Por: Hugo Balderrama
El mundo atraviesa una de las peores crisis económicas de la historia solo comparable con el crack de 1929, como era de esperar los analistas de la izquierda saltan de alegría y según ellos tienen una razón más para demostrar el inminente fin del modelo capitalista. Pero al igual que el década del 20 sus críticas tienen un blanco errado y de hecho que sus soluciones propuestas solo agravaría la situación actual. El origen de la crisis que padecemos se debe a la irresponsabilidad del aparato estatal con sus gigantescos gastos, endeudamientos desenfrenados, déficit astronómicos, empecinadas manipulaciones en la tasa de interés que hacen aparecer como rentables negocios que en verdad son antieconómicos, regulaciones asfixiantes en los mercados inmobiliarios y financieros, junto con un sistema absurdo de reserva fraccional dirigido por la banca central que pone a todos los bancos al borde del colapso cada vez que hay un cambio en la demanda de dinero, nada de lo anterior puede considerarse capitalismo liberal, la descripción corresponde a lo que mi buen amigo Alberto Mansueti llama el Neoestatismo.
El panorama que vivos en las líneas anteriores tiene su efecto inmediato en el nivel de vida de todas las familias, pero en especial de aquellas que tiene ingresos fijos que ven como el poder adquisitivo de sus presupuestos se corroe por la inflación, que es la consecuencia inmediata de la manipulación monetaria por parte de los gobiernos, pero además la depreciación del poder adquisitivo tiene un efecto a largo plazo que se traduce en una menor capacidad de ahorrar obligando a las personas a contraer deudas para cubrir sus vacíos financieros.
El crédito que el pasado era una recurso extraordinario y usado en situaciones extremas hoy es la forma de pago de una gran parte de los bienes de consumo cotidiano, lastimosamente desde los gobiernos se fomenta el endeudamiento crónico a través de leyes como el encaje legal que como vivos más arriba hace que el sistema financiero viva en la cuerda floja. El dinero fácil que proviene de la política populista de crédito barato confunde más dinero con poder adquisitivo. La producción no se incrementa alterando la base monetaria sino mediante una sana moneda que mantenga su poder de compra en el tiempo.
Si nos podemos a indagar un poco veremos que el mayor promotor de esa política son los bancos centrales de todos los países del orbe, entidades políticas que responden a los lineamientos estatales porque simplemente no hay manera de que una institución de planificación central sea independiente de lo que políticamente se determine, el ciclo de endeudamiento crónico empieza con una reducción drástica de las tasas de interés, dando la impresión de la existencia de mayor ahorro disponible haciendo que las familias encaren proyectos que parecen rentables. Entonces se habrá creado un boom que más tarde deberá volver a colapsar cuando los precios relativos (y no generales) tiendan a mostrar que debe darse un ajuste, (aunque el pasivo de aquellos proyectos en el banco sigan siendo los mismos), entonces se recurre a las famosas refinanciaciones crediticias que en palabras simples es seguir cavando la tumba de las financias familiares.
Los bancos han colaborado con este sistema, actuando como agentes de los gobiernos, para vender su deuda al público, o también, con su falta de separación entre banca de inversión y banca comercial, colocando dinero del público en papeles de riesgosa recuperación, pero bien calificados por las agencias de rating, puntajes que luego éstas mismas se encargarán de degradar, cuando ya no sea posible salir del bono, y cualquier profano note que esa inversión no será recuperable.
Para terminar esta nota tomare prestado una frase de un artículo de mi amigo y colega Mauricio Ríos “Siendo la moneda el campo de la economía menos estudiado y sobre el que menos se ha escrito, se ha cometido errores metodológicos tan grandes y el desconocimiento teórico ha sido tal que, en vez de que –como diría Popper- nos una más la infinita ignorancia en la que estamos inmersos, que el muy escaso conocimiento que poseemos, se le ha permitido a la coactiva planificación central cometer los mismos errores de descontrol financiero y distorsión monetaria que han desembocado de manera recurrente en recesiones económicas. Es por eso que el aspecto monetario también se convierte en el área más trascendental de la economía en tanto no sea concebida como un genuino y espontáneo proceso social de cooperación, pero no vaya a ser que, al igual que con la relación Estado-Iglesia, se tarde 200 años en terminar con la relación Estado-moneda.”