siglo XVIII (y digo: “tuvo lugar” y no: “se inició” en Europa, porque hay infinitos casos de democracia y libertad mucho antes y en otros lugares del mundo). Además, pertenezco a Europa, y me siento muy orgullosa en este aspecto. Pero precisamente, porque soy consciente del valor, dolor y esfuerzo que han conllevado conseguir todas estas metas tengo que alzar la voz para que no se atente contra un bien tan preciado como es la libertad en general y la libertad religiosa en particular.
Justamente porque me importa Europa y porque me importa “nuestra cultura”, me veo obligada a recordar que la lucha iniciada por la Ilustración no estaba exenta en absoluto de errores: ¿a caso, Rosseau, uno de los padres de este gran movimiento, no es también uno de los padres del machismo? Echen un vistazo al último capítulo de su libro “El Emilio”. Con esto quiero decir, que si somos capaces de mirar a nuestra historia tal y como es, con sus defectos y sus virtudes y no tal y como se la inventan hoy en día los más que politizados medios de comunicación, nos daremos cuenta de que “nuestra cultura y nuestros valores”, no son “nuestros”, sino de fruto del esfuerzo de toda la Humanidad, de personas (mujeres y hombres) de todas las religiones y culturas.
De este modo se hace totalmente inválido el argumento de “nuestra cultura y nuestros valores”; ya está bien de dar por sentado que las personas de confesión musulmana no incluyen en su repertorio de ideales la libertad y la igualdad.
También se comentó que cuando “nosotros” vamos a “sus” países nos obligan a ponernos el velo y nos los ponemos. En respuesta a esta declaración otra de las invitadas señaló que esa es la diferencia entre “nosotros y ellos”. Pero la cuestión real es que si nosotros alardeamos de democracia, entonces tenemos que estar a la altura de nuestro alarde; resulta que gran parte de los países de habla árabe, por circunstancias políticas, económicas y sociales (y no por ser árabes), se encuentran sumidos en oscuras dictaduras (apoyadas abiertamente por “nosotros”) y por tanto, cuando decimos “tenemos que prohibir el pañuelo porque ellos obligan a las mujeres a ponérselo”, una de dos: o es que estamos reflexionando con los pies en lugar de con la cabeza y no nos hemos dado cuenta o se nos ha olvidado que precisamente porque somos una democracia nuestro deber es garantizar la libertad de nuestras ciudadanas musulmanas para que ellas elijan, utilizando los criterios que ellas vean adecuados, ponerse o no el pañuelo.
De lo contrario, estamos dando por sentado que no están capacitadas para escoger el modo de vida que ellas quieran y eso nos hace volver al orientalismo más crudo del siglo XVIII.
No podemos comparar una democracia con una dictadura, porque por esa regla de tres destrozamos de golpe nuestro Estado de Derecho y lo convertimos en un Estado muy Estrecho en lo que respecta a valores tales como la libertad, la igualdad y la fraternidad (humanas y no francesas, por cierto). Esto por un lado. Por el otro, no es cierto que si vamos a “sus” países nos imponen ponernos el velo, ¿de qué países está hablando? Solamente existen dos países que lo imponen: Arabia Saudí e Irán, y en España a penas hay inmigrantes de ambos países. Y en el caso de los primeros, son muy bienvenidos, no porque amamos el intercambio cultural, sino por sus extravagantes propinas, que sería más apropiado que las empleasen para ayudar a su población a salir de la pobreza.
Hay mucha diversidad entre los musulmanes en España, pero existe un gran número procedente de Marruecos y que yo sepa en Marruecos los españoles tenemos sendos negocios que van desde los chiringuitos en los que servimos cócteles y cervezas de todo tipo hasta inmobiliarias y allí a nadie se le obliga ponerse un pañuelo, ni siquiera a las propias mujeres marroquíes.
Sigamos con el debate. La misma invitada que sugirió que se permitiera a las jóvenes ponerse el hiyab tras la mayoría de edad, pero no en el mundo laboral, comentó que en “la cultura de estos inmigrantes” no hay separación entre la religión y el estado, mientras que en la “nuestra” sí, por tanto somos incompatibles y no nos podemos entender. Otro gran error. Se da un gigantesco y ciego salto entre un caso particular para dar paso a una generalización espectacular que se aplica a todas las personas de confesión musulmana. Es más, para justificar “su” actitud, en lugar de recurrir a factores humanos y sociales, recurrimos a algo abstracto llamado “Islam”. La cuestión es, ¿cuando queremos explicar cualquier otra realidad atendemos a si son ateos, budistas, judíos, católicos o protestantes? Rotundamente no. Pero si son personas musulmanas, nos olvidamos de que son personas y nos obsesionamos con que son musulmanas y cualquier actitud o comportamiento, hasta el ejercicio de la respiración, tan común a todos los seres humanos, lo queremos explicar con la religión que profesan.
A medida que iba avanzando el debate, las invitadas leían testimonios sacados de Internet: “cuando le llegue la regla a mi hija le impondré el hiyab”, “la mujer debe estar sometida al varón”, las típicas frases de personas de confesión musulmana que las circunstancias de sus vidas les han impedido poder profundizar y reflexionar en su religión y descubrir que ambas posturas son claramente contrarias a la religión que profesan.
¿Por qué se considera a cualquier musulmán o musulmana portavoz y representante del Islam? ¿A caso ser budista, católico, protestante o judío es licencia suficiente para ser teólogo del budismo, del catolicismo, del protestantismo o del judaísmo? Ser practicante de una religión o compartir una ideología no convierte a esa persona, ni mucho menos a todo lo que diga, en sinónimo de la teoría de la religión o ideología que profese. Si una mujer musulmana dice que va imponer el hiyab a su hija, cuando ésta tenga la regla, no quiere decir que el Islam lo diga. Y lo que diga esa señora la representa solamente a ella y por tanto las críticas que tengamos que hacerle tienen que dirigirse a ella como persona y no a la religión que profesa. A esta señora habrá que explicarle que una vez que el hiyab se impone pierde su esencia y que precisamente consiste en todo lo contrario: en que una persona lo utilice por libertad propia. El uso del hiyab no depende de si la joven tiene o no la regla, sino de si la joven se siente preparada para salir a la calle todos los días y enfrentarse a una sociedad que la va a acosar continuamente con miradas de odio, compasión y miedo. Y en algunos casos también llegarán a insultarla algunos de los transeúntes en la calle o en el transporte público, a perseguirla los hombres y mujeres de seguridad de las tiendas, a estar reacios a atenderlas los dependientes de los comercios como lo hacen con el resto de sus clientes, a escuchar murmullos a sus espaldas mientras pasean por el barrio...(y todo esto ocurre siempre con el triple de frecuencia cuando los medios de comunicación tratan el tema del hiyab con tertulianos cargados de odio hacia todo aquello que tiene que ver con el Islam).
Precisamente por todo esto, nadie puede imponer el hiyab a su hija, porque se tendrá que enfrentar sola a todas estas situaciones y por ello es una decisión que tiene que tomar ella sola, exactamente como le dijo la Reina Blanca a Alicia en el País de las Maravillas cuando tenía que enfrentarse al “galimatazo”.
Mi otra pregunta es: ¿por qué cuándo buscan en Internet solamente encuentran éstas típicas frases? ¿Están los resultados de sus búsquedas filtradas para que no tengan constancia de la cantidad de entrevistas a jóvenes españolas, musulmanas, diplomadas en óptica y optometría, licenciadas en pedagogía, en medicina, en ciencias políticas, en diferentes ingenierías, en derecho, en psicología, en farmacia, en odontología, en magisterio… que ofrecen argumentos y reflexiones de gran valor humano y hasta político y social? ¿Es lícito, que en el siglo XXI se haga un debate sobre el hiyab sin una mujer musulmana con hiyab y otra mujer musulmana sin hiyab? En mi opinión, a estas alturas, se puede incluso calificar de vergonzoso. ¿A caso no hay mujeres musulmanas con y sin hiyab tan capacitadas como las invitadas para formar parte de un debate en el que aporten sus opiniones sobre los diversos temas de actualidad y no solamente el del hiyab? ¿Aún pensamos que las mujeres musulmanas con hiyab solamente se dedican al ámbito de la limpieza? Por cierto, un ámbito que merece todo el respeto y el valor del mundo, pero resulta que también hay mujeres españolas musulmanas con hiyab abogadas, ingenieras y médicos. ¿Hay que sacar un decreto que prohíba usar el hiyab mientras se ejerce el trabajo de la limpieza o ese ámbito se considera el adecuado por naturaleza para las mujeres musulmanas con hiyab tanto en los países de mayoría musulmana y habla árabe como en el resto de países del mundo?
Otra de las invitadas, utilizó el ya muy conocido argumento de “nuestra cultura y nuestros valores”, de hecho cuando el presentador-moderador le preguntó “¿qué valores son esos?”, la invitada tuvo que pensárselo para decir después: “la libertad y la igualdad”. ¿Desde cuándo ambos valores han dejado de ser universales para convertirse exclusivamente en “nuestros valores”? ¿Se han transformado en propiedad privada y exclusiva de España o de cualquier otro país europeo o de EEUU? Y prefiero, si me permiten, no utilizar la etiqueta “país occidental”, porque aún no tengo muy claro qué significa.
