sábado, 24 de noviembre de 2007

Sobre Derechas e Izquierdas

¿Qué importancia tiene?
Por Hugo Balderrama
Hemos explicado, tanto en nuestras clases a nuestros alumnos, como en nuestros artículos, apoyados en sólida bibliografía y respaldados por autores de la talla de Ludwig von Mises, Friedrich A. von Hayek, Murray Rotbhard, Alberto Benegas Lynch (h) y muchos otros, como del socialismo deriva el marxismo y como de ambos derivan el fascismo y el nazismo. No vamos a repetirlo aquí y daremos por supuesto que el lector conoce tales argumentos.
También hemos explicado profusamente, la continua y permanente, arbitraria y malintencionada manipulación que del lenguaje hacen estas tres doctrinas, que normalmente y para mayor síntesis, abarcamos bajo el nombre común de colectivismo, ya que la base de sus postulados son colectivos, en franca oposición y enfrentamiento a los individuos. El colectivo socialista, está representado por los "obreros, proletarios, marginados, excluidos, disminuidos, alienados, etc." etiquetas todas aplicables siempre a la misma categoría de personas, que solo van cambiando conforme las modas, que también intentan imponer -y de continuo imponen- los mismos colectivistas. Por su lado, el colectivo nazi, esta representado por la raza o la etnia; que va alternando de acuerdo a la época y el país que se trate; una forma atenuada de hoy en día, son los modernos nacionalismos de tipo criollo o populista, timoratas expresiones de un nazismo oculto e incipiente que posa de "democrático"; por ultimo, el colectivo fascista está representado por la corporación, que en esta versión socialista, reemplaza a la masa obrera y a la raza o nacionalidad, como síntesis de la corporación. En la tesis fascista, obreros y empresarios pierden identidad como grupos separados y antagónicos y confluyen en una corporación única que estará representada por el estado totalitario como síntesis conciliadora y unificadora de las divisiones internas en su seno. Como se ve y se dijo antes, todos ellos tres son colectivos, y su antítesis y enemigo común en todas estas versiones no es otro que el individuo y la doctrina que defiende a este individuo, es decir, el liberalismo.
Sentado esto, viene el mas célebre de los engaños jamás pergeñado en política y economía, el engaño que pretende que por estar estas dos de estas tres sectas furiosamente enfrentadas entre si, difieren en esencia, nada mas falso y no por falso menos extendido que esta enorme falacia.
Ciertamente, ha habido enfrentamientos históricos entre nazi-fascistas, de un lado, y socialistas por el otro; de la misma manera que han existido enfrentamiento entre calvinistas, católicos, protestantes, luteranos y evangelistas, y así como estos últimos, entre tantos otros omitidos, creen todos en Cristo como el Salvador, y sin pretender trazar ningún tipo de analogía intrínseca entre esas doctrinas y las que siguen; de la misma manera, nazis, fascistas y socialistas creen los tres en el colectivo contra el individuo; creen los tres en la propiedad colectiva o común contra la privada; creen los tres en la violencia como metodología de acción válida y única, y estas creencias en común también son la base de sus enfrentamientos internos, ya que la disputa versa no sobre si el colectivo es superior al individuo (cosa que ninguno de ellos niega), sino en cual colectivo concreto de los tres en pugna ha sido el elegido por el destino, el azar o la providencia para ostentar el sumo poder. En tanto los socialistas dirán que el colectivo dominante deben ser los trabajadores; los proletarios y obreros, o los pobres y excluidos (dependerá de la etiqueta de moda en ese momento a cual le toque); el colectivo nazi dirá que deberá serlo la raza o etnia superior, en tanto que el fascismo sostendrá que debe ser el colectivo corporativista el supremo. Pero todos ellos excluyen al unísono y por unanimidad, al individuo y la propiedad privada.
Que el socialismo se haya puesto a la izquierda y haya ubicado en la derecha al fascismo y nazismo no borra estas similitudes y parentescos entre los tres, excepto para los incautos. Esas etiquetas de izquierda y derecha creadas por ellos para sostener, mantener y reforzar su pretendido o real "antagonismo" son falsas, y en realidad no tienen ningún rigor y no deberían motivar controversias, porque no las merecen. Baste tener en claro que nazismo, socialismo y fascismo son parientes consanguíneos que sostienen ardorosas disputas y contiendas familiares, que determinar luego si son los tres de izquierda o de derechas, es una cuestión que carece por completo de importancia. Sea que al nazismo, socialismo y fascismo se los ubique en la izquierda o se diga que son los tres de derecha no tiene relevancia en absoluto.
La cuestión es tan disparatada y tan poca científica, que nazis y fascistas sostienen que el liberalismo es de izquierda, en tanto que los socialistas sustentan que es de derecha. Lo que refuerza una vez mas la tesis de que el enemigo común que une a socialistas nazis y fascistas es el liberalismo capitalista que defendemos.
Como liberal, no me interesa estar en la izquierda o en la derecha, siempre y cuando si me ponen en la izquierda, fascistas, nazis y socialistas estén los tres bien lejos en la derecha, o si gustan ponerme en la derecha; nazis, fascistas y socialistas estén los tres bien lejos en la izquierda. Entrar en este juego, en el que permanentemente entran y juegan nazis, fascistas y socialistas; sobre quién esta en la derecha y quién en la izquierda, no es mas que una manera bastante estúpida de perder el tiempo. Sin embargo, y a juzgar por la cantidad de espacios que se le brindan a estas divisiones izquierdo-derechas en la prensa, medios varios y aun en los libros, parece que los juegos estúpidos atraen a mas de un analista que posa de serio. De allí que me ría y no me llame la atención en absoluto que si converso con un nazi me diga que soy de izquierda en tanto que si lo hago con un socialista me diga que soy de derecha....yo no juego juegos estúpidos porque se muy bien de que lado estoy...del lado del liberalismo capitalista, sea de centro, derecha o de izquierda, lo mismo da. El lector podrá ponerme, desde luego, del lado que más le agrade. Por mi parte, tengo en claro que el liberal capitalismo no tiene nada que ver con nazismo, fascismo y socialismo por lo apuntado antes respecto del individualismo capitalista y el colectivismo socialista, fascista y nazi, la defensa de la propiedad privada del capitalismo individualista y el ataque en común contra ella de nazis, socialistas y fascistas para lograr su destrucción y su reemplazo por la propiedad colectiva (que en definitiva siempre desemboca en manos del estado tirano, ya sea que este estado sea gobernado por proletarios, nazis o fascistas).
Por eso carece de importancia donde esta ubicado el liberalismo, si a la derecha, la izquierda o el centro. Lo cierto es que esta lejos, pero muy lejos del nazi-fascismo-socialista.

