Por: Hugo Balderrama
Resulta hiriente para los espíritus civilizados que de contrabando se alteren los significados de conceptos para cambiarles su concepción original, el fenómeno nombrado sucede a pasos agigantados dentro diferentes ámbitos del país, pero sobre todo el ámbito educativo, donde a nombre de antropomorfismos como: La patria, El estado, El pueblo, etc. Se busca (y se busco a lo largo de la historia de la república) inculcar en las generaciones mas jóvenes sentimientos nacionalistas y bélicos de la mas baja estofa disfrazándolos de cultura. Esto último cabe muy bien en la festividad del carnaval; etimológicamente carnaval se refiere a la fiesta de la carne, de un difuso origen europeo y que llego al continente con la colonización, pero que el país se intenta hacerlo aparecer como la más alta muestra de la cultura y la identidad “nacional”. En las siguientes líneas se presentaran argumentos que intentan refutar ambas posturas.
Uno de los más infames mitos difundidos sobre el carnaval es que Chile es el “ladrón cultural" del folclore y de los elementos culturales que caracterizan a la zona desértica y andina tarapaqueño-atacameña, a pesar de ser comunes a una basta región de todo el continente, que comprende el Norte Grande chileno y el Altiplano del occidente de Bolivia. Bastan algunos pocos conocimientos en antropología o sociología para comprender que el folclore no sigue rutas preestablecidas ni responde a proyectos o intenciones de introducirlo en uno y otro lugar, como quien traslada ratas o gorriones y los suelta en un terreno agreste, la cultura no es de determinado lugar, si no mas bien el aporte de los mas diversos lares en un proceso evolutivo que no tiene fin.
Al respecto, se hace preciso recordar que los territorios del Norte de Chile y los del Altiplano Occidental de Bolivia han estado ligados por al menos tres grandes flujos comunes de intercambio cultural e histórico a lo largo de la historia. A saber:
1. En épocas prehispánicas, durante la administración del Imperio Inca. En efecto, los territorios de Tarapacá-Atacama y de Oruro-Potosí eran parte del llamado Collasuyo, una de las cuatro divisiones territoriales del Tawantinsuyo, que incluía también el Sur del Perú, el entorno del Titicaca y el Norte de la Argentina, territorios que ofrecen, por esta misma razón, grandes semejanzas de cultura y tradición. La comunidad de lenguaje y el predominio del elemento étnico aymará en esta zona a la llegada de los conquistadores, se explica por este motivo.
2. En la época colonial, todos estos territorios formaron parte del Virreinato del Perú durante la mayor cantidad de siglos, y estuvieron bajo la irradiación de los servicios religiosos, proceso en el cual se mezclarán las tradiciones comunes paganas con la fe católica que logran introducir exitosamente los misioneros en las comunidades locales. Los religiosos entendieron que la única forma de cristianizar efectivamente a los indígenas era permitiéndoles preservar sus tradiciones ancestrales no reñidas con las leyes bíblicas, incorporándolas a los ritos de fe.
3. En la época republicana, la actividad de extracciones en yacimientos, covaderas y salitreras, incluso hasta después de la Guerra del Pacífico, significó la asimilación de miles de obreros chilenos, peruanos y bolivianos en los cantones y las oficinas mineras de Tarapacá y Atacama, creando nuevos procesos de intercambio cultural. Esta tendencia se mantiene todavía, con la permanente inmigración boliviana sobre el Norte Grande de Chile, incrementada en los últimos años, el caso del minero Carlos Mamani rescatado junto con los 33 de la mina San José de Copiapó es un ejemplo del fenómeno.
El ataque al pueblo chileno, propio de los países en estados beligerantes, donde se intenta exponer al enemigo como un usurpador peligroso, un saqueador y plagiador permanente, motivado sólo por ambiciones sobre lo que no le pertenece y siempre dispuesto a tomar para sí lo ajeno. Es, en lo fundamental, el mismo diseño de la retórica de la "pérdida del litoral" y del "enclaustramiento de Bolivia". Además, se orienta a describir a Chile como un país sin cultura propia y que se hace indebidamente de elementos de la identidad de otros para construir su imagen, en un recurso que también es típico de la propaganda con rasgos belicistas o conflictivos: exponer al enemigo como un pueblo bárbaro e inferior. Esto último permite exaltar los resquemores, las envidias y los resentimientos que se arrastran no sólo desde la Guerra del Pacífico, sino también los surgidos en épocas más recientes por el gran distanciamiento y la ventaja que Chile le ha sacado a Bolivia en materia economía y en el elevado nivel de vida de sus habitantes.
