martes, 27 de enero de 2009

La película que Hollywood debería hacer sobre Cuba

Por Mary Anastasia O'Grady
The Wall Street Journal
La estrella de Hollywood Benicio del Toro no es un humorista, pero este mes pareció estar interpretando a uno cuando dijo que consideraba que el papel del héroe de la revolución cubana Ernesto Guevara en la nueva película Che era como el de Jesucristo.
"Sólo Jesús pondría la otra mejilla. El Che, no", explicó Del Toro. Claro. Y Bernie Madoff es la Madre Teresa, sólo que a ella no le interesaba el fraude.
Ya que el mes que viene marca el 50 aniversario de la dictadura de Castro, no sorprende que la industria del cine intente sacarle provecho financiero al celebrar a Guevara, un ícono de la cultura popular. Como uno de los lugartenientes de Fidel Castro en la Sierra Maestra y uno de los encargados de hacer cumplir sus órdenes en los años posteriores a la victoria rebelde, su nombre es sinónimo de la Revolución Cubana.
Es difícil encontrar películas interesantes actualmente y Che es un buen ejemplo del problema. Puesto que el glamour rebelde vende camisetas y tazas de café, ¿por qué no lanzar otra repetición maquillada de la vida de Guevara? O, más precisamente, alguna versión mítica de su vida, esterilizada para el mercado masivo. En tanto, la verdadera maravilla de los últimos 50 años en Cuba —la corriente constante de heroicos inconformistas que lo han arriesgado todo por su aspiración a pensar, hablar y actuar libremente— sigue siendo la historia épica sin contar de nuestra época.
Si el comentario sobre "Cristo" de Del Toro es tonto, no es nada comparado a la explicación del director de la película, Steven Soderbergh, de por qué nos debería importar el Che. Cosas malas ocurren en una sociedad cuando "las ganancias se vuelven lo único importante", le dijo el director a Politico.com. "El sueño (del Che) de una sociedad sin clases, una sociedad que no se construye sobre el fin de las ganancias, sigue estando vigente. Las discusiones que aún perduran son acerca de su metodología".
Dejando de lado por un momento la graciosa repulsión personal de Soderbergh hacia las ganancias, la "metodología" que él insinúa que es debatible también se conoce como asesinato. El Che tenía una "idea homicida de justicia", explicó Álvaro Vargas Llosa en The New Republic en 2005, luego de investigar su vida. En su "Mensaje a la Tricontinental", el Che dijo: "Odio como un elemento de pelea; odio inquebrantable por el enemigo, el cual empuja al ser humano más allá de sus limitaciones naturales, convirtiéndolo en una efectiva, violenta, selectiva y despiadada máquina asesina".
Los resultados de la agenda utópica del Che tampoco ofrecen mucho que admirar. Como explicó el autor Paul Berman en 2004 en la revista online Slate, "el culto de Ernesto Che Guevara es un episodio en la crueldad moral de nuestra época. El Che era un totalitario. Lo único que logró fue el desastre".
El argentino fue asesinado en 1967 en los Andes Bolivianos mientras intentaba propagar la revolución en América del Sur. Pero su visión de cómo gobernar sigue viva en la Cuba actual. Es una plantación de esclavos, donde un puñado de acaudalados hombres blancos imponen su "moralidad" sobre las masas, en su mayoría compuestas por negros, quienes sufren privaciones innombrables y las libertades civiles son nulas.
Hay algo rico en el hecho de que la élite de Hollywood, supuestamente de vanguardia y contracultural, haga causa común con el establishment privilegiado de Cuba en 2008. Sus víctimas —artistas, músicos, activistas de derechos humanos, periodistas, bloggers, escritores y poetas y otros a quienes les quitaron la libertad de conciencia— merecerían solidaridad por parte de sus colegas que viven en libertad. En cambio, un vanguardista consumado como Soderbergh se pone del lado del politburó.
El régimen cubano ama a sus apologistas. Los protegen y desvían las críticas internacionales mientras en casa el régimen brutaliza a su gente. Informes desde la isla indican que desde que Raúl sucedió a Fidel en 2006, la represión ha empeorado.
Oswaldo Payá, líder del Proyecto Varela, que recolectó más de 11.000 firmas para pedir elecciones libres y libertades civiles en 2002, afirma que en los últimos meses han recrudecido las medidas represivas, "con una feroz persecución contra los activistas del Proyecto Varela y otros miembros de la oposición, y el prolongado escándalo de no liberar a los prisioneros de conciencia".
Uno de los cautivos de Castro es Oscar Elías Biscet, un médico afrocubano que es reconocido por su compromiso con la resistencia pacífica y que cumple una sentencia de 25 años. Cincuenta y ocho periodistas, escritores y defensores de la democracia encarcelados en 2003 también languidecen en las deplorables cárceles de Fidel. El número total de prisioneros políticos no se conoce, pero sin duda es mucho mayor.
Las fuerzas de seguridad estatal y las brigadas de respuesta rápida —también conocidos como matones a los que se les paga para maltratar a los disidentes— han trabajado a tiempo completo este año. Pero a pesar del terror y la amenaza del encarcelamiento, el espíritu cubano aún lucha por la liberad.
Por lo menos cinco publicaciones de la resistencia ahora circulan en el este de Cuba. A la blogger de 32 años Yoani Sánchez le han advertido que no escriba, pero de todos modos ella relata la ridiculez de la economía del Che, dándoles una voz a los cubanos promedio que viven vidas desesperadas. Las Damas de Blanco, esposas, hermanas y madres de prisioneros de conciencia, aún caminan sin hacer ruido en La Habana los domingos. Bandas de rock se burlan del viejo dictador.
Esta es la maravilla de la revolución: cincuenta años de terror estatal no han silenciado a la resistencia. Tal vez algún día Hollywood haga una película sobre esto.