Soy la primera persona que se une al aplauso, apoyo y elogio de la lucha por la democracia, la libertad y los derechos que tuvo lugar en Europa en el siglo XVIII (y digo: “tuvo lugar” y no: “se inició” en Europa, porque hay infinitos casos de democracia y libertad mucho antes y en otros lugares del mundo). Además, pertenezco a Europa, y me siento muy orgullosa en este aspecto. Pero precisamente, porque soy consciente del valor, dolor y esfuerzo que han conllevado conseguir todas estas metas tengo que alzar la voz para que no se atente contra un bien tan preciado como es la libertad en general y la libertad religiosa en particular.
Justamente porque me importa Europa y porque me importa “nuestra cultura”, me veo obligada a recordar que la lucha iniciada por la Ilustración no estaba exenta en absoluto de errores: ¿a caso, Rosseau, uno de los padres de este gran movimiento, no es también uno de los padres del machismo? Echen un vistazo al último capítulo de su libro “El Emilio”. Con esto quiero decir, que si somos capaces de mirar a nuestra historia tal y como es, con sus defectos y sus virtudes y no tal y como se la inventan hoy en día los más que politizados medios de comunicación, nos daremos cuenta de que “nuestra cultura y nuestros valores”, no son “nuestros”, sino de fruto del esfuerzo de toda la Humanidad, de personas (mujeres y hombres) de todas las religiones y culturas.
De este modo se hace totalmente inválido el argumento de “nuestra cultura y nuestros valores”; ya está bien de dar por sentado que las personas de confesión musulmana no incluyen en su repertorio de ideales la libertad y la igualdad.
También se comentó que cuando “nosotros” vamos a “sus” países nos obligan a ponernos el velo y nos los ponemos. En respuesta a esta declaración otra de las invitadas señaló que esa es la diferencia entre “nosotros y ellos”. Pero la cuestión real es que si nosotros alardeamos de democracia, entonces tenemos que estar a la altura de nuestro alarde; resulta que gran parte de los países de habla árabe, por circunstancias políticas, económicas y sociales (y no por ser árabes), se encuentran sumidos en oscuras dictaduras (apoyadas abiertamente por “nosotros”) y por tanto, cuando decimos “tenemos que prohibir el pañuelo porque ellos obligan a las mujeres a ponérselo”, una de dos: o es que estamos reflexionando con los pies en lugar de con la cabeza y no nos hemos dado cuenta o se nos ha olvidado que precisamente porque somos una democracia nuestro deber es garantizar la libertad de nuestras ciudadanas musulmanas para que ellas elijan, utilizando los criterios que ellas vean adecuados, ponerse o no el pañuelo.
De lo contrario, estamos dando por sentado que no están capacitadas para escoger el modo de vida que ellas quieran y eso nos hace volver al orientalismo más crudo del siglo XVIII.
No podemos comparar una democracia con una dictadura, porque por esa regla de tres destrozamos de golpe nuestro Estado de Derecho y lo convertimos en un Estado muy Estrecho en lo que respecta a valores tales como la libertad, la igualdad y la fraternidad (humanas y no francesas, por cierto). Esto por un lado. Por el otro, no es cierto que si vamos a “sus” países nos imponen ponernos el velo, ¿de qué países está hablando? Solamente existen dos países que lo imponen: Arabia Saudí e Irán, y en España a penas hay inmigrantes de ambos países. Y en el caso de los primeros, son muy bienvenidos, no porque amamos el intercambio cultural, sino por sus extravagantes propinas, que sería más apropiado que las empleasen para ayudar a su población a salir de la pobreza.
Hay mucha diversidad entre los musulmanes en España, pero existe un gran número procedente de Marruecos y que yo sepa en Marruecos los españoles tenemos sendos negocios que van desde los chiringuitos en los que servimos cócteles y cervezas de todo tipo hasta inmobiliarias y allí a nadie se le obliga ponerse un pañuelo, ni siquiera a las propias mujeres marroquíes.
Sigamos con el debate. La misma invitada que sugirió que se permitiera a las jóvenes ponerse el hiyab tras la mayoría de edad, pero no en el mundo laboral, comentó que en “la cultura de estos inmigrantes” no hay separación entre la religión y el estado, mientras que en la “nuestra” sí, por tanto somos incompatibles y no nos podemos entender. Otro gran error. Se da un gigantesco y ciego salto entre un caso particular para dar paso a una generalización espectacular que se aplica a todas las personas de confesión musulmana. Es más, para justificar “su” actitud, en lugar de recurrir a factores humanos y sociales, recurrimos a algo abstracto llamado “Islam”. La cuestión es, ¿cuando queremos explicar cualquier otra realidad atendemos a si son ateos, budistas, judíos, católicos o protestantes? Rotundamente no. Pero si son personas musulmanas, nos olvidamos de que son personas y nos obsesionamos con que son musulmanas y cualquier actitud o comportamiento, hasta el ejercicio de la respiración, tan común a todos los seres humanos, lo queremos explicar con la religión que profesan.
A medida que iba avanzando el debate, las invitadas leían testimonios sacados de Internet: “cuando le llegue la regla a mi hija le impondré el hiyab”, “la mujer debe estar sometida al varón”, las típicas frases de personas de confesión musulmana que las circunstancias de sus vidas les han impedido poder profundizar y reflexionar en su religión y descubrir que ambas posturas son claramente contrarias a la religión que profesan.
¿Por qué se considera a cualquier musulmán o musulmana portavoz y representante del Islam? ¿A caso ser budista, católico, protestante o judío es licencia suficiente para ser teólogo del budismo, del catolicismo, del protestantismo o del judaísmo? Ser practicante de una religión o compartir una ideología no convierte a esa persona, ni mucho menos a todo lo que diga, en sinónimo de la teoría de la religión o ideología que profese. Si una mujer musulmana dice que va imponer el hiyab a su hija, cuando ésta tenga la regla, no quiere decir que el Islam lo diga. Y lo que diga esa señora la representa solamente a ella y por tanto las críticas que tengamos que hacerle tienen que dirigirse a ella como persona y no a la religión que profesa. A esta señora habrá que explicarle que una vez que el hiyab se impone pierde su esencia y que precisamente consiste en todo lo contrario: en que una persona lo utilice por libertad propia. El uso del hiyab no depende de si la joven tiene o no la regla, sino de si la joven se siente preparada para salir a la calle todos los días y enfrentarse a una sociedad que la va a acosar continuamente con miradas de odio, compasión y miedo. Y en algunos casos también llegarán a insultarla algunos de los transeúntes en la calle o en el transporte público, a perseguirla los hombres y mujeres de seguridad de las tiendas, a estar reacios a atenderlas los dependientes de los comercios como lo hacen con el resto de sus clientes, a escuchar murmullos a sus espaldas mientras pasean por el barrio...(y todo esto ocurre siempre con el triple de frecuencia cuando los medios de comunicación tratan el tema del hiyab con tertulianos cargados de odio hacia todo aquello que tiene que ver con el Islam).
Precisamente por todo esto, nadie puede imponer el hiyab a su hija, porque se tendrá que enfrentar sola a todas estas situaciones y por ello es una decisión que tiene que tomar ella sola, exactamente como le dijo la Reina Blanca a Alicia en el País de las Maravillas cuando tenía que enfrentarse al “galimatazo”.
Mi otra pregunta es: ¿por qué cuándo buscan en Internet solamente encuentran éstas típicas frases? ¿Están los resultados de sus búsquedas filtradas para que no tengan constancia de la cantidad de entrevistas a jóvenes españolas, musulmanas, diplomadas en óptica y optometría, licenciadas en pedagogía, en medicina, en ciencias políticas, en diferentes ingenierías, en derecho, en psicología, en farmacia, en odontología, en magisterio… que ofrecen argumentos y reflexiones de gran valor humano y hasta político y social? ¿Es lícito, que en el siglo XXI se haga un debate sobre el hiyab sin una mujer musulmana con hiyab y otra mujer musulmana sin hiyab? En mi opinión, a estas alturas, se puede incluso calificar de vergonzoso. ¿A caso no hay mujeres musulmanas con y sin hiyab tan capacitadas como las invitadas para formar parte de un debate en el que aporten sus opiniones sobre los diversos temas de actualidad y no solamente el del hiyab? ¿Aún pensamos que las mujeres musulmanas con hiyab solamente se dedican al ámbito de la limpieza? Por cierto, un ámbito que merece todo el respeto y el valor del mundo, pero resulta que también hay mujeres españolas musulmanas con hiyab abogadas, ingenieras y médicos. ¿Hay que sacar un decreto que prohíba usar el hiyab mientras se ejerce el trabajo de la limpieza o ese ámbito se considera el adecuado por naturaleza para las mujeres musulmanas con hiyab tanto en los países de mayoría musulmana y habla árabe como en el resto de países del mundo?
sábado, 22 de mayo de 2010
La maquinaria de construcción simbólica del otro
El marco de visibilización de la alteridad
En la actualidad el desafío es “pasar de la tolerancia a la solidaridad, que no sólo acepta que la gente puede ser diferente, sino que sostiene que la diferencia es algo bueno, que del contacto se aprende y todos salimos enriquecidos”, señala Zygmunt Bauman [1].