Seguramente no debe haber mayor afrenta para los ojos de las personas civilizadas, que ver muestras del salvajismo más cavernario en nombre del “orgullo nacional”, lo que mas remueve las entrañas es que a todo eso se le llame “Patrimonio Cultural” Etimológicamente la expresión cultura proviene de cultivarse. La fertilidad de los esfuerzos del ser humano por cultivarse, es decir, por reducir su ignorancia, está en proporción directa a la posibilidad de contrastar sus conocimientos con otros, buscando siempre la mejora espiritual, ya que de otra manera nos comeríamos unos a otros. Pero hoy por hoy ese concepto parece estar en desuso cuando vemos a jóvenes organizados en grupos patoteros para llevar a cabo las “guerras de globos”, teniendo como rivales eventuales a otro grupo, o lo que es peor aun abusando de personas en especial las damas que nada tienen que ver con el comportamiento delincuencial de esos trogloditas, es común ver esta época del año, vidrios rotos, ciudadanos heridos, accidentes de transito y hasta fallecimientos de personas todo bajo la excusa de que nos encontramos en época carnavalera. Es menester que las organizaciones encargadas de los servicios educativos, repasen los fundamentos de lo que es una sociedad de personas verdaderamente cultivadas, donde las libertades y derechos de terceros deben ser respetados sin importa la época ni el lugar, en resumen y parafraseando a Bertie Benegas Lynch “debemos enseñar a pensar, en vez de enseñar que pensar”. En esa misma línea cerrare esta nota con algunas frases de George Carlin “La paradoja de nuestro tiempo en la historia es que contamos con edificios más altos pero temperamentos más escuetos, carreteras más anchas pero puntos de vista más estrechos. Gastamos más pero tenemos menos, compramos más pero gozamos menos. Contamos con más expertos pero tenemos más problemas, leemos muy poco pero vemos demasiada televisión. Hemos multiplicado nuestras posesiones pero reducido nuestros valores. Hemos aprendido a ganarnos la vida, pero no una vida. Hemos conquistado el espacio exterior pero no nuestro espacio interior. Hemos limpiado el aíre pero hemos contaminado el alma. Planeamos más pero logramos menos. En estos días contamos con casas más vistosas pero hogares destruidos. Es un tiempo donde hay más en la vidriería pero nada en el depósito. Y siempre recordemos: la vida no se mide por el número de alientos sino por los momentos en los que quedamos sin aliento”.
Uno de los más infames mitos difundidos sobre el carnaval es que Chile es el “ladrón cultural" del folclore y de los elementos culturales que caracterizan a la zona desértica y andina tarapaqueño-atacameña, a pesar de ser comunes a una basta región de todo el continente, que comprende el Norte Grande chileno y el Altiplano del occidente de Bolivia. Bastan algunos pocos conocimientos en antropología o sociología para comprender que el folclore no sigue rutas preestablecidas ni responde a proyectos o intenciones de introducirlo en uno y otro lugar, como quien traslada ratas o gorriones y los suelta en un terreno agreste, la cultura no es de determinado lugar, si no mas bien el aporte de los mas diversos lares en un proceso evolutivo que no tiene fin.
Al respecto, se hace preciso recordar que los territorios del Norte de Chile y los del Altiplano Occidental de Bolivia han estado ligados por al menos tres grandes flujos comunes de intercambio cultural e histórico a lo largo de la historia. A saber:
1. En épocas prehispánicas, durante la administración del Imperio Inca. En efecto, los territorios de Tarapacá-Atacama y de Oruro-Potosí eran parte del llamado Collasuyo, una de las cuatro divisiones territoriales del Tawantinsuyo, que incluía también el Sur del Perú, el entorno del Titicaca y el Norte de la Argentina, territorios que ofrecen, por esta misma razón, grandes semejanzas de cultura y tradición. La comunidad de lenguaje y el predominio del elemento étnico aymará en esta zona a la llegada de los conquistadores, se explica por este motivo.