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Bolivia: Precio del Petroleo y Subsidios
Los economistas han insistido largamente en los peligros de sostener subsidios en cualquier área de la economía. Los subsidios forman parte de esas fábulas misteriosas que sugieren que el gobierno "debe ayudar" a sectores débiles, industrias nacientes, o pagar parte de algunos bienes considerados "esenciales" para los consumidores. Fábulas misteriosas por dos razones: 1. "There is no free lunch"..."no hay nada gratis en este mundo"...si se subsidia algo se está forzosamente sacrificando alguna otra cosa. Cuando se subsidia, por ejemplo, los costos de capital de los artesanos, se beneficia a este grupo pero se perjudica a otros. El problema es que es fácil identificar a los beneficiados (los artesanos) pero es más difícil identificar a los perjudicados (algún otro sector que compite con los artesanos, por ejemplo, importadores, o los consumidores que pagan los impuestos que pagan el subsidio). Por esta razón el sacrificio implícito de un subsidio duele menos de lo que debería (ojos que no ven, corazón que no siente). Esto lleva a muchos (políticos populistas en busca de votos) a favorecer subsidios.2. Los subsidios crean incentivos perversos. Al abaratar artificialmente los costos de capital para los artesanos se crea una burbuja de protección para este sector que puede desarrollar hábitos ineficientes y aún hacer rentable su actividad. Lo mismo sucede con los llamados bienes "esenciales." Los subsidios distorsionan sus precios y por tanto estos no reflejan la real escasez relativa de los bienes. Los recursos serán entonces asignados en base a estos precios distorsionados y toda la cadena de producción hacia abajo será afectada ineficientemente.Un ejemplo? Bolivia subsidia el precio del diesel. El precio del petroleo (en directa proporción al del diesel) sube en los mercados internacionales (superando actualmente los 58 dólares por barril) pero el precio del diesel se mantiene constante en Bolivia gracias a los subsidios. El costo? (en La Razón)El alza del petróleo en el mercado internacional hizo subir la subvención al diesel de importación en más del 150 por ciento. Esto representa un gasto adicional para el Tesoro General de la Nación de entre 24 y 28 millones de dólares.Así lo hizo conocer ayer el viceministro de Presupuesto y Contaduría Pública, José Luis Pérez, quien explicó que el Ministerio de Hacienda sólo había proyectado 16 millones de dólares para este año por concepto de subvención al diesel.Otro monto más, de $us 22 millones, subvenciona el gas licuado de petróleo.Quién paga estos millones? Todos los bolivianos via impuestos. Recursos que pudieron haberse destinado a otras actividades. Otro costo, probablemente el más peligroso, es el incremento del déficit fiscal, que de no ser controlado, tarde o temprano acaba en presiones inflacionarias.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Qué es la Inflación?