Tal consideración tiene como contexto la multiplicación en la Unión Europea, en particular, pero no únicamente, de políticas restrictivas en materia de inmigración (proyectos jurídicos de admisión selectiva de extranjeros, planes de expulsión de indocumentados, etc.) y crecientes manifestaciones, públicas y masivas, de racismo.
El marco jurídico emergente limita la libre circulación de los flujos migratorios y tiene un correlato, a la vez que una base de justificación, en la construcción discursiva de la inmigración y las relaciones interculturales en términos de problemática social y confrontación cultural.
En este proceso de configuración del “problema de la inmigración” es fundamental el contexto de legitimación, propio de un estado de excepción, que representa para estas prácticas la denominada “guerra contra el terrorismo”.
La guerra justifica las políticas restrictivas de derechos y libertades civiles y requiere la construcción imaginaria de la amenaza del “otro”, del enemigo.
La elaboración simbólica del adversario implica la producción de una imagen estereotipada y un rótulo lingüístico para referirlo.
Manuel Baeza considera que en el contexto de situaciones bélicas, en las que la estigmatización del enemigo es un ingrediente fundamental de la motivación beligerante, los estereotipos se construyen en base a la manipulación y la ideología [2].
En este sentido, el actual discurso político antiterrorista hegemónico –es decir, el de la administración estadounidense- es cuestionado, como señala Carlos Floria, por estar “marcado por altos niveles de engaño, autoengaño, simplificación condescendiente y manipulación agresiva, exacerbado por la inyección de un lenguaje religioso ideologizado por lo que se llama la “derecha cristiana” [3].
El campo del discurso político aparece, en este marco, caracterizado por simplificaciones oposicionales entre positivo y negativo; generalizaciones excesivas y erróneas; y manipulación ideológica del lenguaje religioso que opone el bien contra el mal.
Es por este estado de situación que se justifica la problematización y el estudio de algunas categorías que aparecen como dadas e indiscutibles.
Las categorías “terrorismo islámico” y “fundamentalismo islámico”, por ejemplo, cuyo uso aparece naturalizado en el discurso político y mediático, entre otros, demandan un abordaje que examine sus características sin perder de vista las condiciones de posibilidad para su formación y las consecuencias de su uso. Análisis que aquí se propone desde una perspectiva de compromiso crítico contra la reproducción del orientalismo [4] y los supuestos que sustenta la tesis del “choque de civilizaciones” [5].
Categorización y estereotipos
Gordon Allport (1962) define el “proceso de categorización” como una necesidad de la mente humana para ordenar y clasificar la experiencia, asegurando el mantenimiento de la simplicidad en la percepción y en el juicio.
Según Allport, las categorías constituyen generalizaciones con las siguientes características: 1. construyen clases y agrupamientos amplios para guiar nuestros ajustes diarios; 2. tienden a la simplificación siguiendo un principio del menor esfuerzo; 3. permiten identificar rápidamente a un objeto por sus rasgos comunes; 4. saturan todo lo que contienen con iguales connotaciones ideacionales y emocionales; 5. pueden ser más o menos racionales, según su respaldo en la experiencia directa o evidencia objetiva (cfr. 1962:35).
Por otra parte, el estereotipo es “una creencia exagerada que está asociada a una categoría. Su función es justificar (racionalizar) nuestra conducta en relación con esa categoría” (cfr. Allport, 1962: 215).
Un estereotipo negativo sobre un grupo social configura una disposición mental determinada que prescribe las modalidades de percepción y actitudes posibles hacia ese grupo.
En este sentido, aquí se parte de la premisa de que los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, junto a la sucesión de acciones posteriores inscriptas en el marco de la “guerra contra el terrorismo”, habilitaron un escenario favorable para la reproducción y (re)actualización del discurso orientalista (su lexicografía, sus idées recues y estereotipos).
Edward Said (1990) señaló que en la fase reciente del orientalismo, desde las guerras arabo-israelí posterior a la II Guerra Mundial, la cultura popular americana y el discurso político, científico y de los negocios, representan una figura estereotipada del árabe musulmán.
“En los resúmenes de actualidad y en las fotografías de prensa, los árabes aparecen siempre en grandes cantidades, sin ninguna individualidad, ninguna característica o experiencia personal. La mayoría de las imágenes representan el alcance y la miseria de la masa o sus gestos irracionales (y de ahí desesperadamente excéntricos). Detrás de todas estas imágenes está la amenaza de la "Yihad"; y su consecuencia inmediata es el temor a que los musulmanes (o árabes) invadan el mundo” (cfr. Said, 1990:338).
Asimismo, la “guerra contra el terrorismo” generó las condiciones necesarias para la legitimación en la opinión pública de discursos que predican un choque de culturas entre Occidente y Oriente.
Sin embargo, como señalan Tokatlian y Derghougassian (2006), “no existe una condición natural e inevitable que conduzca a un choque entre civilizaciones. Esa pugna es lo que las sociedades y los Estados quieren que sea; esto es, la colisión entre culturas se construye social, histórica y políticamente”.
En otras palabras, según el Secretario General del Centro Islámico de la República Argentina, Omar Abboud, “la cuestión del choque cultural sólo puede prosperar si se alimenta, si se lo busca. De lo contrario, si se supone cultura de ambos lados, tiene que haber un marco de relación” [6].
El marco de relación y comunicación intercultural es fundamental para emprender el desafío de “pasar de la tolerancia a la solidaridad”.
“Las personas que permanecen separadas cuentan con pocos canales de comunicación. Exageran fácilmente el grado de diferencia entre los grupos y pronto cunde una interpretación errónea acerca de los fundamentos de esa diferencia. Por fin, y esto es quizá lo más importante de todo, la separación puede determinar genuinos conflictos de intereses, así como muchos conflictos imaginarios” (cfr. Allport, 1962:34).
Un problema de este orden es detectado por Said (2001) al analizar las diferencias entre los discursos de los medios de comunicación y representantes políticos israelíes y los de sus homólogos norteamericanos, respecto de la cuestión de Palestina.
En el discurso sionista norteamericano, señala Said, “lo que emerge es muy a menudo una mezcla aterradora de violencia indirecta contra los árabes y un miedo y odio profundo contra ellos, que es el resultado, a diferencia de lo que sucede con los judíos israelíes, de no tener un contacto prolongado con ellos. Para el sionista norteamericano, por ello, los árabes no son seres reales, sino fantasías de casi todo lo que puede ser demonizado y despreciado, muy especialmente el terrorismo y el antisemitismo” (cfr. 2001).
En este contexto, de un estado de excepción a escala global y un escenario de incomunicación intercultural, que responde a estrategias políticas planificadas –como señala Paul Virilio, “el miedo y el pánico son los grandes argumentos de la política moderna” [7]-, encuentran legitimidad categorías tales como “terrorismo islámico” y “fundamentalismo islámico”.
Además, establecidas las condiciones para que determinados discursos sean posibles de ser enunciados sin correr el riesgo de la censura o la condena social, no sorprende la publicación en un determinado momento, en varios medios de prensa europeos, de caricaturas del profeta Muhammad (PyB) con una bomba sobre su cabeza.
La caricaturización a partir de determinados rasgos estereotipados (re) actualiza la creencia de que “todos los musulmanes son terroristas”.
Al mismo tiempo, contribuye a acentuar la imagen estereotipada, por un lado, por las propias características de la caricatura: una representación gráfica exagerada de determinados rasgos de una persona, grupo o institución con la finalidad de producir, desde el humor o la sátira, un efecto grotesco y ridiculizante. Y que, en este caso, representa una provocación en el plano religioso y cultural.
Por otra parte, porque ya que no se trata de una carga valorativa sobre una organización particular –la red terrorista Al Qaeda, perseguida y debilitada- o sobre los musulmanes y árabes en general - esas “masas irracionales” que la liberación y democratización occidental civilizaría-, sino que recae en una figura a la vez singular y universal.
El profeta Muhammad es, en sí mismo, sagrado y modelo de hombre universal del imaginario islámico.
La caricatura actúa como sinécdoque, y hace extensivos algunos atributos definitorios de determinados grupos minoritarios de acción política-militar hacia la figura del profeta, donde esos atributos no se sostienen sino por la imaginación o la fantasía beligerante del caricaturista.
Un proceso similar tiene lugar a partir de las categorías: Al Qaeda y otras organizaciones que practican el terrorismo se reconocen islámicas, entonces, desde de distintos discursos se construye la categoría “terrorismo islámico” (primera generalización), y esta será la base de la generalización excesiva y errónea de que “todos los musulmanes son terroristas”.
Pero la propia categoría “terrorismo islámico” tiene una dimensión evaluativa que aparece naturalizada. El juicio de valor que carga tácitamente este rótulo no es problematizado porque, según se argumenta, este terrorismo “se identifica así mismo como islámico (y cuyo islamismo no es desmentido)” (Beatriz Sarlo, 2006).
En el mismo sentido, Bernard Lewis argumenta que “la mayoría de los musulmanes no son fundamentalistas, y la mayoría de los fundamentalistas no son terroristas, pero la mayoría de los terroristas actuales son musulmanes y se identifican orgullosamente como tales” (2003:153).
Pese a esto, la dimensión evaluativa de esta categoría puede interpretarse a partir de indagar sobre el contexto social de su uso.
