jueves, 1 de mayo de 2014

11 (ONCE) FALLOS Y ERRORES QUE COMETEMOS LOS LIBERALES por Alberto Mansueti



Si la salida es el capitalismo, ¿por qué no se aplica? Es la pregunta que más a menudo se nos hace a los liberales.

En EEUU y Europa hay cientos de fundaciones, institutos y agencias para impulsar “las ideas de libre mercado”, el liberalismo clásico, y las respuestas y soluciones del capitalismo liberal. Sus directivos y portavoces disponen de cuantiosos recursos. De ellas dependen muchos otras entidades similares o iguales a nivel local de cada país, incluso en Latinoamérica. Hacen esfuerzos. Hacen congresos, conferencias y toda clase de encuentros y discusiones.

Pero a juzgar por los muy pobres resultados, algo no funciona. Las políticas, estrategias y/o mensajes no parecen estar a la altura de la misión o el objetivo, puesto que el socialismo, incluso en sus expresiones más radicales, avanza en todas partes, cada vez con mayor ímpetu. No llegamos al grueso del público.

¿En qué nos estamos equivocando los liberales? Vea Ud. una lista no exhaustiva de los principales fallos, errores y puntos flacos de estas entidades de promoción de las ideas liberales y sus líderes:


1. Mera crítica. Con razón, la gente a los liberales nos reclama que nos quedamos en la pura crítica sin aportar soluciones. “Uds. son muy negativos”, se nos dice. Y de entrada nos cierran las orejas.

Esta es la falla principal, por eso la enuncio como No. 1. Y el error procede de una obvia incapacidad de traducir el ideario liberal en un programa político concreto, de puntos, medidas o políticas concretas, que sea radical y principista, pero al mismo tiempo entendible, creíble, convincente y atractivo, viable y practicable. Al estilo de aquellos “10 Puntos” del Manifiesto Comunista de 1848, que se hicieron tan populares, que fueron todos aplicados, y desde hace mucho tiempo los tenemos en vigencia.

Por eso tenemos que centrarnos en el Programa de las Cinco Reformas, y decir: “Esto es en concreto lo que proponemos”. Tales son nuestras propuestas “positivas”. Y explicar que como actualmente no pueden hacerse, porque hay dos o tres mil leyes que lo impiden, que son las que llamamos leyes malas, entonces recalcar seguidamente la muy urgente necesidad de derogarlas como condición previa, contando con un contingente numeroso de congresistas. Y dirigir nuestros esfuerzos a impulsar candidatos al Congreso. Explicando que sólo el Congreso tiene el poder de derogar las leyes.

2. Olvido del mercantilismo. A menudo nos concentramos en el socialismo como si fuese el único enemigo, con olvido del mercantilismo, “la derecha mala”, que ha sido el enemigo histórico y durante mucho tiempo principal del libre mercado, antes que las izquierdas cobrasen fuerza.

Nos olvidamos de muchos factores importantes: a) que la pobreza es resultado directo del mercantilismo, aunque se agrava al combinarse con políticas de izquierda; b) que el socialismo crece y avanza porque hace explotación política del tema de la pobreza; c) que una vez en el poder, o sea en el Congreso, socialistas y mercantilistas celebran su “Pacto Social”. ¿Cómo? Apoyando unos a otros con sus votos para aprobar y sancionar sus respectivas leyes malas: “sociales” los segundos, y “proteccionistas” los primeros; d) que este “consenso” es la alianza que permite a ambos mantener sus privilegios.

Ese es “el sistema” estatista que padecemos: socialismo combinado con mercantilismo; el estatismo “social-mercantilista”.

3. Complacencia con el “Neo” liberalismo. Muy poca o ninguna crítica hacemos a las seudoreformas de los '90: la interpretación criolla del Consenso de Washington. Y somos en extremo complacientes con los Gobiernos “neo” liberales: nos parece que son “el mal menor”, y en todo caso son pasos en la dirección correcta, si bien muy cortos y muy lentos; lo cual es falso. Esta falla No. 3 es consecuencia de la No. 2 antes descrita: somos incapaces de entender que este “Neo” liberalismo es sólo mercantilismo puesto al día.

Fallamos en captar que la gente quiere cambio, y como sus problemas son graves, quiere cambio radical; ¡y esa es la oferta engañosa de los socialistas duros! Nosotros debemos presentar las propuestas liberales más radicales. Un ejemplo: el Patrón Oro; dentro de las Reformas 1 y 2. Y mostrar todos los beneficios tangibles que traería. Otros ejemplos: la “devolución” de la educación a los maestros y profesores, y de la medicina a los médicos y enfermeras, consagradas en nuestras Reformas 3 y 4.

4. Olvidamos que el marxismo del s. XXI es fundamentalmente cultural. Durante el transcurso del s. XX, y al compás de dos guerras mundiales, el marxismo económico, resumido en aquellos “10 Puntos” del Manifiesto Comunista de 1848, fue aplicado por completo y con creces, al pie de la letra. Los parásitos (socialistas) no pueden exprimir más a la economía privada porque matarían el hospedario.