Por Ricardo Manuel Rojas
En las últimas décadas, muchos políticos –y economistas que avalan académicamente sus discursos-, se han empeñado en sostener que la inflación es el aumento de los precios. Ello es muy conveniente, pues permite echarle la culpa a alguien más que al propio gobierno por sus nefastas consecuencias (por ejemplo a los comerciantes que “suben” los precios, a los “especuladores”, a las variaciones del comercio internacional, etc.).
Sin embargo, la teoría económica más ortodoxa ha explicado desde siempre que la inflación es el aumento en la cantidad de dinero circulante en relación con los bienes disponibles. El aumento de los precios es una consecuencia de la inflación, al igual que la fiebre es una consecuencia de la infección. Son efectos, no causas; y el único ente capaz de generar inflación es el gobierno, al emitir moneda sin respaldo.
Pensando en esta distorsión del concepto, se me ocurrió consultar el diccionario de la Real Academia Española para ver cómo la define. Esto lo hice con cierto recelo ideológico, basado en el rechazo de que exista una autoridad política del lenguaje.
Ya en el siglo XVIII, los autores morales escoceses explicaban que las mayor parte de las instituciones sociales son el producto de una evolución espontánea que, si bien requiere de la participación humana, no son organizadas o diseñadas por ninguna autoridad o director. Adam Ferguson lo decía con estas palabras: “Las naciones tropiezan con instituciones que ciertamente son el resultado de la acción humana, pero no la ejecución del designio humano”. Es bueno recordar que tanto Ferguson como Adam Smith ubicaban entre estas instituciones que crecían espontáneamente, al derecho, el mercado, la moneda y el lenguaje.
Por eso probablemente el idioma inglés no tiene, como el castellano, una autoridad que se arrogue el monopolio de determinar el significado de las palabras que las personas utilizan. Al igual que en el mercado, existe una “mano invisible” que termina consensuando el significado de los términos entre los distintos diccionarios, sin que medie imposición de autoridad alguna.
Consulté en la página web de la Real Academia Española cuál es el significado de la palabra “inflación” en su acepción económica en la actualidad, y me encontré con esta definición: “Econ. Elevación notable del nivel de precios con efectos desfavorables para la economía de un país”.
Desalentado por esta diferencia entre la acepción “oficial” del término y su significado real, decidí consultar a la vigésima edición del mismo diccionario, del año 1984, y me encontré con que la Real Academia Española definía a la inflación de este modo hace veinte años: “Econ. Exceso de moneda circulante en relación con su cobertura, lo que desencadena un alza general de precios”.
Advertí entonces que los conceptos vienen siendo cambiados por la autoridad del lenguaje, del mismo modo que ocurría con el decálogo de la “animalidad” en la granja o con la neo-lengua de 1984, descriptos por Orwell.
Esta decisión del “dictador de la lengua”, resulta curiosamente operativa para los dictadores de la moneda, del mercado y del derecho, para usar los ejemplos traídos por Ferguson hace más de dos siglos.
El nuevo concepto impuesto arbitrariamente justifica que los gobernantes, como “dictadores monetarios”, sigan emitiendo moneda sin pudor, desligando este proceso de sus consecuencias inflacionarias; permite echarle la culpa del aumento de los precios a los comerciantes y por lo tanto intervenir como “dictador del mercado”, imponiendo “precios sugeridos”, cerrando la exportación de productos, etc., y como “dictador de la ley”, amenazando con la cárcel a quienes no acaten sus regulaciones, como ocurre con la ley de Abastecimiento en Argentina.
El punto de partida de todo ello es torcerle el sentido a las palabras, distorsionar los conceptos, y de ese modo evitar una discusión razonable sobre la realidad.
Pero como decía Francis Bacon, “la realidad, para ser comandada, debe ser obedecida”. Distorsionarla, sólo puede conducir al caso general, incluso para quienes piensan que el engaño es una forma aceptable de gobierno.
La causa de la inflación seguirá siendo el aumento de la emisión monetaria, aunque filólogos y políticos pretendan disponer otra cosa.