La etiqueta de “terrorista” posiciona al “otro” como desviado de la norma, de los valores socialmente aceptados. Y en un contexto de estado de excepción, con alto grado de sugestión colectiva, el símbolo verbal despierta por sí solo un sentimiento de temor y la idea de amenaza. Así, el símbolo adquiere cierto realismo verbal.
Además, el realismo se ve reforzado por el hecho de que el rótulo concierne a un colectivo crecientemente visibilizado: musulmanes y árabes, casi siempre apelados indiferenciadamente.
¿Por qué la generalización, “terrorismo islámico”, y no la individualización, Al Qaeda, Jihad Islamica, Hezbollah, Yama Islamiya? ¿Por qué “terrorismo islámico” y no organizaciones político-militares que se identifican como islámicas (incluso en términos estratégicos)?
A partir de algunos atributos definitorios de determinadas organizaciones –perfectamente individualizables– la categorización simplifica y generaliza.
Esta es la base de una generalización excesiva y errónea que implica que el Islam es representado como constitutivamente “terrorista”, careciendo de fundamentos verificables en los hechos.
Simultáneamente, por cuanto otra de las categorías erróneas en el discurso occidental, según Bruce Lawrence, es la de “identificar árabe y musulmán como si fueran intercambiables”, aunque “no todos los árabes son musulmanes y no todos los musulmanes son árabes” [8], la suma de generalizaciones connota acentuación del problema.
Los árabes, cualquiera sea su creencia religiosa, resultan alcanzados por el estereotipo.
Además, la acentuación, es decir, la impresión de extensión o ramificación global del problema, se produce por la concurrencia de otros recursos que implican generalización.
La definición extensiva del concepto de terrorismo, por ejemplo, permite al enunciador incluir dentro de esta categoría a distintas organizaciones y grupos sociales según determinados intereses políticos e ideológicos (Morales, 2004).
Asimismo, la generalización respecto de la identidad de las víctimas de los ataques amplifica la sensación de peligrosidad y de amenaza universal que significa el terrorismo (Morales, 2005a).
En este marco, “la cantidad de hechos que pueden ser considerados por el Estado como actos terroristas se amplía; la identidad de los terroristas se hace lo suficientemente difusa como para que cualquiera pueda convertirse en uno de ‘ellos’; y todos ‘nosotros’ somos potenciales víctimas del terror” (Morales, 2005b).
Hiperexotización
Problematizadas en tanto generalizaciones con una carga valorativa naturalizada y expuestas las consecuencias de su uso, las categorías “terrorismo islámico” y “fundamentalismo islámico” pueden ser analizadas, además, en el marco de la práctica social de alterización que Corina Courtis (2000) denomina “hiperexotización”.
Se trata de un mecanismo que “consiste en la focalización y sobredimensión de la diferencia, entendida en términos de exotismo, por lo general negativo” (cfr. 2000:53). De tal modo que la “otredad” queda ubicada en una posición de extrema distancia cultural respecto de “nosotros”.
En este sentido, la construcción de una distancia extrema puede detectarse en los discursos que oponen la “civilización occidental” a la “barbarie del terrorismo islámico”.
El rótulo de “terroristas” endosado a “ellos” manifiesta una diferencia extrema respecto de los valores civilizados reconocidos en “nosotros”.
La violencia es imputable por igual a la estrategia político-militar de algunas organizaciones que se confiesan islámicas y a la política exterior de algunos Estados que se autoproclaman antiterroristas. Pero es codificada, en el caso de que su recurso quede en manos de los primeros, con la categoría, sensiblemente más repudiable, de terrorismo.
Decir que determinados discursos buscan crear una imagen -el Islam como constitutivamente “violento”- es hacer una concesión analítica. En la medida que “nuestro” imaginario percibe la práctica del terrorismo como inhumana, incivilizada y ajena a los parámetros jurídicos e institucionales considerados legítimos, los rótulos de “violento” y “terrorista” no son intercambiables.
En el contexto actual la advertencia es “o están con nosotros o con los terroristas” [9]. El discurso demarca el deber hacer y el deber ser. “Esta será una lucha monumental entre el bien y el mal, pero el bien prevalecerá” [10].
Héctor Saint Pierre (2003) señala que una de las dificultades, apuntada por varios autores, para definir con claridad el concepto de “terrorismo”, es que a lo largo de la historia esa palabra se ha usado con un sentido peyorativo.
“La aplicación de la palabra “terrorismo” viene siempre acompañada de un juicio de valor y por tanto subjetivo. El grupo que para algunos es terrorista, para otros podrá estar formado por guerrilleros de la libertad. En general, el terrorista es siempre el “otro” (cfr. 2003:53).
La polarización de las diferencias es una condición necesaria en este proceso de configuración del “otro”, de ahí el mecanismo de focalización en la aludida “esencia” terrorista y maligna del adversario.
En la oposición extrema se configura el exotismo de “ellos”. De un lado, la modernidad, la civilización, la democracia, la libertad, la racionalidad, el progreso y el bien; del otro lado, el fundamentalismo religioso, la barbarie, el terrorismo, el odio, el resentimiento, la destrucción y el mal.
Las simplificaciones polarizantes no sólo sobredimensionan, sino que proyectan diferencias sin fundamento real. Se forman, en buena medida, sobre la base de proyecciones emocionales propiciadas desde las manipulaciones ideológicas del discurso hegemónico en el marco de la guerra antiterrorista, y contribuyen a intensificar la percepción de choque cultural.
La reproducción del orientalismo
La categorización, necesaria para el proceso cognitivo de clasificación de la experiencia, implica una práctica de simplificación y generalización que se constituye en una condición de posibilidad para la formación de estereotipos.
En este caso, el estereotipo negativo implica una creencia errónea acerca del Islam, los musulmanes y árabes.
Pero, además, las categorías que asocian el Islam al “terrorismo” y el “fundamentalismo” posicionan a los musulmanes y árabes en una relación de extrema distancia cultural respecto de la “civilización” occidental.
Esta práctica discursiva de alterización (re) actualiza los cánones separatistas del discurso-poder de Occidente sobre Oriente y confiere a “ellos” un exotismo cultural de carácter negativo. Es decir, la hiperexotización viene a generar condiciones de reproducción para el discurso orientalista.
Estos mecanismos de construcción de alteridad –complementarios, encadenados, desplegados en simultáneo- deben examinarse en relación con el marco político, cultural, histórico, de su ejercicio. En el contexto de un estado de excepción a escala global, producto de políticas insertas en el marco de la “guerra contra el terrorismo”; y un escenario de incomunicación intercultural, fundamentado y promovido, en parte, por el andamiaje teórico-ideológico de los eruditos del “choque de civilizaciones” y por las políticas de planificación antiterrorista -para las que los primeros son un instrumento y una base de legitimación-.
Pero hay que señalar que en este contexto también se manifiestan discursos que se definen como contra hegemónicos y denuncian el “terrorismo” del antiterrorismo contemporáneo [11].
Estos discursos oposicionales evidencian que el concepto de terrorismo es una construcción simbólica que condensa creencias ideológicas y se manipula políticamente.
Mientras, la reproducción acrítica de las categorías “terrorismo islámico” y “fundamentalismo islámico”, en distintos discursos, favorece la continuidad del orientalismo y es funcional a los supuestos del choque cultural.
Notas
[1] Véase “Tenemos que pasar de la tolerancia a la solidaridad”. Entrevista realizada por Juana Libedinsky. Diario La Nación, 15 de febrero de 2006, pág. 1, Buenos Aires.
[2] El autor aborda esta cuestión en Los Caminos Invisibles de la Realidad Social. Ensayo de sociología profunda sobre los imaginarios sociales (Ed. Ril, Santiago de Chile, 2000). Citado por Dramisino E., Lorenzotti J. y Rosales M., Los ‘otros’ en los ojos de Clarín y The New York Times. Tesis de Grado, FP y CS, Universidad Nacional de La Plata, 2003.
[3] Véase “El caso del imperio fallido”. Diario La Nación, 1º de marzo de 2006, pág. 19, Buenos Aires.
[4] Edward Said (1990) define al orientalismo como un discurso-poder que materializa la dominación histórica en el plano de las relaciones culturales, materiales e intelectuales del imperialismo europeo, hasta el siglo XIX, y el estadounidense, después de la Segunda Guerra Mundial, sobre Oriente.
[5] Esta tesis fue planteada inicialmente por Bernard Lewis, teórico estadounidense autor de estudios sobre Oriente Próximo, y retomada y popularizada por Samuel P. Huntington, quien sostiene que el choque entre culturas constituirá el conflicto central del siglo XXI, en su libro El choque de civilizaciones (Paidós, 1997). Véanse al respecto los comentarios del propio Huntington en: “El siglo traerá guerras musulmanas”. Entrevista realizada por Josef Joffe. Diario La Vanguardia, 11 de septiembre de 2002, pág. 18. En Internet: www.lavanguardia.es
[6] Véase “Lo sagrado no deja demasiado lugar para la humorada”. Entrevista realizada por Verónica Gago. Revista Debate, año 3, número 153, 16 de febrero de 2006, pág. 22.
[7] Véase “Paul Virilio y la política del miedo”. Entrevista realizada por Pablo Rodríguez. Revista de cultura Ñ, Ano II, número 78, 26 de marzo de 2005, pág. 6.