2. En la época colonial, todos estos territorios formaron parte del Virreinato del Perú durante la mayor cantidad de siglos, y estuvieron bajo la irradiación de los servicios religiosos, proceso en el cual se mezclarán las tradiciones comunes paganas con la fe católica que logran introducir exitosamente los misioneros en las comunidades locales. Los religiosos entendieron que la única forma de cristianizar efectivamente a los indígenas era permitiéndoles preservar sus tradiciones ancestrales no reñidas con las leyes bíblicas, incorporándolas a los ritos de fe.
3. En la época republicana, la actividad de extracciones en yacimientos, covaderas y salitreras, incluso hasta después de la Guerra del Pacífico, significó la asimilación de miles de obreros chilenos, peruanos y bolivianos en los cantones y las oficinas mineras de Tarapacá y Atacama, creando nuevos procesos de intercambio cultural. Esta tendencia se mantiene todavía, con la permanente inmigración boliviana sobre el Norte Grande de Chile, incrementada en los últimos años, el caso del minero Carlos Mamani rescatado junto con los 33 de la mina San José de Copiapó es un ejemplo del fenómeno.
El ataque al pueblo chileno, propio de los países en estados beligerantes, donde se intenta exponer al enemigo como un usurpador peligroso, un saqueador y plagiador permanente, motivado sólo por ambiciones sobre lo que no le pertenece y siempre dispuesto a tomar para sí lo ajeno. Es, en lo fundamental, el mismo diseño de la retórica de la "pérdida del litoral" y del "enclaustramiento de Bolivia". Además, se orienta a describir a Chile como un país sin cultura propia y que se hace indebidamente de elementos de la identidad de otros para construir su imagen, en un recurso que también es típico de la propaganda con rasgos belicistas o conflictivos: exponer al enemigo como un pueblo bárbaro e inferior. Esto último permite exaltar los resquemores, las envidias y los resentimientos que se arrastran no sólo desde la Guerra del Pacífico, sino también los surgidos en épocas más recientes por el gran distanciamiento y la ventaja que Chile le ha sacado a Bolivia en materia economía y en el elevado nivel de vida de sus habitantes.
Seguramente no debe haber mayor afrenta para los ojos de las personas civilizadas, que ver muestras del salvajismo más cavernario en nombre del “orgullo nacional”, lo que mas remueve las entrañas es que a todo eso se le llame “Patrimonio Cultural” Etimológicamente la expresión cultura proviene de cultivarse. La fertilidad de los esfuerzos del ser humano por cultivarse, es decir, por reducir su ignorancia, está en proporción directa a la posibilidad de contrastar sus conocimientos con otros, buscando siempre la mejora espiritual, ya que de otra manera nos comeríamos unos a otros. Pero hoy por hoy ese concepto parece estar en desuso cuando vemos a jóvenes organizados en grupos patoteros para llevar a cabo las “guerras de globos”, teniendo como rivales eventuales a otro grupo, o lo que es peor aun abusando de personas en especial las damas que nada tienen que ver con el comportamiento delincuencial de esos trogloditas, es común ver esta época del año, vidrios rotos, ciudadanos heridos, accidentes de transito y hasta fallecimientos de personas todo bajo la excusa de que nos encontramos en época carnavalera. Es menester que las organizaciones encargadas de los servicios educativos, repasen los fundamentos de lo que es una sociedad de personas verdaderamente cultivadas, donde las libertades y derechos de terceros deben ser respetados sin importa la época ni el lugar, en resumen y parafraseando a Bertie Benegas Lynch “debemos enseñar a pensar, en vez de enseñar que pensar”. En esa misma línea cerrare esta nota con algunas frases de George Carlin “La paradoja de nuestro tiempo en la historia es que contamos con edificios más altos pero temperamentos más escuetos, carreteras más anchas pero puntos de vista más estrechos. Gastamos más pero tenemos menos, compramos más pero gozamos menos. Contamos con más expertos pero tenemos más problemas, leemos muy poco pero vemos demasiada televisión. Hemos multiplicado nuestras posesiones pero reducido nuestros valores. Hemos aprendido a ganarnos la vida, pero no una vida. Hemos conquistado el espacio exterior pero no nuestro espacio interior. Hemos limpiado el aíre pero hemos contaminado el alma. Planeamos más pero logramos menos. En estos días contamos con casas más vistosas pero hogares destruidos. Es un tiempo donde hay más en la vidriería pero nada en el depósito. Y siempre recordemos: la vida no se mide por el número de alientos sino por los momentos en los que quedamos sin aliento”.
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