A pesar de la dictadura de Fulgencio Batista y debido a políticas liberalizadoras de otros gobiernos anteriores, Cuba contaba con índices de prosperidad económica y niveles culturales que disputaban a los países más avanzados de Latinoamérica. A partir de la tiranía sanguinaria castrista todo se derrumbó y ese país hospitalario y alegre se convirtió en un paisaje tétrico y lúgubre. La oposición – siempre obligada a actuar en la clandestinidad – fue perseguida, torturada y encarcelada de modo implacable. La pobreza y la miseria más extremas son las condiciones de la población que contrasta abiertamente con las riquezas mal habidas de la casta gobernante que no solo viven en la opulencia en la isla sino que abren cuentas numeradas en países civilizados para salvarse de las barrabasadas que ellos mismos producen a diario. La educación se convirtió en adoctrinamiento y la medicina en un privilegio para los megalómanos en el poder y sus alcahuetes.Resulta por lo menos repugnante la hipocresía y el doble discurso de aquellos mequetrefes que recurren al pleonasmo de “derechos humanos” (puesto que los derechos no son vegetales ni minerales) para escudarse en la defensa de la política criminal cubana. Como bien decía Jean-Francois Revel, son los que padecen una extrema hemiplejia moral. No pierden la oportunidad de influir en los foros internacionales para evitar que se condene al totalitarismo castrista. Son, en verdad, máscaras que pretenden ocultar su espíritu servil y canallesco a favor de la extensión de un fenomenal Gulag planetario.En estos momentos en que la biología marca su implacable paso, se trasladan las riendas del poder total al hermano del sicario del comunismo. Pero no resulta relevante cual de los asesinos asume de modo permanente o transitorio. El problema estriba en el régimen. Mi querido amigo Eudocio Ravines, en su primera etapa de tránsito hacia la libertad, pensaba que el problema se circunscribía a Stalin. Luego percibió que el eje central radica en el sistema y no en quien circunstancialmente lo administra.Es de esperar que en definitiva sean los cubanos libres en el exilio y los muchos que luchan por mantener sus libertades y derechos que no se rinden a las garras que asfixian todo vestigio de condición humana, quienes decidan finalmente la suerte de esa querida nación hoy bajo las botas socialistas. Es de esperar que triunfen las ideas del respeto recíproco y se abandone todo vestigio de prepotencia estatal.Confiemos en que organismos internacionales de triste memoria no vuelvan a las andadas y tampoco lo haga el Departamento de Estado de los EE.UU., tan alejado de los principios fundadores de ese gran país que, salvo casos como los de George Shultz, desde las épocas de Alger Hiss ha resultado nefasto para Hispanoamérica. Sólo a título de ejemplo, es de interés ilustrar el punto con la célebre recomendación del embajador James R. Cheek en cuanto que lo ideal para Guatemala sería “un comunismo moderado”.Todos quienes somos partidarios de la sociedad abierta miramos con especial interés y afecto a los cubanos libres. Ciframos nuestras esperanzas en ellos.
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