Democracía: Luz amarilla

Por Alberto Benegas Lynch (h)
En esta instancia del proceso de evolución cultural, la democracia es el sistema más civilizado para traspasar de manos el poder. La alternativa es la del “dictador benévolo”, lo cual no sólo constituye una ruleta rusa sino que se abdica de derechos de petición y manifestación, de prensa, y generalmente se incurre en arbitrariedades de diverso tenor debido a que desaparecen los contralores, como la división de poderes, el Parlamento, etcétera.
En función de gobierno, todos tenemos que someternos a controles. Eliminarlos porque se trata de una "persona buena" constituye un absurdo muy peligroso. Resulta similar a otorgar un monopolio legal a alguien suponiendo que se comportará como si estuviera en competencia.

Habiendo dicho esto, me parece de gran importancia precisar qué queremos significar cuando aludimos a un régimen democrático. Desde Aristóteles en adelante, la esencia de la democracia es la libertad. No se trata sólo de un proceso electoral. El constitucionalista Juan González Calderón decía que los demócratas de los números ni de números entienden, puesto que suponen que el 50% más el 1% es igual al 100% y que el 50% menos el 1% es igual al 0%. Cualquiera que haya estudiado introducción a la aritmética sabe que se trata de ecuaciones falsas.

La democracia tiene un aspecto formal, que es la mayoría o las primeras minorías, y una parte sustancial, que es la obligación de los gobernantes de respetar y garantizar los derechos de los gobernados. Si se limitara al aspecto formal podríamos sostener el absurdo de que el Gobierno de Hitler fue democrático. Benjamin Constant, Bertrand de Jouvenel, Giovanni Sartori y tantos otros autores han destacado la importancia de respetar las minorías como un aspecto medular de la democracia.

Sartori dice que, de lo contrario, el demos se convierte en anti-demos, y Constant afirma con razón que el 99% de las personas no puede irrespetar el derecho del 1%. El célebre premio Nobel Friedrich A. von Hayek señala, por su parte: "Debo sin reservas admitir que si por democracia se entiende dar vía libre a la ilimitada voluntad de la mayoría, en modo alguno estoy dispuesto a llamarme demócrata".

Para poner un ejemplo extremo: si un Parlamento votara la exterminación de los pelirrojos, ¿deberían éstos poner el pescuezo en nombre de la democracia o deberían resistir con todas sus fuerzas para preservar sus vidas? Es de interés recordar que, en las últimas líneas de su obra más conocida, Herbert Spencer escribía que hasta el momento (1850) la tarea más importante había sido la de intentar el control de las monarquías absolutas, y que en adelante debía centrarse la atención en poner límites a los parlamentos. Ya Cicerón advirtió que "el imperio de la multitud no es menos tiránico que la de un hombre solo, y esta tiranía es tanto más cruel cuanto que no hay monstruo más terrible que esa fiera que toma la forma y nombre del pueblo".

Y es que desde la Carta Magna de 1215 toda la teoría constitucional se basa en establecer estrictos límites al poder para mantenerlo en brete. Hoy día, sin embargo, observamos que se han introducido de contrabando nociones patéticas del derecho, asimilándolas a puros deseos que nada tienen que ver con nociones jurídicas. Así, se inscribe en los códigos una interminable lista de pseudoderechos que significan la lesión de derechos de terceros, en lenguaje oscuro imposible de descifrar, con lo que se perjudica muy especialmente a los que menos tienen.

Contar con marcos institucionales civilizados es lo que hace la diferencia entre vivir en Canadá o en Uganda. No se trata de latitudes geográficas, de etnias ni de recursos naturales; se trata de que los aparatos estatales cumplan con su misión de impartir justicia y brindar seguridad, que son, precisamente, las faenas que habitualmente no cumplen. Sólo así se implantará un sistema que merezca el nombre de "democracia".

Sólo así nos liberaremos de caudillismos corruptos y de legislaciones que promueven la lucha de todos contra todos para ver quién saca la mejor tajada a expensas de los demás.