El gato y tío John

Por Alberto Benegas Lynch (h)
Diario de América
El maestro de una escuela trataba infructuosamente de explicarle a tres niños las motivaciones de los actos humanos. Una noche tuvo un sueño que aparentemente daba en la tecla y resolvió trasládaselo a su pequeña e incrédula audiencia. El diálogo se suscitó del siguiente modo en el que, en primer lugar, tomó la palabra el docente y luego, por turno, respondieron cada uno de los tres participantes frente a lo cual el profesor emitía su dictamen:

Henos aquí que un día compré un gato para satisfacer al tío John ¿Qué se les ocurre decir en torno a esta adquisición referida a los móviles de la acción?
Que está bien, siempre que el tío John sea el gato.
Respuesta incorrecta.
Que está bien, siempre que le agraden los gatos a su tío John.
Respuesta incorrecta.
Que está bien, siempre que el tío John sea usted.
Respuesta correcta.
A partir de ese momento el titular del sueño les dijo a los tres niños que el caso ilustra que toda acción se realiza en interés personal de quien la lleva a cabo. Esto, enfatizó, en el fondo es una tautología puesto que si no está en interés del sujeto actuante ¿en interés de quien diablos es?.
Hay acciones sublimes, las hay ruines y existen las corrientes aseveró el catedrático pero todas, en toda circunstancia, son en interés de quien la ejecuta. En este sentido, no hay acciones desinteresadas. En el lenguaje coloquial se suele hacer referencia a una acción desinteresada cuando no se espera dinero a cambio pero, en toda circunstancia, el acto se realiza para satisfacer a quien lo emprende.
Estaba en el interés personal de la Madre Teresa de Calcuta el cuidar a los leprosos. Esa era su preferencia y su escala de valores. En eso se define su calidad personal. Por su parte, estaba en interés de Al Capone el tener éxito en sus crímenes. Eso lo catalogaba como persona.
Adam Smith -continuó su perorata el educador de marras- explicó que lo atractivo del orden social libre es que cada uno siguiendo su interés personal, sin proponérselo, beneficia a los demás. En eso consiste la celebre metáfora de “la mano invisible” y la imperiosa necesidad de defenderse de lo que el susodicho maestro recordó es “el pie visible del aparato estatal” que, al intervenir fuera de lo que teóricamente es su misión específica de brindar seguridad y justicia, desarticula arreglos contractuales libres y voluntarios, genera descoordinaciones, faltantes y sobrantes que no permiten que las partes logren sus respectivos cometidos.
De allí es la tan conocida y citada frase del autor escocés en La riqueza de las naciones: “No debemos esperar nuestra comida de la benevolencia el carnicero, del cervecero o del panadero, sino que se debe a sus propios intereses. No nos dirigimos a su humanidad sino a su interés personal, y nunca conversamos con ellos de nuestras necesidades sino de su ventajas”.
En estos días que corren pareciera que en lugar de atender las necesidades del prójimo a través de transacciones comerciales son muchos los que pretenden el “apoyo” estatal, claro está, con los recursos forzosamente detraídos de los vecinos. El profesor terminó su clase del día repitiendo un cuento que por entonces circulaba: en un comarca había un rey a quien acudieron a pedir “salvatajes” tres comerciantes de la zona argumentando que necesitaban “protección de la competencia”. El rey pidió tres filosas espadas y se las entregó a los visitantes y les dijo que el obsequio era para que se defiendan contra quienes ellos reclamaban la susodicha protección. Los así llamados comerciantes protestaron airadamente y manifestaron que sería horrible e injusto usar las armas contra supuestos atacantes, a lo que el rey, haciendo gala de una sorpresiva y poco usual sabiduría, les replicó: “Es también horrible que yo recurra a la fuerza gubernamental contra gente inocente”.
Los niños que escuchaban atentamente comprendieron no solo la motivación de las acciones humanas sino que entendieron que el uso de la fuerza debe ser únicamente de carácter defensivo.