martes, 25 de mayo de 2010

La nueva inquisición del siglo XXI (Parte I)

Hace unos días, en el debate de la noche de CNN+, una de las invitadas comentó que estaba a favor de que dejasen a las jóvenes musulmanas ponerse el hiyab después de los 18 años. Pero después añadió, que estaba de acuerdo con que se lo prohibieran si llegaban a ser funcionarias del Estado, especialmente en los sectores de sanidad y enseñanza. De modo que una vez que entran a la universidad, las dejamos vivir unos cuatro años de ensueño y libertad, dejándolas creer que son ciudadanas como los demás y que están en pie de igualdad que el resto de sus compatriotas en lo que respecta a deberes y derechos y unos años después, cuando se incorporen al mundo laboral, les diremos: “hagan el favor de quitárselo, ya han podido ponérselo durante unos años y con eso es suficiente”.
Otra de las invitadas, utilizó el ya muy conocido argumento de “nuestra cultura y nuestros valores”, de hecho cuando el presentador-moderador le preguntó “¿qué valores son esos?”, la invitada tuvo que pensárselo para decir después: “la libertad y la igualdad”. ¿Desde cuándo ambos valores han dejado de ser universales para convertirse exclusivamente en “nuestros valores”? ¿Se han transformado en propiedad privada y exclusiva de España o de cualquier otro país europeo o de EEUU? Y prefiero, si me permiten, no utilizar la etiqueta “país occidental”, porque aún no tengo muy claro qué significa.
Soy la primera persona que se une al aplauso, apoyo y elogio de la lucha por la democracia, la libertad y los derechos que tuvo lugar en Europa en el siglo XVIII (y digo: “tuvo lugar” y no: “se inició” en Europa, porque hay infinitos casos de democracia y libertad mucho antes y en otros lugares del mundo). Además, pertenezco a Europa, y me siento muy orgullosa en este aspecto. Pero precisamente, porque soy consciente del valor, dolor y esfuerzo que han conllevado conseguir todas estas metas tengo que alzar la voz para que no se atente contra un bien tan preciado como es la libertad en general y la libertad religiosa en particular.
Justamente porque me importa Europa y porque me importa “nuestra cultura”, me veo obligada a recordar que la lucha iniciada por la Ilustración no estaba exenta en absoluto de errores: ¿a caso, Rosseau, uno de los padres de este gran movimiento, no es también uno de los padres del machismo? Echen un vistazo al último capítulo de su libro “El Emilio”. Con esto quiero decir, que si somos capaces de mirar a nuestra historia tal y como es, con sus defectos y sus virtudes y no tal y como se la inventan hoy en día los más que politizados medios de comunicación, nos daremos cuenta de que “nuestra cultura y nuestros valores”, no son “nuestros”, sino de fruto del esfuerzo de toda la Humanidad, de personas (mujeres y hombres) de todas las religiones y culturas.
De este modo se hace totalmente inválido el argumento de “nuestra cultura y nuestros valores”; ya está bien de dar por sentado que las personas de confesión musulmana no incluyen en su repertorio de ideales la libertad y la igualdad.
También se comentó que cuando “nosotros” vamos a “sus” países nos obligan a ponernos el velo y nos los ponemos. En respuesta a esta declaración otra de las invitadas señaló que esa es la diferencia entre “nosotros y ellos”. Pero la cuestión real es que si nosotros alardeamos de democracia, entonces tenemos que estar a la altura de nuestro alarde; resulta que gran parte de los países de habla árabe, por circunstancias políticas, económicas y sociales (y no por ser árabes), se encuentran sumidos en oscuras dictaduras (apoyadas abiertamente por “nosotros”) y por tanto, cuando decimos “tenemos que prohibir el pañuelo porque ellos obligan a las mujeres a ponérselo”, una de dos: o es que estamos reflexionando con los pies en lugar de con la cabeza y no nos hemos dado cuenta o se nos ha olvidado que precisamente porque somos una democracia nuestro deber es garantizar la libertad de nuestras ciudadanas musulmanas para que ellas elijan, utilizando los criterios que ellas vean adecuados, ponerse o no el pañuelo.
De lo contrario, estamos dando por sentado que no están capacitadas para escoger el modo de vida que ellas quieran y eso nos hace volver al orientalismo más crudo del siglo XVIII.
No podemos comparar una democracia con una dictadura, porque por esa regla de tres destrozamos de golpe nuestro Estado de Derecho y lo convertimos en un Estado muy Estrecho en lo que respecta a valores tales como la libertad, la igualdad y la fraternidad (humanas y no francesas, por cierto). Esto por un lado. Por el otro, no es cierto que si vamos a “sus” países nos imponen ponernos el velo, ¿de qué países está hablando? Solamente existen dos países que lo imponen: Arabia Saudí e Irán, y en España a penas hay inmigrantes de ambos países. Y en el caso de los primeros, son muy bienvenidos, no porque amamos el intercambio cultural, sino por sus extravagantes propinas, que sería más apropiado que las empleasen para ayudar a su población a salir de la pobreza.
Hay mucha diversidad entre los musulmanes en España, pero existe un gran número procedente de Marruecos y que yo sepa en Marruecos los españoles tenemos sendos negocios que van desde los chiringuitos en los que servimos cócteles y cervezas de todo tipo hasta inmobiliarias y allí a nadie se le obliga ponerse un pañuelo, ni siquiera a las propias mujeres marroquíes.