Por eso ahora la insistencia de las izquierdas de todos los matices ya no es con la economía. Es con el ecologismo y el feminismo extremos, el furioso racismo antiblanco, la Agenda del Gaycismo Político, y la Guerra del Posmodernismo contra la razón, la lógica, el lenguaje y la religión cristiana.

Eso es el Marxismo cultural: las técnicas del conflicto hegeliano y de la ingeniería social llevadas desde el campo de la economía y la empresa, a todas y cada una de las demás áreas o esferas de la vida social e individual, aunque algunos objetivos son siempre los mismos; entre ellos el de siempre: más poder, más poder y cada vez más poder para el Socialismo. Y un poder absoluto y total: totalitario.

5. Falsa esperanza en la conversión de los socialistas mediante la educación económica. Asumimos que los socialistas y todos los estatistas lo son por estar equivocados de buena fe: “no saben Economía”. Esto es cierto sólo para los “mamertos”, pero no para los “enchufados”, y mucho menos para los “jefazos”, que son las otras dos categorías de socialistas convencidos.

Insistir en tratar de convencer a los capos socialistas de sus “errores” hablando de Economía, no nos conduce a ninguna parte. Lo que cabe es denunciarlos no por equivocados sino por lo que son: inmorales.

¿Denunciar ante quiénes? Desde luego no ante los “enchufados” ni los “jefazos” socialistas, ni ante los empresarios mercantilistas: todos esos están bien “acomodados” al sistema. O buscan quedar bien con los líderes del sistema para tratar de acomodarse; y en esta clase entran los profesores universitarios, articulistas y periodistas frívolos y complacientes en la busca de hacerse notar.

El mensaje liberal es para la gente corriente y moliente que padece las pésimas consecuencias de sus políticas, pero no obstante sigue votando por ellos, porque no hay otra opción. Y en este gran público, la prioridad debería ser para nosotros los empresarios informales.

6. No hacemos partidos políticos liberales. De antemano las figuras liberales renuncian a toda actividad política, y se refugian en exclusivos ghettos académicos los famosos “tanques de pensamiento”. De pasada conviene anotar que esta estrategia no les ha servido para ser Decanos ni Rectores en las Universidades, ni siquiera privadas, mucho menos en las estatales.

Esta falla está muy ligada a la No. 1. Y a la anterior, No. 5, ese espejismo de que vamos a educar y a “convertir” a los socialistas y estatistas, se basa a su vez en una ilusoria e ingenua esperanza: que una vez convertidos al liberalismo, los socialistas y estatistas son quienes van a aplicar políticas liberales. Jamás. No van a leer a Hayek ni a Mises ni a Friedman ni a Rothbard. No va a ocurrir nunca; porque ellos viven del socialismo, ¡y viven muy pero muy bien!

Por eso digo: sólo los liberales clásicos verdaderos podemos hacer reformas liberales verdaderas. Desde el Congreso, desde luego. ¿Desde dónde si no, si de las Universidades nos han expulsado y marginado?

Y mientras tanto tengamos congresistas en número suficiente, nuestra misión es propagar el mensaje desde partidos y campañas electorales, no desde la comodidad de los “think tanks”, porque así la gente no nos cree. Si nos oye, nos pregunta: “¿Y por qué no te lanzas de candidato, para que veamos si tú lo haces mejor? ¿O es que hasta tú mismo sabes que esas ideas son totalmente inviables e impracticables?”

7. Poco énfasis en la Ética. Nos cansamos de insistir en que el socialismo “no funciona”; olvidamos que para los “enchufados” el socialismo es un modo de vida, y sí les funciona: son cada vez más ricos y más poderosos. Olvidamos destacarlo, y se nos pasa por alto mostrar que el estatismo es una inmoralidad: el vivir a costillas de una carga tributaria que excede con mucho a lo estrictamente necesario para sostener un Gobierno limitado a sus funciones específicas: seguridad, justicia e infraestructura.

Descuidamos denunciar esa inmoralidad mucho mayor aún, el marxismo cultural: el intento de “redefinir” tanto el matrimonio y la familia como el derecho, las leyes y la moral, la educación, el lenguaje y hasta la ortografía, …y “reescribir” la historia, todo con el propósito de “moldear” la humana naturaleza.

8. El ateísmo es un obstáculo. La falla No. 7 va de la mano con esta otra: insuficientes esfuerzos por retomar las raíces éticas y judeocristianas del Liberalismo clásico, y tender puentes hacia las confesiones religiosas. Los ateos liberales tienen razón en un punto: las encuestas muestran que mucho más de la mitad de los electores y militantes socialistas de base son cristianos. Es porque están totalmente confundidos acerca del tema.