[8] Véase “El Islam más allá de los mitos y aprensiones de Occidente”. Entrevista realizada por Luis Pino. Diario El Mercurio, 8 de octubre de 2001, Santiago de Chile.
[9] Véase “Bush promete utilizar todas las armas para barrer al terrorismo”. Diario El Día, 21 de septiembre de 2001, pág. 3, La Plata.
[10] Véase “Para Bush, el ataque es un “acto de guerra” y ya planifica represalias”. Diario El Día, 13 de septiembre de 2001, pág. 2, La Plata.
[11] Por ejemplo, los presidentes de Cuba y de Venezuela, Fidel Castro y Hugo Chávez respectivamente, asocian el “terrorismo” con prácticas políticas de la administración estadounidense de George Bush, según sus propios preceptos ideológicos y estrategias de construcción imaginaria de la identidad nacional y del “enemigo imperialista”.
Bibliografía
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Courtis, Corina (2000): Construcción de Alteridad. Discursos cotidianos sobre la inmigración coreana en Buenos Aires. Eudeba, Buenos Aires.
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Morales, Orlando G. (2005a): “11-S, 11-M, 7-J: atentados. Los editoriales del día después en la prensa nacional”. En: Revista Question, volumen 7, 12 de septiembre, Sección Informes de Investigación. En: www.perio.unlp.edu.ar/question
Morales, Orlando G. (2005b): “Nosotros, los otros y ellos. Estrategias discursivas para la construcción de representaciones sociales en la prensa”. Ponencia presentada a la VI Reunión de Antropología del MERCOSUR, 16, 17 y 18 de noviembre de 2005, Montevideo, Uruguay.
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Saint Pierre, Héctor L. (2003): “¿Guerra de todos contra quién? La necesidad de definir terrorismo”. En: López, Ernesto (comp.): Escritos sobre terrorismo. Prometeo, Buenos Aires.
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Tokatlian, Juan G. y Derghougassian, Khatchik (2006): “Viñetas de ira”. En: revista Debate, año 3, número 153, 16 de febrero de 2006, pág. 25.
Orlando Gabriel Morales es titualr de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina)
gmorales@perio.unlp.edu.ar
miércoles, 14 de abril de 2010
Carta a Silvio Rodríguez
Carlos Alberto Montaner Madrid, 13 de abril de 2010 Estimado Silvio Rodríguez: Celebro que mantengamos este intercambio epistolar. No creo, como afirmó el profesor Emilio Ichikawa con humor, que es un diálogo imposible porque yo no canto y tú no piensas. Es verdad que yo no canto, pero es evidente que tú piensas. Sé que para ti esta polémica tiene un costo en fricciones y presiones. Conozco el paño. Pero esto sí va siendo una batalla de ideas y no esos aburridos monólogos propagandísticos a que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación cubanos. Ya les he pedido a todos los websites a los que estoy vinculado y con los que tengo buenas relaciones que reproduzcan tus textos completos. Si entras en www.carlosalbertomontaner.com o en www.firmaspress.com podrás confirmarlo. Les he solicitado a los diarios que publican mi columna que no olviden incluir tus escritos. Espero que tú hagas lo mismo con Granma, Juventud Rebelde, Trabajadores y el resto de los sitios de Internet vinculados al régimen cubano y a su aparato de información. Silvio: Como te veo tan firme en tu deseo de comunicar tus ideas y de informarte sin obstáculos ni censuras, creo que debes pedir pública y enérgicamente esos mismos derechos para el resto de nuestros compatriotas. Eso es lo honorable. Debes encabezar esa protesta para que Yoani y los periodistas independientes puedan divulgar sus textos sin ser encarcelados, golpeados o amenazados por la policía. Tras leer lo que escribes, estoy seguro de que te parece repugnante que la policía política se dedique a impedir que los cubanos oigan estaciones de onda corta, vean por cable los canales de la televisión extranjera y se vinculen a Internet. No es justo que sólo tú, Amaury Pérez y otros pocos privilegiados tengan acceso a esas fuentes de información. Eso debes denunciarlo. Es un escandaloso agravio comparativo. Silvio: Por supuesto, es importante –luego explico por qué— que conozcas las críticas de José Martí a Marx y al socialismo. Cuando murió el pensador alemán en 1883, Martí, que no ignoraba su obra, escribió una frase perfecta para precisar su juicio crítico: “Como se puso del lado de los débiles, merece honor. Pero no hace bien el que señala el daño y arde en ansias generosas de ponerle remedio, sino el que enseña remedio blando al daño. Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres”. Es decir, Martí, como cualquier persona compasiva, admiraba las intenciones de Marx, pero como cualquier persona sensata y conocedora de la naturaleza humana, censuraba sus métodos violentos. Razonamiento que reitera años más tarde en una carta a su amigo Fermín Valdés Domínguez: “Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en los que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados…”. Silvio: Como has dedicado una de tus más bellas canciones al Mayor General Ignacio Agramonte, tan admirado por Martí, el gran héroe militar y civil de la Guerra de 1868, te transcribo un párrafo de lo que Agramonte, y probablemente muchos de los jefes insurrectos más educados, pensaban del centralismo y del comunismo: “La centralización hace desaparecer ese individualismo, cuya conservación hemos sostenido como necesaria a la sociedad. De allí al comunismo no hay más que un paso; se comienza por declarar impotente al individuo y se concluye por justificar la intervención de la sociedad en su acción destruyendo su libertad, sujetando a reglamento sus deseos, sus pensamientos, sus más íntimas afecciones, sus necesidades, sus acciones todas”. Hay otros pasajes muy reveladores que muestran el rechazo del Apóstol al colectivismo (como la reseña que Martí le hace a La futura esclavitud de Herbert Spencer), pero a estas alturas discutir lo que Martí pensaba de Marx y del socialismo sería un ejercicio académico casi inútil, si no fuera porque Fidel Castro ha montado la legitimación histórica de su dictadura sobre la falsificación del pensamiento de Martí. Silvio: El absurdo silogismo que Fidel les ha impuesto a los cubanos, y que espero que tú, como persona inteligente, no suscribas, tiene la siguiente secuencia: la revolución tomó el curso marxista porque ésa, o muy cercana a ésa, era la ideología de Martí; quienes gobernaron la República, entre 1902 y 1958, traicionaron el ideario martiano; los revolucionarios que derrotaron a Fulgencio Batista, y desde entonces controlan el país, son los verdaderos herederos del espíritu de Martí y de los mambises que pelearon contra España por la independencia. El colofón de esta disparatada fantasía histórica, absolutamente alejada de la verdad, es que la autoridad moral para mandar a los cubanos la tiene Fidel Castro con carácter permanente porque él es el descendiente directo de Martí, una figura por la que los cubanos tenemos una devoción especial, ergo su estirpe moral, la de Fidel, es la de los luchadores independentistas del siglo XIX. Silvio: No es cierto: las raíces del régimen cubano están en las supersticiones del marxismo-leninismo, en el modelo de gobierno calcado de la Unión Soviética, y en las prácticas de control político aprendidas del KGB. Martí, que era un demócrata liberal convencido de las virtudes republicanas, creyente en la existencia de los derechos naturales, no tiene la menor responsabilidad en este engendro. Fueron Fidel, Raúl y el Che los que traicionaron un movimiento insurreccional que prometía elecciones democráticas, libertades y la vuelta a la Constitución de 1940. Lejos de venir de Martí, la dictadura de los Castro traicionó el ideario martiano. ¿Recuerdas cuando Fidel, al principio, juraba una y otra vez que ni él ni la Revolución eran comunistas? Silvio: Es verdad que muchos cubanos no tenían casa propia. La nuestra, la que visitaba Fidel para conversar con mi padre, su amigo, en la calle Tejadillo, y a donde alguna vez acudió junto a mi tío Pepe Jesús Ginjaume Montaner, jefe de Fidel en la violenta organización llamada Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR), también era alquilada. ¿Y qué? Celebro que hayas podido comprar una casa con el fruto de tus éxitos. Pero, ¿la puedes vender? ¿Puedes disponer de ella como en los países libres disponemos de las propiedades? Si es así, gozas de un raro privilegio. En cambio, si te sucede como al resto de los cubanos, no has comprado una casa, sino el precario derecho a usar una vivienda en las condiciones que el gobierno dispone. Cuba, además, debe ser el único país de Occidente en el que un buen profesional, trabajador, prudente y ahorrativo, no puede adquirir propiedades con el fruto de su esfuerzo porque el gobierno lo impide. No todos tienen tu suerte. Silvio: Los cubanos quieren tener propiedades realmente. Quieren poder venderlas y comprarlas sin que el Estado los persiga. Quieren abrir sus propios negocios, como hacen los extranjeros. Quieren retomar el control de sus vidas, secuestradas por los burócratas del Partido bajo la vigilancia de la policía política. Quieren generar riqueza y disfrutarla. ¿Por qué los jugadores de béisbol o los boxeadores no pueden explotar su talento en el extranjero en su propio beneficio sin ser tratados como traidores por el gobierno? ¿Por qué para poder vivir bien tienen que arriesgarse a navegar en una balsa hasta la Florida o “desertar” en un viaje al extranjero? ¿Cómo se puede defender un régimen que declara que el cerebro de la Dra. Hilda Molina (entre mil ejemplos) le pertenece a la revolución y la deja retenida en Cuba durante más de una década sin poder usar ni su cerebro ni sus hábiles manos de neurocirujana? ¿No te resulta eso un atropello abominable contra el derecho de las personas a definir y buscar su propia felicidad? Silvio: Supongo que una parte importante de tus ingresos deriva de los dólares o euros que recibes en calidad de derechos