Las Leyes Malas
Por: Hugo
Balderrama
Le tomo prestado el nombre a mi buen
amigo Alberto Mansueti, para referirme al último proyecto de ley acerca de la
creación de un impuesto a la divisa extranjera en Bolivia. Es necesario
recordar que en
1215 cuando los cristianos ingleses derrotaron al rey Juan Sin Tierra, que dio
la Carta Magna con la promesa de no decretar impuestos sin convocar a los contribuyentes;
allí y entonces nació el Parlamento, y la democracia representativa, bajo el
principio: “No hay impuesto sin representación”. Noto que el parlamento tiene
como función histórica frenar la ambición del ejecutivo de enriquecer las arcas
oficiales a costo de los bolsillos del ciudadano; es muy lamentable que hoy
suceda lo contrario ya que los parlamentos se convirtieron en el brazo
operativo de las utopías totalitarias de
los presidentes a través de la creación de leyes malas que son la causa de los
magros ingresos y la pobreza en la que viven gran parte de los
latinoamericanos.
Como todo lo malo que puede hacer el género
humano las leyes malas se generan en sentimientos innobles como la envidia, el
rencor, la rabia, etc. Sus resultados son nocivos en los negocios, la economía,
la familia, la educación y el nivel de vida de las personas. El mismo análisis se
aplica al análisis de los impuestos que
en la gran mayoría de los casos solo son un castigo a los que hacen las cosas
bien, es decir ser productivo es una delito por el cual tienes que pagar el
IVA, IT, IUE, ITF y demás, el argumento es que sin tus contribuciones no
existiría escuelas, hospitales, carreteras y por lo tanto el estado no podría
ayudar a los más necesitados; pero la realidad muestra exactamente lo contrario
las cargas tributarias pesadas merman la tasas de capitalización de la economía
con lo cual rebajamos los ingresos reales de todos especialmente de los más
necesitados.
La situación
descrita más arriba se agrava si además usamos la inflación como medio de pago
de los gastos estatales, el nuevo gravamen (7 por 1000) a la compra de dólares
es una forma disfrazada de control de cambios que responde al plan de
bolivianizacion de la economía que tiene como objetivo hacer que gran parte del
aparato productivo nacional use el boliviano en sus transacciones comerciales,
lo cual nos obligara a usar la moneda emitida por el banco central ergo el estado tiene abierta la canilla
para aplicar las recomendaciones keynesianas; es decir el incremento del gasto público
para estimular la demanda mediante la emisión de grandes dosis de billetes sin
respaldo. Copiando el fracaso de la política económica argentina, el gobierno
está buscando la manera de adelantarse a los hechos de un segundo shock externo
por el agravamiento de la crisis económica internacional, de la manera más
tradicional pero perversa posible. El Premio Nobel de Economía 2001, Joseph E. Stiglitz, acaba de visitar Argentina por invitación del gobierno K, y ha lanzado
una serie de frases como “resolver problemas de deuda con políticas de
austeridad es absurdo“, refiriéndose a
que la falsa austeridad europea sería la causa del agravamiento de la crisis de
la zona del euro, y que para el problema europeo de deuda sería necesario
recurrir al incremento del gasto, tenemos que recodarle a pepito que Obama
viene siguiendo sus recomendaciones desde el 2008 con trágicas consecuencias
para la clase media norteamericana.
En definitiva,
las ansias que el gobierno tiene por gastar más de lo que los ahorradores
externos y sobre todo internos están dispuestos a prestar, afectará a todo
ciudadano al no poder elegir la moneda que crea más conveniente utilizar en
cada una de sus transacciones, las leyes que favorecen el endeudamiento crónico
benefician al gobierno y su allegados, pero perjudican al boliviano de a pie ya
que este último es el que carga la oxidación de sus salarios y sus ahorros,
siendo esta la causa central de la pobreza.
La soberanía
monetaria es contar con una moneda sana respalda en un activo real, los papelitos
con cara de gente muerta son solo una forma de enriquecer al gobierno a costa
de las finanzas y los ahorros familiares, una sociedad exitosa es la que tiene
ciudadanos ricos y estado limitado a sus funciones de seguridad y justicia nada
más.
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