Aquí la apuesta es grande: si les traemos a nuestro lado, ¡se acabó el socialismo! Pero, ¿cómo? Sin duda no con el ateísmo militante e insultante, ¡eso les refuerza en sus errores! La receta es simple: exponerles la cosmovisión cristiana verdadera, basada en la Biblia. Y para eso la diatriba constante de los liberales ateos no es para nada de ayuda; al contrario: es un potente obstáculo.

9. Academicismo. Como consecuencia de la falla No. 5, muchos notorios portavoces liberales parecen dirigirse sólo a un público académico, y en términos académicos, con olvido o indiferencia del grueso de la opinión pública.

Si estuviesen en campaña electoral como candidatos al Congreso, tendrían que comunicar su mensaje al elector común, a la gente de la calle, y recurrir al uso de medios alternativos como videoclips, cartoons, novelas y cuentos, poemas, canciones, etc.

10. Las concesiones al “consenso” son una vía muerta. Algunas figuras liberales entran en la arena política; ¡muy bien! Pero parten de una premisa falsa, aunque a veces implícita: que toda actividad política requiere el sacrificio de los principios doctrinarios o de tipo programático.

Y en base a esta equivocada premisa, algunos emprenden actividades políticas, pero en el tortuoso y triste camino de concesiones, defecciones, claudicaciones y compromisos para “ganar amigos”. De este modo traicionan el principio de Gobierno Limitado, asumiendo como propios discursos estatistas como p. ej. la autodenigración del empresario implicada en la tesis de su supuesta “responsabilidad social” (o moral).

11. El anarquismo es otro obstáculo. De entrada concedamos que los ancaps (anarcocapitalistas) tienen razón en un punto; pero en uno solamente: la al parecer irreprimible tendencia de los Gobiernos a salirse de sus límites. Es un hecho, histórico y presente.

En otro punto tienen sólo la mitad de la razón: en que “los impuestos son un robo”, pero nada más en la medida en que la tributación excede la cantidad de recursos financieros necesarios para sostener un Gobierno limitado a sus funciones específicas ya señaladas: seguridad, justicia e infraestructura.

Pero por esa razón es que en EEUU los Sres. Thomas Jefferson y James Madison, apenas redactada la Constitución de los EEUU, e incluso antes de culminar el proceso de su aprobación, procedieron a fundar un partido político que desde el Congreso ejerciera esa “vigilancia permanente” que es el precio a pagar por la libertad. No hay otro remedio.

El “anarco-capitalismo” no es un remedio, es paliativo sicológico, una pobre confesión de impotencia política, que no logra nada positivo. Y es un obstáculo muy serio. Con frecuencia los portavoces “ancaps” son también ateos beligerantes y agresivos, en lo cual estos “libertarios” se hacen eco del Marxismo cultural de todas las izquierdas “Posmodernistas”. Por eso estos “libertarios” no se reconocen como “derecha”; ¡porque son de izquierdas!

Los dos obstáculos señalados se reúnen en las mismas personas. Así espantan y ahuyentan a cuanta persona normal se acerca a informarse sobre liberalismo, y oye el palabrerío sin sentido de los ateístas ancaps.


Hasta aquí los fallos, errores y debilidades más resaltantes. La lista no es exhaustiva, pero lo que falta es menos relevante.

¿Qué hacemos? El año pasado, 7 de septiembre de 2013, en Australia la Coalición Liberal-Nacional ganó las elecciones federales con Tony Abbott a la cabeza, quien fuera el líder de su partido de oposición en el Parlamento. Léase bien por favor: "Partido", no tanque de pensamiento ni Club de Debates.

El programa del Partido Liberal de Australia puede verse en Internet. En esencia casi todo es: menos Gobierno, más Economía privada. Lo cual nos recuerda las dos primeras y más importantes de nuestras Cinco Reformas. Lamentablemente Abbott no se parece a nosotros en materia de Educación y Salud. Pero absolutamente nada de Marxismo cultural; al contrario. Y el hecho es que su partido logró unos 88 escaños de los 150 de la Cámara baja, en tanto que los laboristas se quedaron con unos 56 legisladores. Suficiente para recortar burocracia y otros gastos inútiles, y para reducir o eliminar impuestos y regulaciones.

En nuestro medio latinoamericano en cambio hoy no existe capitalismo liberal ni siquiera como propuesta, y el liberalismo clásico está ausente de la escena política, impotente e invisible. Por eso la gente no halla la salida. Y lo peor es que hay muchas confusiones, equívocos, falsedades, e ignorancias acerca de las soluciones liberales y del liberalismo.

Es obligación de los liberales no callar sobre estas equivocaciones de las instituciones comprometidas con el liberalismo. La poca gente que se interesa y se nos aproxima, tiende a creer que si nuestra teoría o pensamiento liberal no halla Gobierno que lo practique, ni partido o grupo que lo represente en la arena política, entonces es porque debe haber algo malo y profundamente erróneo, falso y perjudicial en la doctrina misma, y en las soluciones que sus voceros proponemos.

Así como vamos, vamos mal.