de autor. Eso me parece muy bien, pero ¿qué pasa con ese 99.99% de cubanos a los que solamente les pagan en pesos? Oficialmente, el peso y el CUC, que es la divisa convertible cubana, valen aproximadamente lo mismo. El salario promedio de los cubanos es de unos 300 pesos. Sin embargo, en el mercado paralelo, que es oficial y es el de verdad, el que cuenta, el cambio es de 20 a 1. Los cubanos ganan, realmente, unos cincuenta centavos de dólar al día. Es la estafa perfecta, Silvio. El gobierno, como los peores tahúres, maneja dos monedas: a los obreros cubanos les pagan por su trabajo con la moneda mala, pero les venden los productos apetecibles en la buena. Silvio: Dices que has señalado lo que te parece criticable del proceso. No me consta. Ojalá. Como soy admirador de tu obra conozco varias de tus canciones, pero no todas. No sé si alguna vez alzaste tu voz en el parlamento contra la represión y la censura, o si escribiste alguna canción en defensa del proletariado esquilmado y sin derechos, pero, si ocurrió, yo no tuve noticias. Ignoro si alguna vez te inspiraste en los miles de balseros ahogados tratando de alcanzar la libertad. No recuerdo una sola línea tuya en defensa de los héroes de la revolución fusilados o encarcelados por la dictadura. Ojalá existan esos testimonios. Silvio: No estoy hablando de los militares de Batista, que fueron, por cierto, condenados a muerte o a largas penas en juicios sumarios sin garantías, sino de Huber Matos, Comandante de la Revolución, que pasó 20 años en la cárcel por escribirle a Fidel una carta privada en la que renunciaba al Ejército Rebelde por no estar de acuerdo con el comunismo. Me refiero a Mario Chanes, que acompañó a Fidel y a Raúl en el asalto al Moncada y luego en la expedición del Granma, y cumplió 30 años de presidio injusto. Me refiero a los cientos de dirigentes y militantes de la revolución a los que la dictadura mató o trituró en las cárceles. Supongo, Silvio, en que concuerdas conmigo en que esa crueldad era criticable. ¿La denunciaste? Silvio: Afirmas que no te molesta padecer un “gobierno de ancianos” y me adviertes que yo también formé mis juicios morales, mi percepción de la realidad y de los conflictos sociales hace medio siglo. Pero hay una diferencia, Silvio: el rasgo más evidente y lamentable de los hermanos Castro es la incapacidad para aprender y cambiar. Estos señores, tras medio siglo de fracasos, y tras haber devastado a Cuba con los caprichos más inverosímiles (desde fabulosas vacas lecheras hasta dulces vaquitas enanas y caseras; desde gallineros domésticos hasta hortalizas hidropónicas en el cuarto de baño), continúan aferrados al disparate del colectivismo como objetivo de la sociedad y al palo y a la represión para alcanzarlo. Silvio: Estos hermanos son incapaces de aprender. Son autistas políticos indiferentes a la realidad. Confunden la terquedad con los principios. ¿No escuchaste a Raúl, muy ufano, decir recientemente que primero desaparecería la Isla antes que cambiar? Y Fidel lo felicitó al día siguiente, lo que era una forma de felicitarse a sí mismo, porque lleva décadas insistiendo en esa barbaridad, como si la vida de millones de compatriotas les importara un rábano. Silvio: Y es que les importa un rábano. ¿Recuerdas –Raúl aludió a aquel episodio muy orgulloso— durante la peligrosísima Crisis de los Misiles de 1962, cuando el mundo estuvo al borde de la destrucción, el mensaje de Fidel a Kruschev pidiéndole que atacara preventivamente a Estados Unidos y desatara la Tercera Guerra mundial, a sabiendas de que en la represalia morirían todos los cubanos? Pero lo terrible no es que entonces aquellos jóvenes desbordantes de testosterona revolucionaria hayan incurrido en esa petición irresponsable y asesina, sino que, medio siglo más tarde, ya ancianos y llenos de nietos, reinciden en la misma imprudencia criminal. Eso es lo grave: no cambian. Silvio: Como me comparas con los Castro, porque también a los 67 años ya soy viejo, te explico la diferencia entre los Castro y la mayor parte de los adultos. El problema no está en la edad. Hay viejos como Adenauer, Churchill, De Gaulle o Reagan que sirvieron a sus países en la ancianidad. Como soy un hombre normal, abierto a las influencias exteriores, siempre dispuesto a aprender de la experiencia y a pedir perdón cuando me he equivocado o a revocar decisiones erróneas, he cambiado mucho a lo largo de mi vida y, creo, para bien. Silvio: Comencé siendo, como tantos cubanitos ignorantes de hace medio siglo, un “revolucionario” radical confiado en que la justicia y el buen gobierno llegarían a mi país de la mano de un grupo de barbudos bienintencionados. Luego, cuando me desengañé, a base de paredón y calabozo, pasé a ser un socialdemócrata confiado en el papel redistribuidor de un estado justiciero. Más tarde, por las lecturas y la experiencia, me transformé en un liberal convencido de la superioridad moral y práctica de las ideas de la libertad para lograr sociedades más prósperas, libres y habitables. En suma, mientras millones de cubanos, y yo entre ellos, hemos cambiado, estos empedernidos hermanos Castro continúan anclados en el lugar de origen, repitiendo e insistiendo en las tonterías que aprendieron en las conversaciones de café cuando eran unos mozalbetes escasamente instruidos. Eso es gravísimo. Silvio: Esa incapacidad para rectificar que tienen estos dos señores (y otros de su entorno) es lo que explica uno de los fenómenos más asombrosos de cuantos ha generado la revolución cubana: el intenso fracaso material que ha provocado. Por primera vez, en los cientos de años que tiene Cuba de historia occidental, tres generaciones sucesivas de cubanos han padecido la extraña experiencia del empobrecimiento progresivo. Mañana siempre es peor que hoy. En Cuba, hasta la llegada de la revolución, la norma era que los padres vivían mejor que los abuelos y los hijos mejor que sus padres. Pero esa tradición terminó cuando estos caballeros tomaron el timón del país y los cubanos aprendieron la amarga lección de que la vida, lejos de mejorar, empeoraba. Hasta Raúl Castro lo ha admitido públicamente, desesperado, cuando manifestó que ni siquiera hay leche para los niños cubanos cuando pasan de los siete años. ¿Te imaginas? Ni un miserable vaso de leche. Silvio: Ese es el gobierno más ineficiente que hemos padecido los cubanos en toda nuestra atormentada historia. La calidad material mínima de cualquier sociedad se mide por seis elementos básicos: la alimentación, la vivienda, la electrificación, el transporte, las comunicaciones y el acceso al agua potable. En los seis, la revolución ha transformado la convivencia en una pesadilla. La comida escasea, está racionada, es muy pobre o es inalcanzable para el sueldo miserable de los trabajadores. Hay un déficit de viviendas que excede al millón de unidades, mientras más de la mitad de los hogares están en condiciones deplorables. Cuando falta el subsidio petrolero de Hugo Chávez, como cuando desapareció el que proporcionaba la URSS, cortan la luz intermitentemente. El acceso a teléfonos o correo es de los peores de América Latina, y no digamos Internet, que se obstruye por razones políticas. Las calles, carreteras y transporte público son un castigo demoniaco contra el pueblo. Los acueductos, infectos y rotos, pierden el 60% del agua disponible y la que llega es poca y esporádica. ¿Si en medio siglo de gestión, sin ninguna obstrucción parlamentaria, lejos de solucionar estos problemas esenciales, ese gobierno, minuciosamente torpe, los ha agravado, quién puede creer que, con el mismo sistema, con los mismos métodos y con la misma gerencia, algún día los resultados van a ser diferentes? Silvio: Celebro que estemos de acuerdo en que hay que abolir la pena de muerte. Pero no es cierto que esa medida cruel se deba al acoso de la CIA. Tú sabes perfectamente que mucho antes de que el gobierno de Estados Unidos intentara derrocar la dictadura comunista, la revolución, desde su inicio mismo, había fusilado a miles de personas. Tú no ignoras que, incluso antes de triunfar, ya los rebeldes fusilaban sin miramientos en la Sierra Maestra. Los Castro no conocen mejor escarmiento ni mejor forma de intimidación que el paredón. Matan, sencillamente, porque para ellos la vida de los otros no vale nada. Ni siquiera la del general Arnaldo Ochoa y el coronel Tony de la Guardia, sus mejores oficiales. Silvio: He oído antes el argumento de que los demócratas de la oposición carecen del apoyo del pueblo. Lo escuché en la España del franquismo donde, en efecto, el Partido Socialista apenas tenía un centenar de miembros activos antes de la desaparición del Caudillo. Lo escuché en Checoslovaquia, cuando se burlaban de la Carta 77 que encabezó mi admirado Vaclav Havel, porque la oposición contra la dictadura comunista apenas llegaba a dos docenas de valientes. ¿Y qué ocurrió cuando se abrieron los cauces de participación y los oprimidos pudieron decir su verdad? Ocurrió que los demócratas instantáneamente se multiplicaron por millones y los partidos oficialistas se encogieron hasta casi desvanecerse en medio de la vergüenza. Ocurrió que el pueblo pudo estrenar su verdadero rostro y manifestar sus creencias reales. En Cuba no será diferente. Silvio: Tú opinas que en las cárceles cubanas se trata bien a los prisioneros. ¿Qué es para ti encerrar durante años en un calabozo tapiado, sin luz, en medio de alimañas, casi sin alimentos ni agua, a numerosos presos políticos? ¿Qué son para ti las golpizas a las que los someten? Pero más importante que tu opinión o la mía es la de Amnistía Internacional, la de Human Rigths Watch, la de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. ¿Por qué no deja Cuba que una misión imparcial de la Cruz Roja recorra las prisiones y hable sin testigos con los prisioneros? Hay varios libros estremecedores que describen la vida cotidiana en el presidio político cubano de hombres y