La
Universidad.
Por: Hugo
Balderrama.
Un cliché
repetido a diario es el referente a la educación como vía de salida al
subdesarrollo nacional, si observamos vemos muchas casas antiguas de la ciudad
convertidas en universidades, al igual que en la Atenas clásica, miles familias
sacrifican sus ahorros por enviar a los jóvenes a las casas de estudio. La gran
mayoría se titulan y postulan a postgrado, con esa millonaria inversión por
parte de la demanda es lógico que nazca una pregunta ¿Qué fue del progreso?
La solución a
esa interrogante suele ser muy simple, “la
educación impartida en las universidades estales y privadas es de muy baja
calidad”, respuesta que lleva a que el común de la gente exija más controles al estado en el
tema educativo sobre todo para las instituciones privadas seguido de un mayor
presupuesto para las universidades fiscales.
Hay que cuestionar las
respuestas comunes, aparentes pilares de la sabiduría convencional. ¿Cómo?
Simple: contrastando estos enunciados tan reiterados y repetidos, con la
evidencia empírica observable.
Primero, el estado, ósea
el poder ya tiene en sus manos el control de las universidades y colegios, lo
tiene desde el siglo XVIII, concepto que luego fue reforzado durante el siglo
XX por pedagogos y políticos de corte marxista como Piaget, Gramci, y Gobles. Una herencia nefasta de
esas ideas son los ministerios de educación, que funcionan más bien como
centros de adoctrinamiento en las ideas estatistas (positivismo jurídico,
proteccionismo económico, marxismo democrático). Hoy todas las casas de
educación superior deben adaptarse a los requerimientos de las leyes educativas
impuestas según la moda del momento si quieren operar de manera “legal”.
Cuando los monjes
medievales crearon la universidad en el siglo XII, lo hicieron para fomentar el
debate de ideas y el descubrimiento de la verdad, su financiamiento nacía de
los aportes de los estudiantes y la colaboración de las órdenes religiosas,
noto, en sus orígenes la universidad ya era una actividad privada totalmente
separada del poder estatal, lo mismo sucedía con las escuelas filosóficas en
Grecia, las Sinagogas judías o los tutores privados de los reyes de la
antigüedad todos los demandantes de educación cubrían sus requerimientos con
sus propios fondos y en un ambiente de libertad y competencia de ofertas.
El ejemplo
más cercado a nosotros lo tenemos en la España de las tres culturas
(cristianismo, judaísmo e islam). Los fueros de León en 1020, de Burgos en
1073, de Toledo en 1085 y Calatayud en 1120, prohibían a los reyes la emisión
de moneda, decretar impuestos y además garantizaban la absoluta liberta de
apertura y funcionamiento de los centros de estudio. Norberto
Gorostiaga explica que “El respeto del Fuero era, por así decirlo, la razón de
ser del fuero mismo. El rey le debía obediencia en los mismos términos que sus
súbditos, la carta constitucional, base y fundamento del orden social y
político. Lo que se hacía en contra de él era nulo ipso foro y el
juramento que prestaban, tanto el rey como sus funcionarios, era de observar
sus preceptos; el Fuero tenía el valor de ley suprema y estaba por encima de la
voluntad real.
Esta
concepción de las libertades que aparece institucionalizado en los Fueros tiene
en buena medida su origen en el mundo árabe. Desde el año 900 hasta la
expulsión de los moros de España, pero muy especialmente durante los siglos XI
y XII, época en la que los musulmanes gozaban de una extraordinaria libertad,
fue la época de un gran progreso en la filosofía, en la astronomía, en las matemáticas
y en las ciencias naturales. Su arte, su música, su arquitectura y su
literatura fueron muy apreciados en todas partes. Incentivaron notablemente el
comercio y transmitieron sus métodos de libertad en materia educativa a todos
los centros culturales a que tuvieron acceso;la escuela de traductores de
Toledo y la escuela de Salamanca son
algunos de los frutos de esa época.
Conclusión:
como nos muestran los párrafos
anteriores la buena educación más que una precondición es una consecuencia del
progreso y para conseguir lo último se requiere libertad de acción y un estado
garantizando dos cosas básicas seguridad y justicia.
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