Sigamos con el debate. La misma invitada que sugirió que se permitiera a las jóvenes ponerse el hiyab tras la mayoría de edad, pero no en el mundo laboral, comentó que en “la cultura de estos inmigrantes” no hay separación entre la religión y el estado, mientras que en la “nuestra” sí, por tanto somos incompatibles y no nos podemos entender. Otro gran error. Se da un gigantesco y ciego salto entre un caso particular para dar paso a una generalización espectacular que se aplica a todas las personas de confesión musulmana. Es más, para justificar “su” actitud, en lugar de recurrir a factores humanos y sociales, recurrimos a algo abstracto llamado “Islam”. La cuestión es, ¿cuando queremos explicar cualquier otra realidad atendemos a si son ateos, budistas, judíos, católicos o protestantes? Rotundamente no. Pero si son personas musulmanas, nos olvidamos de que son personas y nos obsesionamos con que son musulmanas y cualquier actitud o comportamiento, hasta el ejercicio de la respiración, tan común a todos los seres humanos, lo queremos explicar con la religión que profesan.
A medida que iba avanzando el debate, las invitadas leían testimonios sacados de Internet: “cuando le llegue la regla a mi hija le impondré el hiyab”, “la mujer debe estar sometida al varón”, las típicas frases de personas de confesión musulmana que las circunstancias de sus vidas les han impedido poder profundizar y reflexionar en su religión y descubrir que ambas posturas son claramente contrarias a la religión que profesan.
¿Por qué se considera a cualquier musulmán o musulmana portavoz y representante del Islam? ¿A caso ser budista, católico, protestante o judío es licencia suficiente para ser teólogo del budismo, del catolicismo, del protestantismo o del judaísmo? Ser practicante de una religión o compartir una ideología no convierte a esa persona, ni mucho menos a todo lo que diga, en sinónimo de la teoría de la religión o ideología que profese. Si una mujer musulmana dice que va imponer el hiyab a su hija, cuando ésta tenga la regla, no quiere decir que el Islam lo diga. Y lo que diga esa señora la representa solamente a ella y por tanto las críticas que tengamos que hacerle tienen que dirigirse a ella como persona y no a la religión que profesa. A esta señora habrá que explicarle que una vez que el hiyab se impone pierde su esencia y que precisamente consiste en todo lo contrario: en que una persona lo utilice por libertad propia. El uso del hiyab no depende de si la joven tiene o no la regla, sino de si la joven se siente preparada para salir a la calle todos los días y enfrentarse a una sociedad que la va a acosar continuamente con miradas de odio, compasión y miedo. Y en algunos casos también llegarán a insultarla algunos de los transeúntes en la calle o en el transporte público, a perseguirla los hombres y mujeres de seguridad de las tiendas, a estar reacios a atenderlas los dependientes de los comercios como lo hacen con el resto de sus clientes, a escuchar murmullos a sus espaldas mientras pasean por el barrio...(y todo esto ocurre siempre con el triple de frecuencia cuando los medios de comunicación tratan el tema del hiyab con tertulianos cargados de odio hacia todo aquello que tiene que ver con el Islam).
Precisamente por todo esto, nadie puede imponer el hiyab a su hija, porque se tendrá que enfrentar sola a todas estas situaciones y por ello es una decisión que tiene que tomar ella sola, exactamente como le dijo la Reina Blanca a Alicia en el País de las Maravillas cuando tenía que enfrentarse al “galimatazo”.
Mi otra pregunta es: ¿por qué cuándo buscan en Internet solamente encuentran éstas típicas frases? ¿Están los resultados de sus búsquedas filtradas para que no tengan constancia de la cantidad de entrevistas a jóvenes españolas, musulmanas, diplomadas en óptica y optometría, licenciadas en pedagogía, en medicina, en ciencias políticas, en diferentes ingenierías, en derecho, en psicología, en farmacia, en odontología, en magisterio… que ofrecen argumentos y reflexiones de gran valor humano y hasta político y social? ¿Es lícito, que en el siglo XXI se haga un debate sobre el hiyab sin una mujer musulmana con hiyab y otra mujer musulmana sin hiyab? En mi opinión, a estas alturas, se puede incluso calificar de vergonzoso. ¿A caso no hay mujeres musulmanas con y sin hiyab tan capacitadas como las invitadas para formar parte de un debate en el que aporten sus opiniones sobre los diversos temas de actualidad y no solamente el del hiyab? ¿Aún pensamos que las mujeres musulmanas con hiyab solamente se dedican al ámbito de la limpieza? Por cierto, un ámbito que merece todo el respeto y el valor del mundo, pero resulta que también hay mujeres españolas musulmanas con hiyab abogadas, ingenieras y médicos. ¿Hay que sacar un decreto que prohíba usar el hiyab mientras se ejerce el trabajo de la limpieza o ese ámbito se considera el adecuado por naturaleza para las mujeres musulmanas con hiyab tanto en los países de mayoría musulmana y habla árabe como en el resto de países del mundo?

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