mujeres: los escribieron, entre otros, Huber Matos, Jorge Valls, Reinol González, Armando Valladares, Alejandro González Raga y Ana Lázara Rodríguez. Son testimonios terribles e irrefutables. Silvio: No te parece honesto que los disidentes y las Damas de Blanco reciban ayuda de otros gobiernos. Sin embargo, sabes que el artículo duodécimo de la Constitución cubana de 1976 dice lo siguiente: “[Cuba] reconoce la legitimidad de las guerras de liberación nacional, así como la resistencia armada a la agresión y a la conquista, y considera su derecho y su deber internacionalista ayudar al agredido y a los pueblos que luchan por su liberación”. Y no ignoras que el régimen cubano ha practicado intensamente ese internacionalismo revolucionario, contribuyendo con adiestramiento, recursos económicos, hombres, armas y explosivos a grupos y movimientos insurreccionales de diversos países del mundo. Silvio: Si crees en ese derecho que el gobierno cubano se arroga a practicar el internacionalismo revolucionario y ayudar a sus aliados y correligionarios, por un mínimo de decoro intelectual admitirás el derecho de los países libres a practicar el internacionalismo democrático y a ayudar a los suyos, aunque en el caso cubano apenas se trate de darles a los disidentes pequeñas computadoras, acceso a Internet, material de lectura, teléfonos celulares, algún dinero para sostener a las familias de los presos políticos y apoyo diplomático, porque hace varias décadas que nadie recurre en Cuba a la violencia política. Te recuerdo, además, lo importante que fue la ayuda de la Internacional Socialista y de las Fundaciones alemanas para el establecimiento de la democracia en España tras la muerte de Franco y en Chile durante el referéndum que le puso fin al gobierno de Pinochet. Esa solidaridad no sólo es muy común: es muy conveniente para la libertad de Cuba. Silvio: Lo decente es que las fuerzas democráticas del mundo libre ayuden a sobrevivir a las Damas de Blanco y a todos los demócratas de la oposición, al menos hasta que se vacíen las cárceles, puedan organizarse públicamente, participen en la vida pública, formen parte del parlamento y defiendan sus ideas sin el riesgo de ser exterminados. Lo natural es ayudar a las víctimas. Al fin y al cabo, el tejido ideológico de estos disidentes es el mismo que encuentras en el Parlamento Europeo y en la arena política de todos los países libres: democristianos, socialdemócratas, liberales y conservadores. Tenderles una mano solidaria a los disidentes perseguidos dentro de Cuba no sólo es legal, es lo moralmente justificable. Silvio: ¿Por qué crees que el Parlamento Europeo condenó al gobierno cubano por 509 votos procedentes de todo el arco democrático contra 30 de los comunistas? Lo hizo por solidaridad con sus pares cubanos. Por supuesto que lo ético es que nos ayuden en esta etapa trágica de nuestra historia. A todas estas fuerzas internacionales, convocadas en nuestro auxilio por la oposición democrática cubana del interior y del exterior, les irrita la burla del gobierno de los Castro, capaz de firmar en la Cumbre iberoamericana de Viña del Mar en 1996 su adhesión a los comportamientos democráticos, para luego pisotear ese compromiso, de la misma manera que más tarde ignoró el acuerdo firmado con la ONU en el 2008 de respetar los derechos humanos. Ya se agotó la paciencia internacional con un régimen que no cumple nada de lo que promete. Silvio: Dices no estar de acuerdo con los actos de repudio, y te creo, pero no es cierto que ocurran porque “otros cubanos”, espontáneamente, se indignan contra personas como las Dama de Blanco y las agreden. Esos actos están orquestados por la policía política y el Partido Comunista, como puede comprobar cualquiera que entre en el blog de penúltimosdías.com y vea el facsímil de la planilla con las instrucciones para los matones de las turbas conocidas como “Brigadas de respuesta rápida”. Deben llevar “palos, cabillas y cables” para golpear a cualquiera que se manifieste. Son operaciones parapoliciacas y ni siquiera son novedosas: en todas las dictaduras comunistas y fascistas han existido variantes de este procedimiento de control social. No me detengo a refutar la equivalencia que haces con las manifestaciones anticastristas de los cubanos de Miami porque me parece una broma. Las diferencias son abismales. Silvio: Y llegamos al tema del bloqueo, tu plato fuerte. Me pides que me manifieste contra el bloqueo. Por supuesto que lo haré. Yo también quiero que se elimine, pero antes tenemos que dejar aclarados varios aspectos de este asunto. En primer término, como los cubanos sabemos muy bien, Estados Unidos es el principal vendedor de alimentos a Cuba, mientras las remesas de los exiliados constituyen una de las primeras fuentes de ingreso de la Isla. Asimismo, Estados Unidos es el único país que alivia las presiones migratorias que sufre el gobierno cubano otorgándole nada menos que 20,000 visas todos los años. En esas condiciones, hablar de un embargo, y mucho menos de un bloqueo, es una exageración. De los siete mil millones de personas que pueblan el planeta, Cuba puede comerciar, y comercia, con seis mil setecientos. De los dos centenares de estados organizados que existen en el mundo, Cuba puede comerciar, y comercia, con 199 que representan el 75% del PIB planetario. Silvio: Ninguna persona informada pone en duda que el desastre económico cubano se debe, fundamentalmente, a la inherente improductividad de los sistemas colectivistas de corte marxista-leninista, sumada, en este caso, a la caprichosa e incompetente gerencia revolucionaria. No es el bloqueo. Como se ha probado hasta la saciedad, el colectivismo autoritario es un modelo económico fallido. Basta con comparar a las dos Corea o las dos Alemania para comprobarlo. Silvio: En todo caso, hay dos maneras de enfrentarse al embargo. Una es puramente propagandística, encaminada a culpar a Estados Unidos del horror de la pobreza cubana, pero sin el deseo real de que sea eliminado. Es en ésa en la que se entretiene el gobierno de La Habana y en la que invierte un notable caudal de recursos y energía. El otro camino, el serio, el de quienes queremos que realmente se levante, es el que te describo a continuación. Silvio: Para levantar el embargo, el gobierno cubano no puede saltarse a la oposición democrática. Tiene que pactar. Es el eficiente lobby de los cubano-americanos y son las hábiles maniobras de los legisladores de este origen lo que mantiene vigente esas medidas en la administración norteamericana. Si la dictadura realmente desea que se levante el embargo, sólo tiene que hacer cuatro concesiones totalmente razonables que le ganarán el aplauso universal: • Amnistiar a los presos políticos. • Concederles a los cubanos el derecho de libre asociación. • Permitirles que se expresen libremente. • Acabar con el embargo interior y dejar que los cubanos libremente entren en Cuba o salgan de ella. Silvio: Me dirás que estás de acuerdo con esas medidas, pero que te parece abusivo que se le exija a Cuba lo que no se le exige a China. A lo que te respondo que las transacciones políticas no se dan en el marco abstracto de la filosofía, sino en el de las realidades, y es una necedad ignorar esta verdad. ¿El gobierno cubano quiere realmente que se levante el embargo o todo lo que pretende es jugar con la propaganda? Silvio: Como consecuencia de la larga dictadura de los Castro, el 20 por ciento de los cubanos han tenido que emigrar a Estados Unidos durante medio siglo y allí han adquirido poder y han aprendido a usarlo, como hacen los judíos con relación a Israel y los afroamericanos con respecto a África. El régimen cubano no ha podido ni podrá vencer ese obstáculo, a menos que decida hablar con su propio pueblo. No es cuestión de dar gritos, insultar a sus oponentes y montar campañas estridentes, sino de conversar con serenidad. Silvio: Lo sensato, para terminar con el embargo y para solucionar los problemas del país, es que gobierno y oposición se sienten de buena fe a hablar civilizadamente con un temario abierto. Estoy seguro de que en un plazo corto una relación de ese tipo rendirá sus frutos, se levantará el embargo y estaremos en el camino de la concordia. Me imagino que muchos reformistas dentro del régimen estarán de acuerdo conmigo y deseosos de que comience cuanto antes ese proceso. Silvio: Te propongo, con la mejor buena fe, que creemos los dos un comité para luchar conjunta y simultáneamente contra el embargo norteamericano, a favor de conceder la amnistía a los presos políticos, a favor de otorgar el derecho a la libertad de asociación y expresión, a favor de que los cubanos puedan entrar y salir libremente de Cuba. Ese comité pudiera ser el comienzo de la reconciliación, la paz y el progreso para nuestro país que los dos deseamos. Conquistemos juntos un futuro mejor para nuestros hijos. Espero tu respuesta con mucho interés. Va un abrazo cívico y cordial, Carlos Alberto Montaner
jueves, 14 de enero de 2010
El problema no son los políticos
Por: Hugo Balderrama
Ahora que paso el proceso electoral, considero conveniente escribir estas líneas. Desde el 6 de Diciembre pasado tenemos un gobierno que tiene un 65% de los votantes a su favor, fenómeno que cayo como balde de agua fría a los opositores que aun sabiendo la derrota esperaban que esta no fuera de semejante magnitud, las razones sobran pretendiendo explicar la paliza electoral, pero la pregunta de fondo es ¿nos encontramos frente a un nuevo escenario político, es este un proceso de cambio legitimo capaz de superar la pobreza en la que viven muchos de nuestros compatriotas? A mi juicio no, lamentablemente el apoyo de nuestros compatriotas al proyecto de masista, solo nos muestra que en el corazón de miles de bolivianos todavía esta presente un sentimiento de afecto a las ideas de las denominadas izquierdas que en el fondo solo son estado manejando vidas y haciendas ajenas.
Todos los que somos amantes de estados reguladores y no patrones, nos preguntamos como es posible que miles de latinoamericanos todavía pongan sus esperanzas en políticos que pregonan un modelo de sociedad que ya fracaso y que principalmente oprimió a una cantidad incontable de seres humanos, ¿cuales son las causas que mantienen encendida la esperanza? Quisiera destacar dos.
En primer término, los privilegios ostentados por elites políticas que consiguieron su fortuna en base a su capacidad de lobby con el poder de turno, empresarios que se hicieron ricos en base a monopolios artificiales otorgados por gobiernos corruptos, que siempre acaban perjudicando a la gente de a pie, el ejemplo mas claro fue Lloyd Aéreo Boliviano que paso de ser una empresa estatal ineficiente a ser un monopolio mucho peor en manos del señor Asbun, con apoyo del gobierno de Sánchez de Lozada, que otorgo una protección legal impidiendo que otras empresas establezcan centro de operaciones en Bolivia.
El segundo y quizás el mas importante es la mentalidad promedio del latinoamericano en general y el boliviano en particular, una tolerancia extrema a la mediocridad, que se refleja en frases como “la hora boliviana”, “el estado no hace nada”, “la alcaldía no limpia la basura” dejando de la lado la responsabilidad individual, considerando que el gobierno es una madre y los individuos sus hijos mas mimados, seres que hacen culpables a otros (USA, neoliberalismo, la colonia) de su propia pobreza, que responsabilizan a los demás de sus propias equivocaciones.
Desde mi posición de educador me repugnan las ideas de algunos mis colegas, que ponen dentro las mentes más jóvenes ideas mendicantes de recibir educación, cultura y demás cosas del estado.
Si lo que queremos es abandonar el lodazal donde nos encontramos es precisamente en esas mentes jóvenes donde tenemos que trabajar. Hagámoslo mostrándoles el valor del trabajo propio, valorando aquellos que inician un emprendimiento que a mi parecer son los verdaderos héroes, enseñándoles que siempre se puede ser mejor, que la carencia de condiciones materiales, debe ser considerada como el principal aliciente del progreso personal. Ejemplo hay muchos: Mozart nunca tuvo las condiciones materiales para ser el maestro de la música, sin embargo, lo fue. Ronaldo no nació millonario, Tevez Jugaba futbol en las canchas del Fuerte Apache en Buenos Aires. ¿Qué esperamos nosotros?
Quiero terminar reproduciendo un cuento de Carlos Kasuga empresario japonés radicado en México:
Había un bosque en el que vivían muchos animalitos. De repente este bosque se empieza a incendiar y todos los animalitos empiezan a huir. Solo hay un gorrioncito que va al río, moja sus alitas, vuela sobre el bosque incendiado y deja caer una gotita de agua, tratando de apagar el incendio. Va al río moja sus alitas, vuela sobre el bosque incendiado y una o dos gotitas de agua deja caer, tratando de apagar el incendio. Pasa un elefante y le grita al gorrioncito: ¡No seas tonto! ¡Huye como todos! ¡No ves que te vas a achicharrar! El gorrioncito voltea y le dice ¡No!, este bosque me ha dado todo, familia, felicidad; me ha dado todo y le tengo tanta lealtad que no me importa que me muera, pero voy a tratar de salvar este bosque. Va al río, moja sus alitas y revolotea sobre el bosque incendiado y deja caer una o dos gotitas de agua. Ante esta actitud Dios se compadece de él y dejan caer una tormenta, y el incendio se apaga. Y este bosque vuelve a reverdecer y a florecer, y todos los animalitos vuelven a regresar y a ser felices, más felices de lo que eran.
Compatriotas de todas las edades, yo comparo este bosque con nuestro país, tal vez estemos en un gran incendio, en una gran crisis política, social, económica y moral; pero yo les pido a ustedes que todos los días dejemos caer una o dos gotitas de sudor y de trabajo. ¡Si así lo hacen!, Dios los bendecirá.
Todos los que somos amantes de estados reguladores y no patrones, nos preguntamos como es posible que miles de latinoamericanos todavía pongan sus esperanzas en políticos que pregonan un modelo de sociedad que ya fracaso y que principalmente oprimió a una cantidad incontable de seres humanos, ¿cuales son las causas que mantienen encendida la esperanza? Quisiera destacar dos.
En primer término, los privilegios ostentados por elites políticas que consiguieron su fortuna en base a su capacidad de lobby con el poder de turno, empresarios que se hicieron ricos en base a monopolios artificiales otorgados por gobiernos corruptos, que siempre acaban perjudicando a la gente de a pie, el ejemplo mas claro fue Lloyd Aéreo Boliviano que paso de ser una empresa estatal ineficiente a ser un monopolio mucho peor en manos del señor Asbun, con apoyo del gobierno de Sánchez de Lozada, que otorgo una protección legal impidiendo que otras empresas establezcan centro de operaciones en Bolivia.
El segundo y quizás el mas importante es la mentalidad promedio del latinoamericano en general y el boliviano en particular, una tolerancia extrema a la mediocridad, que se refleja en frases como “la hora boliviana”, “el estado no hace nada”, “la alcaldía no limpia la basura” dejando de la lado la responsabilidad individual, considerando que el gobierno es una madre y los individuos sus hijos mas mimados, seres que hacen culpables a otros (USA, neoliberalismo, la colonia) de su propia pobreza, que responsabilizan a los demás de sus propias equivocaciones.
Desde mi posición de educador me repugnan las ideas de algunos mis colegas, que ponen dentro las mentes más jóvenes ideas mendicantes de recibir educación, cultura y demás cosas del estado.
Si lo que queremos es abandonar el lodazal donde nos encontramos es precisamente en esas mentes jóvenes donde tenemos que trabajar. Hagámoslo mostrándoles el valor del trabajo propio, valorando aquellos que inician un emprendimiento que a mi parecer son los verdaderos héroes, enseñándoles que siempre se puede ser mejor, que la carencia de condiciones materiales, debe ser considerada como el principal aliciente del progreso personal. Ejemplo hay muchos: Mozart nunca tuvo las condiciones materiales para ser el maestro de la música, sin embargo, lo fue. Ronaldo no nació millonario, Tevez Jugaba futbol en las canchas del Fuerte Apache en Buenos Aires. ¿Qué esperamos nosotros?
Quiero terminar reproduciendo un cuento de Carlos Kasuga empresario japonés radicado en México:
Había un bosque en el que vivían muchos animalitos. De repente este bosque se empieza a incendiar y todos los animalitos empiezan a huir. Solo hay un gorrioncito que va al río, moja sus alitas, vuela sobre el bosque incendiado y deja caer una gotita de agua, tratando de apagar el incendio. Va al río moja sus alitas, vuela sobre el bosque incendiado y una o dos gotitas de agua deja caer, tratando de apagar el incendio. Pasa un elefante y le grita al gorrioncito: ¡No seas tonto! ¡Huye como todos! ¡No ves que te vas a achicharrar! El gorrioncito voltea y le dice ¡No!, este bosque me ha dado todo, familia, felicidad; me ha dado todo y le tengo tanta lealtad que no me importa que me muera, pero voy a tratar de salvar este bosque. Va al río, moja sus alitas y revolotea sobre el bosque incendiado y deja caer una o dos gotitas de agua. Ante esta actitud Dios se compadece de él y dejan caer una tormenta, y el incendio se apaga. Y este bosque vuelve a reverdecer y a florecer, y todos los animalitos vuelven a regresar y a ser felices, más felices de lo que eran.
Compatriotas de todas las edades, yo comparo este bosque con nuestro país, tal vez estemos en un gran incendio, en una gran crisis política, social, económica y moral; pero yo les pido a ustedes que todos los días dejemos caer una o dos gotitas de sudor y de trabajo. ¡Si así lo hacen!, Dios los bendecirá.
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